Impactaban en blanco y negro y, ahora, en color sobrecogen todavía más. El libro 'Sangre en la Frente' (Desperta Ferro Ediciones) reúne imágenes impresionantes rescatadas de archivos de toda España y con sus colores repuestos por Jordi Bru y Jesús Jiménez Zaera. Refugiados, huérfanos, milicianos, legionarios y los espantos de entonces resucitan con conmovedora viveza.
Cráter en la carrera de San Jerónimo, en Madrid. La capital sufrió una lluvia de explosivos; la primera cayó la noche del 27 de agosto de 1936. Los profesores de la Universidad Politécnica de Madrid Enrique Bordes y Luis de Sobrón calculan que los bombardeos destruyeron más de 2200 edificios de la ciudad.
«Dos aspectos otorgaron cierta ventaja a los sublevados: que retuvieron un 57 por ciento del parque artillero; lograron mejores cuadros cualificados y un suministro regular de material de aliados extranjeros», explica Jesús Jiménez, coautor de Sangre en la frente. Aquí, dos soldados de artillería del Ejército del Norte con un cañón italiano en el puerto de Pajares (Asturias).
Las tropas franquistas entraron en Madrid el 28 de marzo de 1939. Esta imagen de combatientes marroquíes descansando en los soportales de la Plaza Mayor de Madrid recién capturada se tomó aquel mismo día. Se calcula que unos 80.000 soldados marroquíes lucharon con las tropas de Franco durante la Guerra Civil española.
Desde el 6 de agosto de 1936, las estaciones del Metro de Madrid permanecieron abiertas durante toda la noche. Se utilizaron como refugio antiaéreo y se empezaron a llenar de gente (refugiados de pueblos vecinos, indigentes...) que se acomodó allí de modo permanente, lo que generó problemas de salubridad, seguridad (había quien se instalaba en las vías) y convivencia.
Un herido por metralla recibe una 'cura en vivo' en el hospital militar del colegio San Pío V de Valencia –actual Museo de Bellas Artes de la ciudad–. En Valencia, la afluencia de heridos de la batalla de Teruel estuvo a punto de colapsar su capacidad sanitaria. En la Guerra Civil española murieron en torno a medio millón de personas.
En noviembre de 1937, un avión italiano lanzó sus bombas sobre Monzón (Huesca) y descargó la tragedia en la familia Gracia Bramala. La madre, Pilar, falleció y los niños, Alicia y Amadeo, perdieron una pierna. En esta foto cargada de desaliento, tomada por el fotógrafo holandés Roger-Viollet, los supervivientes de esta familia huyen; van camino del paso fronterizo de Col d'Ares.
Las Brigadas Internacionales editaron más de 60 periódicos. En ellos había adoctrinamiento, propaganda, cursos de español... «En el comisariado había una abrumadora hegemonía comunista que implicaba un alineamiento con la Komintern», se cuenta en Sangre en la frente. Aquí, puesto de campaña con los retratos de Marx, Stalin, Lenin y el general José Miaja.
«No soy fascista ni bolchevique; soy un solitario». Se lo dijo Miguel de Unamuno al periodista Nikos Kazantzakis semanas antes de morir. Sus últimos días los pasó Unamuno encerrado en su casa, condenado al ostracismo tras su enfrentamiento con el general Millán Astray en la apertura del año académico de 1936. Aquí, su bronca salida del Paraninfo de la Universidad de Salamanca.
Un grupo de milicianos posa con vestimentas sacerdotales tras saquear la iglesia de Angüés (Huesca) en septiembre de 1936. «La violencia clerófoba se cobró durante la guerra cerca de 6800 vidas, una cifra elevada, teniendo en cuenta que en 1936 había en España en torno a 115.000 religiosos», se explica en el libro Sangre en la frente.
En la defensa de Madrid participaron civiles, las primeras Brigadas Internacionales, fuerzas de seguridad, la guarnición de la ciudad y «brigadas mixtas de un incipiente Ejército Popular y del oportuno material de guerra aéreo soviético», cuenta Jesús Jiménez Zaera en el libro Sangre en la frente. En la toma de la capital se terminó luchando edificio a edificio.