Las columnas nacen rápido y mueren igual de rápido por pura ley de vida periodística. Su existencia suele ser fugaz como una perseida en el cielo de agosto y muy pocas alcanzan a perpetuarse en el tiempo. Cuando en 2014 comenzaron a publicarse estos pequeños Reinos de humo, bautizados así por pura humildad, nunca pensé en que un día acabarían mudándose a vivir al interior de un noble libro.
En aquellos inicios sufría porque pensaba que no habría inspiración ni temas suficientes para continuar cuando pasaran los meses, no digo ya los años. También porque su cortísima extensión impedía desarrollar los argumentos. Cada palabra escrita era oro y no permitía ni entremeses ni entreactos. Solo cuando me convencí de que cada uno era un arma de duelo, de un solo disparo, de idea única, encontré el camino.
Nunca pensé en que estos pequeños 'Reinos de humo', bautizados así por pura humildad, un día acabarían mudándose a vivir al interior de un noble libro
Lo cierto es que los temas no se han agotado. Los Reinos de humo hablan sobre la gente y sus vidas, la historia, el amor, las pasiones y todo aquello que nos hace humanos, aunque la disculpa siempre sea culinaria. Andando el tiempo, muchas de aquellas columnas, acompañadas por otras, primas carnales, más extensas pero de similares ideales, han terminado ganándose la plácida vida de la estantería. Animal cocinero es el libro que estos días ha puesto a la venta la editorial Abalon Books en una inmerecida edición color mostaza que inaugura la colección de ensayo de dicha casa, todo un honor para mis humildes columnas.
A los lectores más veteranos no les sorprenderá el título, porque fue en aquellos primeros escarceos cuando les conté que el erudito escocés James Boswell afirmaba en pleno siglo XVIII que la condición que nos diferencia a los sapiens de todas las demás bestias no es otra que la capacidad de cocinar. Así que, animales cocineros que siguen ahí cada semana, muchas gracias.
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