Trenes, cruceros, coches, aviones, fotos, postales, pósteres, guías; son inventos que vieron la luz entre 1830 y 1930, la denominada edad de oro de los viajes. Una época que arranca una mañana de septiembre en Liverpool, de donde parte hacia Mánchester el tren que inaugura la
primera línea de ferrocarril, y remata un aviador llamado Charles Lindbergh, al concluir el primer vuelo transatlántico sin escalas.
Es el broche de oro a una centuria de avances tecnológicos y transformaciones sociales y económicas que cambiarán para siempre –entre muchas otras cosas– el modo en que viajamos. De ello habla The grand tour. The golden age of travel (Taschen), un libro que recorre los itinerarios de una época única, momento iniciático de lo que hoy entendemos por 'turismo'.
El término, de hecho –tomado de tour, voz francesa que hacía referencia a un 'viaje circular'–, comienza a extenderse en 1838, con las Mémoires d’un touriste, de Stendhal. Fueron escritores como él, Dickens, Verne, Fitzgerald, Twain, Goethe, Byron, Dumas o Chateaubriand, quienes abrieron el mundo a las clases medias y burguesas con sus relatos y sus detalladas guías de viaje.
Hasta entonces, viajar había sido cosa de aventureros y jóvenes que, en los siglos XVI y XVII, popularizaron el llamado Grand tour, una suerte de rito que llevaba a veinteañeros aristócratas –sobre todo, británicos y alemanes– hasta Italia y Grecia tras las raíces de la civilización clásica. Con la llegada del vapor, sin embargo, la aventura cambió para siempre.
Trenes y barcos se aceleraron y sofisticaron, abriendo la era del turismo de masas, rubricada por la aviación comercial a mediados del XX. vinieron después Benidorm, las suecas, el low cost..., pero esa es otra historia
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