El mito de la prisión de alta seguridad de Colditz ha permanecido incuestionable durante más de 70 años: valientes oficiales prisioneros de guerra que desafiaban a los nazis y luchaban por su libertad excavando túneles para abandonar una fortaleza situada en la cima de una colina
alemana. Pero la vida en Colditz no era solo el sueño de escapar, según recuerda el historiador y columnista de The Times Ben Macintyre en su libro Colditz: prisoners of the castle. Aquello era una réplica en miniatura de la sociedad de entonces. La comunidad de prisioneros estaba dividida por cuestiones de clase, sexualidad y raza; y muchos de los reclusos han sido excluidos hasta ahora de la historia porque no encajaban en el molde tradicional del oficial aliado blanco y heterosexual.
Birendranath Mazumdar es uno de ellos. Este médico, hijo de un cirujano de la ciudad india de Gaya, se educó en escuelas de élite según el modelo inglés, pero era un nacionalista indio enfrentado al Imperio británico. Lo que no impidió que, cuando se declaró la guerra, sintiese la necesidad de defenderlo. Había llegado a Londres en 1931, y en 1939 se alistó en el Ejército británico y fue enviado a Francia con el rango de capitán. Un año después lo capturaron. Desde el punto de vista alemán, Mazumdar era una oportunidad. Si podían usarlo para convencer a los indios de que se unieran a los nazis, eso socavaría el dominio británico en la India y aumentaría las fuerzas militares germanas. Como Mazumdar no había ocultado sus simpatías nacionalistas, los alemanes intentaron persuadirlo para que cambiara de bando.
Ante su rotunda negativa, el oficial fue enviado a una prisión de alta seguridad: a Colditz.
Nada más llegar a la fortaleza, cuenta Macintyre, sintió el rechazo de sus compañeros. Allí era el indio, el diferente, y fue excluido del principal tema de conversación: los planes de fuga. «Me enteré de lo que tramaban los franceses y los holandeses, pero no los británicos», recordó. Cuando se postuló como candidato para futuros intentos, la idea fue recibida con sorna. «¿Tú? ¿Escapar? ¿Con tu piel oscura?».
Mazumdar se replegó sobre sí mismo... hasta que un día fue llamado al despacho del comandante alemán. Allí lo aguardaba un joven indio vestido con el uniforme de la Wehrmacht. El tipo le habló en inglés: «Traigo un mensaje de Subhas Chandra Bose. Desea que vayas a Berlín».
Subhas Chandra Bose era un nacionalista indio y colaborador nazi. Para muchos indios, fue un luchador por la libertad; para los británicos, un traidor. A diferencia de Gandhi, Bose estaba dispuesto a utilizar la violencia para acelerar la independencia. Los británicos lo pusieron en 1940 bajo arresto domiciliario en Calcuta. Un año más tarde, con ayuda alemana, escapó. Una vez en el Tercer Reich, se dedicó a reclutar a compatriotas y formó la Legión India Libre, una fuerza de infantería leal a Hitler.
Mazumdar fue llevado a Berlín. Admirador de Bose desde niño, Mazumdar se quedó mudo cuando este lo recibió y le tendió la mano: «Únete a mi legión. Ven a luchar por la libertad de la India... Espero conseguir la independencia con la ayuda de los nazis». Hablaron hasta bien entrada la noche. Mazumdar se sintió desgarrado por la decisión. Tenía la oportunidad de luchar por la independencia de la India; pero le pesaban su voto de lealtad a Gran Bretaña y su sentido del deber.
Finalmente, rechazó la oferta. «Me opongo al dominio británico, pero he hecho un juramento de lealtad a Gran Bretaña», dijo. De vuelta a Colditz no tenía duda de que había hecho lo correcto. Pero a su llegada arreciaron las burlas. «¿No te querían después de todo?», se mofaron sus compañeros.
Así las cosas, Mazumdar tomó una decisión: planear su propia fuga. «Estaba harto. Tenía que demostrar que podía escapar». Mazumdar sabía que los alemanes habían creado un puñado de campos exclusivamente para prisioneros indios que contaban con menos medidas de seguridad. Que lo trasladaran a uno de ellos era su oportunidad. Para lograr su objetivo, desplegó «la única arma de la que disponía»: una huelga de hambre.
El 12 de febrero de 1943, Mazumdar declaró que solo consumiría agua y algo de sal hasta que lo trasladaran a un campamento para indios. Los alemanes, primero, se sorprendieron y, luego, se alarmaron. Después de 15 días, Mazumdar estaba ya muy frágil para abandonar su cama, pero se mantuvo firme. El día 16 llegó un mensaje de Berlín. «El doctor Mazumdar debe cesar su huelga de hambre y abandonar el campo tan pronto como haya recuperado sus fuerzas».
De un día para otro, el médico indio se convirtió en el hombre de moda entre los reclusos. El comité de fuga lo certificó regalándole un «rascador de culo», un cilindro que se podía ocultar en el recto, lleno de billetes alemanes.
El 26 de febrero de 1943, Mazumdar salió por la puerta de Colditz y lo subieron a un tren con un grupo de prisioneros indios. Cerca de Angulema, en Francia, forzó la ventanilla del vagón y saltó con el tren en marcha. Con un dedo roto partió hacia el sur a pie, con la esperanza de cruzar los Pirineos y llegar a España. No pudo ser. Cerca de Toulouse fue detenido y de nuevo entregado a los alemanes.
«Mi primer contacto con la Gestapo no fue agradable», recuerda. Le interrogaron y le dieron una paliza salvaje. Luego, lo enviaron a Chartres, en Francia, un campo en el que 500 indios cautivos estaban custodiados por una guarnición de tropas franco-argelinas bajo mando alemán. Allí comenzó a planear su siguiente intento de fuga. «Estaba decidido a escapar, pasara lo que pasara».
En Chartres, Mazumdar hizo su primer amigo desde su captura: Dariao Singh, de los Lanceros Reales, un soldado de más de 1,80 metros de altura y con barba abundante. Los dos escaparon el 3 de junio de 1943. Hicieron un boquete de 60 centímetros en una pared y luego forzaron una ventana. La puerta del campamento estaba a 500 metros, pero antes había que superar un terreno salpicado de alambradas e iluminado por reflectores. Cortaron las vallas, metódica y silenciosamente, y llegaron a la puerta de hierro, de 5 metros de altura, coronada por más alambre de espino. Singh subió a la parte superior, cortó el alambre y arrastró a Mazumdar tras él. Aterrizaron al otro lado y se deslizaron entre las sombras. Habían tardado tres horas en arrastrarse de un lado a otro del campamento. Una vez libres, corrieron sin detenerse bajo la lluvia.
Su plan era llegar a Suiza caminando solo de noche. «Íbamos vestidos con ropa de presos y no teníamos ni mapa ni brújula». Hambrientos, se armaron de valor para acercarse a una granja aislada, donde los acogieron y les dieron comida y ropa. Mazumdar se mostró conmovido por la disposición de los campesinos franceses a arriesgar sus vidas.
La travesía de Francia emprendida por Mazumdar y Singh es una de las gestas no contadas de la Segunda Guerra Mundial: dos soldados inequívocamente indios recorriendo 900 kilómetros en seis semanas a través del territorio controlado por los nazis. Finalmente alcanzaron la frontera entre Francia y Suiza. A las nueve de la noche del 13 de julio de 1943 la cruzaron. Tres horas más tarde llegaron al pueblo suizo de La Rippe y entraron tambaleándose en la comisaría. Después de tres años de cautiverio, el médico indio era libre.
Los primeros días, Suiza le pareció un paraíso. Se matriculó en la clínica especializada en tuberculosis de Locarno. Incluso inició una relación con una joven suiza. Sin embargo, las sospechas seguían rodeando a Mazumdar. Las autoridades británicas desconfiaban de su contacto con Bose. Tanto que el oficial británico de mayor rango en Suiza decidió ir a por él y lo acusó falsamente de robar dinero destinado a material médico. Cuatro meses estuvo retenido, hasta que en noviembre de 1944 fue trasladado a Marsella y embarcado a Inglaterra. Mazumdar podría haber regresado a su país natal cuando la India obtuvo la independencia, pero prefirió quedarse en Inglaterra. Se casó con una inglesa y trabajó como médico de familia. A lo largo de su vida, muy pocas veces habló de Colditz, pero antes de su muerte en 1996 hizo una serie de grabaciones en las que describía su increíble aventura.
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