Los restos del Cid se enterraron en la catedral de Burgos en 1921, hace un siglo. Pero solo permanecen los pocos huesos que quedaron tras el expolio al cual fueron sometidas su sepultura y la de su esposa, doña Jimena, por los franceses durante la
guerra de la Independencia.
Cuando falleció el batallador castellano, en 1099, su primera tumba la tuvo en la iglesia de San Esteban en Valencia, donde pasó tres años hasta que doña Jimena abandonó la ciudad y lo llevó consigo.
Sus restos fueron enterrados en el atrio del monasterio burgalés de San Pedro de Cardeña, donde también recibió sepultura su esposa años después. Alfonso X el Sabio convenció a la Iglesia para que la pareja fuera alojada en el interior del templo. A mediados del siglo XV, el monasterio fue reformado y los restos del Cid y de su mujer fueron depositados en la sacristía, donde estuvieron confinados casi un siglo, hasta que fueron trasladados al ábside, donde permanecieron hasta 1736, año en que se construyó una capilla para custodiarlos.
El Ejército napoleónico en España en 1808 saqueó muchas iglesias y expolió obras de arte y tesoros del patrimonio español; entre ellos, los del Cid y su esposa. Dos franceses fueron los culpables del destierro que sufrieron esos restos: el conde de Salm-Dick y el barón de Delammardelle, que se repartieron el botín.
El primero regaló esos huesos al príncipe alemán Carlos Antonio de Hohenzollern. Gracias a la petición del rey Alfonso XII y del Gobierno español, esos restos regresaron a España a finales del siglo XIX. Poco se sabe sobre lo que ocurrió con los huesos que expolió Salm-Dick. Algunos se encuentran en el palacio checo de Lazne Kynzvart y otros, en manos de un particular en Brionnais, en la Borgoña francesa.
Una vez que las tropas napoleónicas se fueron de España, el sarcófago con los restos que quedaban del Cid fue devuelto al monasterio de Cardeña. Finalmente, en 1921, hace un siglo, se trasladaron al lugar que todavía los acoge: la catedral de Burgos.
Pero todavía hay un hueso campeando a sus anchas fuera de la sepultura del Cid. Es un fragmento de su cráneo que en 1968 pasó a custodiar la Real Academia Española de la Lengua, donde la pieza aún sigue. El 13 de marzo de ese año, Ramón Menéndez Pidal recibió un homenaje en su casa por su 99 cumpleaños. Al parecer, una comisión de académicos decidió homenajearlo mostrándole esa reliquia.
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