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El regalo envenenado de los talibanes ¿Por qué la escasez de heroína en Europa puede tener efectos devastadores?

El 95 por ciento de la heroína consumida en Europa procede de las amapolas de Afganistán. Tras prohibir los talibanes su cultivo, la heroína ya empieza a escasear en Occidente. Esto, lejos de ser una buena noticia, puede tener efectos devastadores. Te lo contamos.

Viernes, 29 de Septiembre 2023

Tiempo de lectura: 8 min

Menos droga ilegal en el mercado debería ser una buena noticia... Pero no. Europa debe prepararse para una crisis en el suministro de heroína que podría disparar el uso en el continente del temido fentanilo, una droga devastadora cuyo abuso ya es la principal causa de muerte entre los 18 y los 49 años en Estados Unidos, pero que en Europa apenas goza de implantación.



La advertencia procede de la agencia de drogas de la Unión Europea, la EMCDDA. Y la razón de esta alerta se halla en Afganistán, el mayor productor mundial de adormidera, planta base para la producción de opio y sus derivados, y origen del 95 por ciento de la heroína disponible en Europa. Mientras el mundo asiste a un incremento generalizado del tráfico de todo tipo de estupefacientes –«Nunca habíamos visto tanta droga en Europa, ya sea de contrabando o fabricada aquí mismo», advierte Alexis Goosdeel, director de la EMCDDA–, el infausto 'caballo' ha reducido drásticamente su flujo.

Para eliminar los cultivos de adormidera, se arrancan las plantas con palos y manos para después incinerarlas

Recuperado el poder en agosto de 2021, tras 20 años de guerra, el régimen talibán decretó en abril de 2022 la prohibición del cultivo de adormidera, de la producción de opio y heroína y de su contrabando, actividad que representa el 14 por ciento del producto interior bruto afgano. Quien violara la prohibición sería sancionado según la ley sharía. El Gobierno de los fundamentalistas permitió recoger una última cosecha, estimada en 6200 toneladas de opio, que fue vendida a un precio muy lucrativo, ya que la amenaza de escasez disparó en aquellos días su cotización.

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Paraíso artificial. Dos drogadictos preparan heroína con fentanilo para inyectarse la mezcla en Kensington, un barrio de Filadelfia plagado de adictos. En Estados Unidos, las muertes por sobredosis se han disparado en los últimos años. |Getty Images.

Desde entonces, cada día es más cara, sobre todo porque la superficie cultivada en Afganistán se ha reducido de forma drástica, incluida la destrucción de plantaciones enteras. Imágenes por satélite tomadas por Alcis, una empresa británica de servicios geográficos de información, testifican el destierro casi total del cultivo de amapola en la provincia de Helmand, responsable por la producción de más de la mitad del opio afgano.

David Mansfield, asesor sobre Afganistán de gobiernos, instituciones y ONG y autor de libros como Un Estado construido sobre arena: cómo el opio socavó a Afganistán (Oxford University Press), afirma que la reducción en la producción de opio afgano en un año, de hasta el 80 por ciento, no tiene precedentes. Circunstancia que lleva a Mike Trace, expresidente de la EMCDDA, a lanzar una seria advertencia sobre el «impacto que esta reducción tendrá en los patrones de consumo y adicción de heroína en Europa», un continente con más de un millón de personas (unas 70.000 en España) enganchadas al 'jaco'.

Se abren dos escenarios posibles

Ante la escasez se plantean dos escenarios. En el 'mejor', la demanda de servicios de desintoxicación o sustitución se disparará, según la EMCDDA. En el peor, los yonquis se pasarán a opioides sintéticos más baratos y accesibles como el fentanilo. Una opción sobre cuyas consecuencias Europa ya tiene precedentes.

Cuando, en 1996, los talibanes alcanzaron por primera vez el poder en Afganistán –financiados, en parte, con la venta de opiáceos–, decretaron, en el año 2000, una prohibición similar a la hoy vigente y la producción y exportación de opioides se colapsó. Su precio se disparó al tiempo que se desplomaba su grado de pureza y se elevaba el número de sobredosis en Occidente.

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Ni rastro de las amapolas.Imágenes por satélite de la empresa Alcis muestran la desaparición, en apenas un año, de los cultivos de adormidera (en rosa) en la provincia de Helmand, origen de la mayor parte de la heroína afgana con destino a Europa. En verde, los cultivos de trigo.

Tras el desalojo de los talibanes, por parte de Washington y sus aliados en diciembre de 2001, se retomó la actividad en territorio afgano de tal forma que llegó a vivirse una expansión histórica. Las cosas, sin embargo, no habían vuelto exactamente a su sitio. Hubo consecuencias de un calado que nadie entonces supo ver: el breve periodo de escasez había sido aprovechado por los narcotraficantes para iniciar la expansión del fentanilo.

Como laboratorio para su ensayo escogieron Estonia. Tras el colapso soviético, en 1991, y la consiguiente crisis económica, la tasa de drogodependientes en el país báltico, con poco más de un millón de habitantes, se disparó. Un mercado de ámbito reducido con un gran número de consumidores; este fue el terreno propicio para que, al desaparecer el 'caballo' de las calles por la prohibición talibán, aterrizara el nuevo opioide sintético, 50 veces más fuerte que la heroína y 100 más que la morfina.

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Dinamitar el mercado. Tras la última cosecha permitida de adormidera, que disparó los precios por la elevada demanda ante la inminente escasez de heroína, los talibanes ejercen un control total de los cultivos de amapola y de la producción de opiáceos, quemando plantas y alijos incautados. |Getty Images.

Tan agresiva fue su implantación que cuando las amapolas crecieron de nuevo en los valles afganos, el fentanilo prosiguió su avance pese al regreso de la heroína. Se daba inicio así a una lucha de casi dos décadas contra una epidemia tan devastadora que la tasa de mortalidad por sobredosis llegó a multiplicar por seis la media europea.

La heroína es como inyectarte agua

El nuevo producto estaba lleno de 'ventajas' para los traficantes. Más fácil de fabricar y contrabandear que la heroína, mucho más rentable –un kilo a 5000 dólares puede rendir más de 1,5 millones, según la DEA– y, para colmo, su efecto pasa rápido y es mucho más adictivo. «Una vez que te haces adicto al fentanilo, la heroína ya no funciona –revela un usuario estonio–. Después de eso es como inyectarte agua».

El fentanilo intentó la aventura americana poco después, cuando la organización del narco mexicano el Chapo Guzmán proyectó iniciar su expansión enviando diez kilos a sus hombres en Chicago. La Policía detuvo a los implicados, desmontó el laboratorio de origen y el Chapo dejó a un lado aquel experimento para centrarse de nuevo en sus quehaceres habituales, pero, sin ser del todo consciente, había colocado la primera piedra de un lucrativo negocio.

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Los estragos del fentanilo en Estados Unidos. Amigos y familiares de personas fallecidas por sobredosis se reunieron el pasado 19 de agosto en el centro de Binghamton, Nueva York para celebrar el memorial que realizan cada año. Casi 300 nombres fueron representados con réplicas de lápidas para concienciar sobre la lucha contra la adicción y los peligros del fentanilo y otros potentes opioides. |Getty Images.

Estonia, por su parte, venció al fentanilo en 2017 gracias a una masiva operación policial que cortó el suministro de cuajo, pero ni siquiera entonces los adictos regresaron a la heroína. Para ellos, ya no era suficiente. Buscando efectos similares, recurrieron a cócteles de drogas sintéticas que mezclaban sustancias como anfetaminas, isotonitazene, tramadol, benzodiacepinas, ketamina, captagon, catinona, alfa-PVP (o C15H21NO), flakka, medicamentos varios... Es decir, una auténtica catástrofe para los servicios de atención a drogadictos. «El estado mental de los pacientes empeora cada vez más. Su comportamiento es cada día más impredecible», revela una investigadora del Centro de Prevención de Adicciones de Estonia. Es decir, personas que son un peligro para sí mismas y los demás.

Empalamientos y suicidios

Las crónicas hablan de un usuario que se empaló en una cerca, otro que saltó de un puente, otro que corrió desnudo y cubierto de sangre gritando sobre Dios y Satanás... Es el tipo de efectos que empezaron a describirse en Estados Unidos cuando el fentanilo y estas nuevas combinaciones iniciaron su expansión definitiva en la 'Tierra de las Oportunidades', con ayuda, por cierto, del propio sistema de salud.

A mediados de los noventa, un fármaco revolucionario llamado Oxycontin comenzó a ser recetado de forma masiva. Su gran argumento comercial: «el remedio definitivo contra el dolor; y no engancha», resultó ser falso. Enganchaba, sí, y de qué forma. El flujo comenzó a ser controlado en la década pasada, pero, para entonces, una legión de adictos ya buscaba alternativas. Cada vez más potentes, claro.

Los narcos están dejando las drogas basadas en plantas y se pasan al fentanilo y otros devastadores opiáceos sintéticos

Para atraer/enganchar a sus clientes, además, los traficantes mezclaban el fentanilo con sustancias como la propia heroína, cocaína o metanfetamina, sin que las víctimas supieran lo que se estaban metiendo. Su cartera de clientes (adictos) se multiplicó tan rápido que Estados Unidos es hoy en el epicentro de una pandemia, y creciendo, que, en 2021, causó más de 74.000 muertes por sobredosis –20.000 más que el año anterior– atribuidas al opiáceo de marras, según el Centro Nacional de Estadísticas de Salud. Asegura la DEA, además, que «en 2022 se incautó suficiente fentanilo como para matar a todos los estadounidenses».

En una reunión internacional en julio, el secretario de Estado, Antony Blinken, describía la situación con esta metáfora: «Estados Unidos es como el canario en la mina de carbón». Un modo de advertir a sus colegas para que actúen de forma global contra las mafias, que están dejando atrás las drogas basadas en plantas para pasarse a fentanilos y demás 'colegas' sintéticos o semisintéticos.

La advertencia es que las drogas de nuevo cuño –más potentes, más adictivas y más baratas– dominarán pronto el mercado, creando problemas sociales y sanitarios inéditos que superarán con creces a los generados por las sustancias tradicionales. «Tengan miedo, mucho miedo –dice una investigadora del estonio Centro de Prevención del Abuso de Drogas–. Todo era mucho más fácil cuando solo luchábamos contra la heroína».


Así es, China es ya uno de los tres países claves del comercio mundial de estupefacientes. Su inclusión en esta tríada narcótica deriva de su papel capital en el mercado de las drogas sintéticas ilegales y, en especial, en el del fentanilo, apodado, de hecho, 'China white'. Se trata de un liderazgo, curiosamente, con orígenes europeos, ya que este opiáceo sintético llegó al país de la mano de Paul Janssen, un químico y empresario belga, fundador de la multinacional Janssen Pharmaceutica y conocido como 'el padre del fentanilo'. Fue él quien lo sintetizó por primera vez, en 1959, y fue su empresa –primer laboratorio occidental en abrir fábrica en China, en 1985– la que proporcionó al país asiático todo lo necesario para producirlo. No figuraba entre sus intenciones convertir dicha sustancia en el devastador agente de una epidemia, pero lo cierto es que, según la DEA, la industria química china es hoy la mayor fuente de opioides sintéticos del mundo.