Ilustrada y moderna Defensora incansable de los derechos de la mujer María Goyri, una intelectual libre (y mucho más que la mujer de Menéndez Pidal)

María Goyri, la mujer de Ramón Menéndez Pidal, fue una mujer de vanguardia. Su historia está marcada y algo ensombrecida por la figura del gran filólogo e investigador de la generación del 98. La estirpe femenina de esta ilustre familia continuó con su hija Jimena que modernizó la enseñanza española de principios del siglo XX. Su huella permanece.

Miércoles, 05 de Abril 2023, 09:17h

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Mi bisabuela tenía que esperar fuera del aula a que llegase el profesor, luego entraba acompañada por un bedel, se sentaba cerca del profesor y aislada de sus compañeros», explica Sara Catalán. Su bisabuela era María Goyri, la única

mujer en las aulas de Filosofía y Letras en los albores del siglo XX.

María Goyri, que nació en Madrid hacer ahora 150 años, fue la única mujer en aquellas clases y también en las clases de dibujo y gimnasia. Su hija, Jimena Menéndez Pidal (Madrid, 1901-1990), fue la fundadora del colegio Estudio, el primer colegio mixto y laico, un oasis en el desierto educativo de entonces, que educó a gran parte de la burguesía liberal en un novedoso sistema que todavía hoy resulta moderno. En una España que difícilmente reconocía a las mujeres, fueron absolutamente avanzadas.

La primera en todo. María Goyri hacia 1897, a sus 24 años, leyendo al aire libre. Fue la única mujer en las aulas de Filosofía y Letras de su tiempo.

Sara Catalán (Canarias, 1963), filóloga, es una de las nietas de Jimena y la única de la familia Menéndez Pidal que trabaja en la fundación que lleva el nombre de su bisabuelo Ramón. La sede de la institución fue su casa y desde allí continúa el trabajo de conservación del archivo familiar que iniciaron sus dos hermanas ya fallecidas, Deborah e Irene. Sara es consciente de que entre sus manos está un material en su mayoría inédito y de ahí su empeño en abrirlo al público para su difusión y estudio.

A María Goyri la educó personalmente su madre, soltera, que le inculcó que ser mujer no la condenaba a abandonar sus inquietudes

Sara Catalán conoció bien a su admirada abuela porque convivió con ella en la residencia familiar, de dos plantas, señorial y austera en el barrio de Chamartín, hoy sede de la Fundación Ramón Menéndez Pidal. «Era una casa familiar y también un centro de investigación y de trabajo. Mi abuela recibía a muchos profesores y personalidades. Me inspiraba mucho respeto. Tenía una presencia y un carácter fuerte. Era mi abuela, pero también la directora de mi colegio», explica.

Entre mujeres. María Goyri con su madre, Amalia, y su tía María Borne. En una España que no solía reconocer a las mujeres, fueron muy avanzadas.

El despacho de Sara es el de su bisabuela María y junto a él, el de Ramón Menéndez Pidal. Si no fuera porque en otro vetusto y pequeño habitáculo hay una joven trabajando con un moderno aparato de digitalización, la casa familiar podría ser la misma que la de hace un siglo, con su mismo suelo de madera crujiente, sus oscurecidas estanterías y mobiliario para archivar que aún contienen las fichas originales, y todo perfumado por un característico olor a libro antiguo.

El rechazo a María. La familia Menéndez Pidal se oponía a la boda de Ramón con María Goyri: no le gustaban las literatas ni las mujeres con carrera...

A su bisabuela María la considera una gran intelectual. Su entrada en la universidad supuso un gran avance en abrir el camino a futuras estudiantes femeninas, que por fin pudieron cursar sus estudios oficialmente a partir de 1910.

Durante su viaje de novios recorrieron la Ruta el Cid y descubrieron los romances de tradición oral; aquello marcaría sus destino

La formación de María Goyri ya estaba marcada por el sentido pedagógico y feminista de su madre, Amalia, que la educó personalmente. Le inculcó que el haber nacido mujer no la condenaba a abandonar sus inquietudes. «Mi camaradería con chicos me enseñó a tratarlos y a hacer que me respetasen, lo que en mi juventud me sirvió de mucho cuando me encontré en la universidad, única muchacha, rodeada de estudiantes [...]», escribió María.

Jimena, la hija. Jimena Menéndez Pidal en la playa de San Sebastián en 1927. Continuó el legado de sus padres y se convirtió en una figura clave de la educación en nuestro país.

Al casarse con Ramón Menéndez Pidal, en 1900, a pesar de la oposición de la familia de él –no les gustaban las literatas ni las mujeres con carrera, además de que María era hija de una mujer soltera–, se convirtieron en un equipo, la pareja Curie española, que marcaron una forma de ser, de trabajar y de investigar totalmente innovadoras.

Su viaje de novios marcó su destino, pues Ramón y ella recorrieron la Ruta del Cid y, de casualidad, descubrieron que los romances de tradición oral procedentes de Castilla estaban vivos y a partir de entonces dedicarían parte de su vida a rescatarlos por toda la geografía española. María era la perfecta compañera de Ramón.

Ramón con el Cid. Gran estudioso del Cantar de Mio Cid, Ramón Menéndez Pidal visitó el rodaje de El Cid en 1961, rodado en España. Aquí saludando a Charlton Heston.

Sabía llevar la carga familiar, pero su preocupación literaria e investigadora era inseparable. No se limitó a ser su mujer y colaboradora, sino que también contribuyó profundamente a la transformación de la enseñanza y cultura españolas. Dejó escrito María Goyri: «La escuela primaria debe ser cuidada maravillosamente, porque la pedagogía no es una palabra baldía ni insensata como se empeñan en demostrar los que la desconocen. Enseñar exige maestro. El maestro debe saberlo ser».

Los curie españoles. Así llamaron muchos a Goyri y a Menéndez Pidal, por su forma innovadora de investigar.

A todo su bagaje intelectual también se suman sus esenciales aportaciones a los estudios de Lope de Vega. El poeta madrileño fue su otra pasión como filóloga e investigadora y publicó varias obras y estudios importantes sobre la juventud del autor.

Jimena dedicó su vida a la educación y aplicó un método revolucionario: enseñaba al aire libre, sin libros de texto, con clases de teatro y manualidades...

A su abuela Jimena, Sara la llamó siempre por su nombre y la describe como una mujer especialmente creativa. «Se hacía su propia ropa y zapatos; y diseñaba muebles –entre ellos, los pupitres del colegio Estudio– o los estuches de cuero para guardar sus fichas de trabajo. Y lo más importante es que era capaz de implementar esa creatividad en su trabajo como pedagoga», puntualiza Catalán.

Jimena, también pionera. Jimena Menéndez Pidal (1901-1990) en el colegio Estudio, que ella misma fundó. Fue el primer colegio mixto y laico en nuestro País.

Jimena creció estimulada por el espíritu familiar de amor a la educación y la cultura y representó en muchos aspectos el despegue de la mujer en la sociedad. Era una de las pocas mujeres que practicaba deporte, estudió en la Institución Libre de Enseñanza, con maestros como Francisco Giner de los Ríos y fue a la universidad, donde ya despuntó su talento pedagógico. En los años que precedieron a la Guerra Civil y todavía muy joven, comenzó a trabajar de maestra y llegó a dirigir la sección de párvulos del Instituto-Escuela, germen del colegio Estudio. Dedicó su vida a la educación, volcada en un proyecto novedoso, sin libros de texto, que se truncó al llegar la guerra civil, y que estaba basado en enseñar al aire libre, a partir de la observación directa, introduciendo el teatro, el dibujo, las manualidades y los juegos como herramientas pedagógicas.

La saga continúa. Sara Catalán, bisnieta de María Goyri y nieta de Jimena, es filóloga, gestora cultural y la única de la familia que trabaja en la Fundación Menéndez Pidal.

Su abuela se casó, como no podía ser de otra manera, con un intelectual, el brillante científico Miguel Catalán (Zaragoza, 1894-Madrid, 1957), que también fue profesor en el Estudio y un heredero del proyecto pedagógico de Jimena. Para no romper la tradición familiar, los recién casados viajaron en su luna de miel a Zaragoza para recoger romances. Aprovechaban cualquier viaje para continuar la misión de Ramón y María, y en Granada conocieron a un desconocido muchacho llamado Federico García Lorca, al que introdujeron la semilla del romancero, cuyo interés desembocaría más tarde en la creación de su famoso Romancero gitano.

El objetivo de la fundación ahora es que el patrimonio de la insigne familia siga abierto a la sociedad, incluida la memoria de su bisabuela y abuela, dos mujeres audaces, comprometidas con la educación para mejorar el mundo. Los 14 olivos centenarios que sobreviven en el jardín de la fundación se erigen como salvaguarda del legado de la familia de Sara. Robustos y resistentes, forman parte de una época fundamental de la historia de España.


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