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Las mujeres, contra el islamismo radical Jina Mahsa Amini [2000-2020] Habla la familia de la joven que despertó a Irán: «Hoy ha sido Jina, mañana será otra»

Jina Mahsa Amini es ya un icono global de la resistencia contra el islamismo en los países árabes. El rostro que representa a todas las que claman «mujer, vida, libertad». Pese a estar amenazados y tener sus teléfonos intervenidos, sus familiares nos cuentan quién era la joven iraní cuya muerte encendió la mecha de una revolución imparable.

Viernes, 23 de Diciembre 2022, 10:40h

Tiempo de lectura: 10 min

No sabíamos que un día nuestra madre se quedaría dormida en tu cama, agotada de tanto llorar; que nuestro padre se quedaría sentado en un rincón de la habitación ocultándonos sus lágrimas; que yo sería incapaz de abrir la guantera de mi coche para no tener que ver ese pañuelo tuyo que se quedó ahí… Mi único deseo es volver a abrazarte otra vez». | Ashkan Amini, 21 años, hermano de Jina Mahsa Amini, el 11 de octubre en Instagram.

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La joven arrestada y muerta. Jina fue detenida el 13 de septiembre por la Policía de la Moral iraní en Teherán por llevar un mechón de pelo por fuera de su hiyab. La arrastraron hasta una comisaría, donde poco después se desplomó inconsciente. Tras dos días en coma, con lesiones en la cabeza y respirando por un tubo, murió el 16 de septiembre desencadenando un terremoto de protestas por todo Irán y el resto del mundo.

Es un martes de finales de octubre, 39 días después de su muerte. Diako Aili, primo de la joven, se sienta en un sillón de su casa en un pueblo cerca de la ciudad noruega de Bergen y abre un álbum de fotos. «Esta es Jina», dice, y señala a una niña pequeña con pantalones de flores, su melena negra le cae espesa y brillante sobre los hombros. «Nadie la llamaba Mahsa», dice Diako Aili. Nadie usaba ese nombre, ni la familia ni los amigos ni ella misma. Tuvieron que ponerle un nombre persa para el pasaporte: por lo general, los nombres kurdos no están aceptados oficialmente. Jina vivía en Saqqez, una ciudad kurda de 140.000 habitantes, no lejos de la frontera iraquí. Con su familia hablaba kurdo y todos allí la llamaban solo por su verdadero nombre.

Jina fue detenida el 13 de septiembre por la Policía de la Moral iraní y arrastrada hasta una comisaría, donde poco después se desplomó inconsciente. Pasó dos días en coma, con lesiones en la cabeza y respirando por un tubo. Su muerte el 16 de septiembre desencadenó un terremoto cuyas réplicas se siguen sintiendo por todo el país. Se convirtió en un icono involuntario de una oleada de protestas que Irán no había conocido desde la revolución de 1978-1979. Las mujeres quemaban sus pañuelos, las alumnas de los colegios se echaban a las calles. Y aún hoy miles de personas siguen protestando, arriesgando su vida.

Jina leía a todas horas y esperaba plaza universitaria para estudiar Biología. Era alegre, curiosa, con ansias de saber

La mecha se extendió, traspasó fronteras, y ha llegado a lugares como Madrid, Londres o Nueva York, incluso a Catar, donde la selección iraní de fútbol se negó a cantar el himno nacional antes de su partido contra Inglaterra. Multitud de exiliadas iraníes, pero también estrellas como Juliette Binoche, se han cortado el pelo públicamente en muestra de solidaridad. Y en todas las manifestaciones resuenan las tres palabras: 'mujer', 'vida', 'libertad'. Y en todas los manifestantes sostienen en alto la fotografía de Jina Amini. Pero ¿quién era Jina Mahsa Amini? ¿Cómo vivía? ¿Qué sueños tenía?

A sus familiares en Irán les cuesta hablar con periodistas. Sus teléfonos están intervenidos, la familia empezó a recibir amenazas. En todas las conversaciones se percibe una prudencia extrema.

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Jina, no Masha. Jina en diversos momentos de su corta vida. «Nadie la llamaba Mahsa –dice su primo Diako Aili–. Ese es un nombre persa que le exigieron para el pasaporte: Irán no acepta los nombres kurdos».

De la puerta de la boutique donde trabajaba Jina Amini, en Saqqez, cuelga un candado. Las luces están apagadas. Su padre, Amjad Amini, un agente de seguros jubilado, nos cuenta por teléfono que su hija le pidió que le montara la tienda mientras esperaba que le concedieran plaza en la universidad. En verano, pocos meses antes de su muerte, su padre accedió y su deseo se hizo realidad.

A sus 22 años, Jina Amini todavía vivía con sus padres en una bonita casa de dos pisos un barrio de clase media. Su tienda, Best Boutique, se encuentra en una galería comercial. Poco antes de la muerte de Jina Amini, su tía Aliya Aili viajó a Saqqez desde Noruega para visitar a la familia. «No me lo termino de creer», dice. Hace poco estaba abrazando a su sobrina, hablando con ella, riendo juntas. Y ahora… «Era una chica tranquila, casi tímida, que siempre tenía una sonrisa», dice su tía. Le gustaba trabajar en su boutique, dice. A pesar de que sus clientas nunca pudieran lucir por la calle las camisetas ajustadas que vendía.

Su tía Aliya Aili apenas durmió durante las primeras semanas tras la muerte de su sobrina, dice desde Noruega. Todos los días, cuando se despierta, sus primeros pensamientos son para Jina y su familia, y su primera mirada, para el teléfono móvil, por si hay alguna novedad. La mañana en la que hablamos, las agencias de noticias informan de que un buen número de los manifestantes detenidos en las protestas se enfrentan a la pena de muerte. «Deja el móvil de una vez, no puedes estar mirándolo todo el día», le dice su marido.

Mozhgan Efekhari | Madre de Jina Amini

«Nunca podré aceptar que ya no existes. Eres mi luna, eres inmortal»

Publicado en Instagram el 25 de octubre

Aliya Aili ronda los 50 años. Se marchó de Irán a comienzos de los noventa, acababa de cumplir la mayoría de edad. Desde entonces puede vestir cómo quiera y decir lo que piensa. Amini vivía con otras reglas: pelo y cuello cubiertos por un pañuelo, las formas femeninas ocultas bajo un abrigo, ni un centímetro de piel a la vista desde las muñecas hasta los tobillos.

Jina vino al mundo el 21 de septiembre de 1999, martes, y desde ese momento no hubo un solo día en el que no se vieran o al menos hablaran, cuenta Rahman Aili, su abuelo. Cuando todavía era un bebé, empezó a llamarla schne, 'brisa', y siguió llamándola así cuando se hizo mayor.

De pequeña, los médicos le descubrieron un tumor benigno en el cerebro, la operaron y todo salió bien. Después de aquello no volvió a tener problemas de salud, dice su abuelo. Lo recalca porque los forenses iraníes dijeron que la muerte de su nieta había sido consecuencia de aquella antigua cirugía, no de la violencia policial. Todos sus familiares aseguran que Jina estaba perfectamente sana.

A Jina le gustaba trabajar en su tienda aunque sus clientas no pudieran lucir por la calle las camisetas ceñidas que vendía

Era una chica alegre, curiosa, con ansias de saber. Le encantaba ir al colegio, también los libros, leía a todas horas. Jina y su madre eran inseparables, cuenta el abuelo. Desde la muerte de Jina, su madre está como ida. Ya no tiene fuerzas para llorar. «A veces me la encuentro hablando sola», cuenta. Cuando le pregunta que con quién habla, le responde: «Con Jina».

Hace un par de semanas, la madre de Jina publicó en Instagram un vídeo de su hija. En él se ve a Jina mirando a la cámara, con gafas, sonriente, cantando una canción que se oye de fondo: «Cuando estás aquí, el cielo es azul, la tristeza se oculta detrás de las montañas».

Es un tema de la cantante iraní Googoosh. Ella también experimentó en primera persona lo que significa ser castigada por el régimen. Su música fue prohibida. No le permitían cantar ni aparecer en público. Su voz no volvió a oírse hasta que se marchó del país. Jina Amini soñaba con estudiar Biología, llevaba mucho tiempo esperando plaza. Su padre, Amjad Amini, habla de lo mucho que estudió para el examen de ingreso, de la cantidad de libros que compraba, de que en su casa tienen una verdadera biblioteca.

También comenta: «Nunca iba sola a ningún sitio. Siempre llevaba vestidos cerrados, respetaba el Corán. Siempre salía con la familia». Lo repite una y otra vez, como si quisiera subrayar lo formal que era su hija y contrarrestar la propaganda oficial.

Y añade: «Era como una amiga para mí. Siempre estábamos juntos». No sabe cómo explicar lo que siente. «La echo mucho de menos», dice.

Ashkan Amini | Hermano de Jina Amini

«Te llevas tu vida de vacaciones, quieres enseñarle la ciudad, luego traes de vuelta su cuerpo sin vida. Es difícil de entender, ¿verdad?»

En Instagram el pasado octubre

La razón de aquel último viaje era el futuro de Jina. La familia se fue con ella a Urmía, una ciudad en el noroeste de Irán, para acompañarla en los trámites de matriculación en la universidad. Jina había solicitado plaza para estudiar allí Biología y, tras superar el examen de acceso y una larga espera, por fin la habían admitido. El 23 de septiembre habría empezado su primer semestre, cuenta el padre de Jina. Todo estaba cuidadosamente planificado: una de sus primas, que vivía en Urmía, se había marchado al extranjero, y Jina se iba a quedar con su habitación en la casa de sus tíos.

Empezar de cero en una ciudad a 220 kilómetros era un gran paso para Jina. Su vieja vida quedaba atrás. La idea era que su padre y su hermano se hicieran cargo de Best Boutique. Antes de instalarse en Urmía, la familia estaba de vacaciones en Teherán. La tarde en la que Jina fue detenida, el 13 de septiembre, ella y sus primos habían salido a dar una vuelta por la ciudad. Una de las últimas fotos de Jina se tomó en el metro poco antes del arresto. Está sentada en un vagón con una botella de agua en la mano y sonríe. Lleva un largo vestido negro y un pañuelo negro. Un solo mechón de pelo se escapa de él y le cae sobre la frente.

Su madre está como ida. No tiene fuerzas ni para llorar. «A veces la veo hablando sola», cuenta el abuelo de la joven

Uno de sus primos subió la foto a Instagram. Y escribió: «Esta es una foto de Jina Amini, mi bella prima. Fue tomada en el metro antes de su traslado a la comisaría de Policía. ¿Hay algo en este atuendo que no sea correcto? #Justicia». El grupo se bajó del metro entre las seis y las seis y media de la tarde. Jina y sus dos primos fueron abordados por miembros de la Policía de la Moral, presuntamente por no vestir conforme a lo dispuesto por el islam. Solo se llevaron a Jina Amini.

Uno de los primos le contó más tarde a su tía en Noruega lo que ocurrió: Jina intentó resistirse, pero la Policía de la Moral la metió a la fuerza en un vehículo. Los primos la siguieron hasta la comisaría. Al cabo de dos horas, varias mujeres salieron del edificio gritando: «La han matado». Luego llegó una ambulancia y se llevó a Jina al hospital. Hay imágenes de los padres de Jina Amini en los pasillos, abrazados, esperando. «Todos teníamos la esperanza de que acabaría despertándose», dice Diako Aili, su primo. Jina pasó dos días en coma. Murió el 16 de septiembre.

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Todas con las iraníes. Actrices y directoras españolas y francesas han publicado vídeos en los que se las ve cortándose el pelo como muestra de apoyo a las mujeres en Irán.

Lo que ocurrió exactamente tras la detención de Jina Amini sigue sin estar claro. Una cámara de videovigilancia muestra a la joven saliendo de un furgón de la Policía junto con otras mujeres, luego es conducida al interior de la comisaría y a una sala. Allí se sienta y espera. Luego se la ve ponerse de pie y hablar con una policía. Las dos mujeres parecen discutir sobre la ropa de Jina. Ella se señala el largo abrigo, la agente le levanta la tela del vestido. Poco más tarde se ve a Amini llevarse las manos a la cabeza, apoyarse en el respaldo de una silla y a continuación, exactamente a las 19:56, desplomarse inconsciente.

El régimen iraní asegura que murió por un fallo multiorgánico por la falta de oxígeno en el cerebro. La causa del desmayo en la comisaría habría sido una dolencia previa, afirmación con la que se apunta a la cirugía a la que fue sometida de pequeña para extirparle el tumor. Su familia mantiene que Jina estaba sana.

Ashkan Amini | Hermano de Jina Amini

«Mira, estoy esperándote en la puerta. Ven. Abre los ojos, hermanita»

En Instagram poco antes de su muerte

Y, de hecho, hay muchos elementos que hacen pensar que su muerte tuvo causas violentas: una testigo que estuvo con ella en la comisaría declaró ante la prensa iraní que Jina le había contado que la habían golpeado en la cabeza mientras la llevaban en el furgón policial. Hay una foto en la que se la ve tumbada en una cama del hospital. En su oreja derecha se observa lo que parece sangre. Además, a los pocos días de su muerte aparecieron imágenes de un TAC del hospital. Los médicos dijeron que el cráneo mostraba una fractura en el lado derecho, también se habló de una hemorragia cerebral.

Su abuelo dice: «Estoy convencido de que fue tratada con violencia». Su padre reconoce: «Me gustaría que los responsables recibieran su justo castigo». Su tío comenta: «Hoy ha sido Mahsa y mañana será otra». Hasta hoy, más de 450 personas han muerto en las protestas; muchas de ellas, mujeres jóvenes. Una es Nila Shakarami, de 16 años: la hallaron muerta en un patio interior en Teherán, según su familia con la nariz y los pómulos rotos. Otra es Sarina Esmailzadeh, también de 16 años: habría muerto por golpes en la cabeza durante una protesta en Karadash. Oficialmente, las dos chicas se habrían suicidado. En la lápida de Jina se lee: «Querida Jina, no estás muerta. Tu nombre se convertirá en símbolo».


© Der Spiegel