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Animales de compañía

Tetas revolucionarias

Juan Manuel de Prada

Viernes, 25 de Agosto 2023, 10:00h

Tiempo de lectura: 3 min

Para entender el modus operandi de la izquierda caniche, no existe ejemplo más ilustrativo que su encendida loa de cierta cantante que se sacó las tetas de la blusa, en mitad de un concierto, acompañando el arrebato de un sopicaldo de frases ruborizantes: «Porque nadie nos puede arrebatar la dignidad de nuestra desnudez», «Hoy es el día de la revolución», etcétera. Todo se torna, además, más chusco si consideramos que la cantante en cuestión ha hecho siempre una música sin riesgo ni vértigo, sin problema ni aspereza ni incomodidad alguna. Una música para consumo de masas, como el gesto de sacarse las tetas, que la cantante sin embargo proclamó un acto revolucionario.

A la gente le molesta mucho más no poder cocinar con aceite de oliva que ver tetas

En la naturaleza revolucionaria y transgresora de sacarse las tetas coincide también la izquierda caniche, siempre que se haga fuera de un 'contexto erótico' y no tenga como objetivo la 'satisfacción onanista' del macho. Esta gente tiene los cerebros tan arrasados por el napalm de su propia propaganda que cree que se pueden delimitar los 'contextos eróticos' a su capricho, como si el deseo masculino fuese un perrito adiestrado al que le dicen: 'Ahora puedes darte satisfacción onanista'; o bien: 'Ahora no puedes y te chinchas'. Pero, aunque estos pedorros no lo sepan, ha habido hombres tan envilecidos que se han excitado viendo las tetas exangües de las mujeres famélicas amontonadas en un barracón a las que tenían que ejecutar; se han excitado tanto esos hombres que, antes de volarles la tapa de los sesos, las han violado. Desde luego, enseñar las tetas antes de ser fusilada me parece un acto mucho más revolucionario que enseñarlas en un concierto para pijos; pero, si un patíbulo puede ser un 'contexto erótico' para ciertos hombres, sospecho que un concierto para pijos también.

Resulta, en verdad, llamativo que a estas alturas de la película vuelvan a decirnos, como en la época del 'destape', que sacarse las tetas resulta un acto transgresor. Aquella exhibición de tetas que invadió las salas cinematográficas, allá por los años setenta, fue un fenómeno sociológico promovido por tartufos burgueses; y cincuenta años después se nos presenta, en cambio, como un acto revolucionario y transgresor. ¿No será que quienes hoy se pretenden revolucionarios y transgresores son en realidad los mismos burgueses tartufos de entonces, pero con distintos collares? Aunque la izquierda caniche pretenda someter a sus adeptos a las leyes de la distorsión cognitiva, lo cierto es que exhibir las tetas a nadie molesta, como a nadie molesta tampoco la exhibición de tatuajes o de conquistas sexuales: se han convertido todas ellas en exhibiciones tan atosigantes y ubicuas que hasta quienes las repudian han acabado criando callo y acostumbrándose. A mí me parece que, en general, a la gente le molesta mucho más no poder cocinar con aceite de oliva, o no poder utilizar la lavadora a determinadas horas, porque su bolsillo no se lo permite, que ver tetas. Evitar que se disparen los precios del aceite de oliva o del recibo de la luz, siendo actos por completo naturales en cualquier gobierno con sentido de la justicia social, serían actos infinitamente más revolucionarios que aplaudir la exhibición de tetas, que a mi juicio es un acto tartufo y casposo, amén de asquerosamente burgués.

Conviene recordar, en fin, que las transgresiones nunca puede impulsarlas la ideología dominante (que, hoy por hoy, es la ideología de la izquierda caniche). Las falsas transgresiones que desde ella se impulsan son sólo las ingenierías sociales que interesan a la plutocracia; y, en este caso concreto de la exhibición de tetas, la «desublimación represiva» de la que hablaba Marcuse (a quien la izquierda caniche, por supuesto, no ha leído); es decir, una «liberación de la sexualidad en modos y formas que reducen la energía erótica», de tal modo que, cuantos más culos y tetas, coños y pollas se nos exhiben, más se domestica nuestra energía creativa, más pálida y desfalleciente se torna nuestra capacidad de protesta, más abyecta se vuelve nuestra sumisión al poder. Pero a Marcuse ya sólo lo lee un facha terrorífico como yo; la izquierda caniche se dedica a leer a Harari y demás lacayuelos de la plutocracia.

Transgresor no es exhibir las tetas, sino guardarlas como un tesoro para quien las merece y hacer con ellas un parapeto contra las distorsiones cognitivas fomentadas por quienes desean convertirnos en los 'hombres unidimensionales' de los que también hablaba Marcuse: borregos que piensan que sacarse las tetas es un acto revolucionario y pagar un potosí por un litro de aceite una fatalidad incoercible; borregos convencidos de que se puede cambiar el clima, pero no el precio de la luz.