Francesc de Carreras, en el despacho de su casa de Barcelona. /Vicens Giménez
XXVII PREMIO DE PERIODISMO DE EL CORREO

Francesc de Carreras: «Es absurdo mantener la misma identidad durante toda la vida»

Escritor y profesor de Derecho Constitucional. De Carreras gana con '¿De dónde soy?' el Premio de Periodismo de EL CORREO

IÑAKI ESTEBAN Twitter: @inakiesteban

Domingo, 23 de febrero 2014, 03:28

La libertad propia y la de los demás es para Francesc de Carreras el bien supremo a proteger. Sirve para que cada uno pueda construir su proyecto de vida más allá de tradiciones y dogmas religiosos, que la persona puede aceptar si así lo desea, y no por obligación. Esta es una de las ideas que vertebran su artículo 'De dónde soy', publicado en el diario 'La Vanguardia'. De Carreras, profesor de Derecho Constitucional en la Universidad Autónoma de Barcelona, ha ganado con ese texto el Premio de Periodismo EL CORREO, dotado con 15.000 euros.

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- Usted defiende que las tradiciones han dejado de ser importantes. ¿Por qué?

- Hace cien años, o incluso cincuenta, las personas estaban muy condicionadas por el lugar en que vivían. Apenas salían de su pueblo. Su radio de acción estaba circunscrito por las casas de los parientes y poco más. No había radio ni televisión. Muy pocos leían la prensa o novelas. Casi la mitad eran prácticamente analfabetos. Su mundo era su familia y las familias de alrededor. Eran ellas las que trasmitían el código de conducta. Y no quedaba más remedio que aceptarlo.

- ¿No podían rebelarse contra él?

- Era muy difícil y, en general, ni se lo planteaban. Mis abuelos eran de La Bisbal, un pueblo del Ampurdán. Salieron de allí muy mayores, para vivir en Barcelona, y aquí se quedaron. Entonces las identidades colectivas funcionaban. Pero hoy, en un mundo tan abierto, estamos expuestos a estímulos que nos llegan de todas partes, del cine, de las obras de teatro, de Internet. Los orígenes pierden importancia. Mis abuelos sólo escuchaban a una orquesta en las fiestas del pueblo, con un repertorio de canciones muy limitado.

- De ahí a escuchar música todo el día con los cascos puestos hay un trecho.

- Por eso incorporar la tradición como un elemento de identidad tiene ahora bastante de absurdo. Sería aplicar criterios de hace cien años. Ser de un lugar determina muy poco mi identidad. Algo quizá sí, pero el resto depende de cada uno.

- ¿Qué opina de la identidad nacional?

- Pensar que la identidad es nacional, regional o comarcal no tiene sentido. Yo escojo entre las posibilidades que me ofrece el mundo y que considero razonablemente como las mejores. Cada uno tiene múltiples opciones para elegir su manera de ser. Y tenemos que aprender a convivir con gente diversa pero sabiendo que la libertad consiste en elegir quiénes somos.

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- Según los que creen en los caracteres nacionales, los vascos son gente de palabra y los catalanes son trabajadores. ¿Tienen esas percepciones alguna base?

- Los catalanes son tacaños; los andaluces, vagos; los navarros, nobles; y los madrileños, chulos. Son mitos, esos que te dicen cómo tienes que ser y que separan a los 'buenos' vascos de los 'malos'. Yo conozco muchos casos que contradicen esa percepción, y estoy seguro de que habrá alemanes que no den un palo al agua. Cuando miramos de cerca a las personas, es cuando realmente las conocemos. El filósofo y economista indio Amartya Sen sostiene que un músico de jazz judío de Praga tiene más que ver con un músico negro de Chicago que toque el saxo que con uno de sus vecinos.

- Las lenguas son un factor de identidad.

- Sí, pero ya hay muchas personas que hablan dos, tres y cuatro lenguas. Todas ellas son enriquecedoras porque te abren el horizonte a otras culturas y a otras mentalidades. La identidad es algo dinámico. A los dieciocho años no te quedas parado. Las posibilidades de evolución son continuas. Eres distinto a los dieciocho, a los cuarenta y a los sesenta. Las experiencias te van modulando si consigues aprender de ellas. Sería de tontos permanecer estáticos, mantener la misma identidad durante toda la vida.

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Contactos e influencias

- ¿Y las identidades religiosas?

- Yo, en términos generales, sí me identifico con una línea de pensamiento y de valores que empieza en Grecia y en Roma, que sigue en el Renacimiento y engarza con la Ilustración. Tenemos unas pautas, un aprecio al conocimiento, que no se ciñen a Europa sino que también se extienden a América y cada vez a más partes de Asia. Hay una tendencia a la universalidad de los valores y el contacto entre civilizaciones es enriquecedor. Ya no es raro encontrar a personas españolas que libremente han elegido practicar el budismo o el credo islámico.

- Pero hay grupos religiosos con identidades muy fuertes que se cierran sobre sí mismos y tratan de imponer sus valores a otros.

- Sí, eso es importante recordarlo. Aquí hay dos maneras de abordar el problema. El multiculturalismo, que consiste en mantener las identidades firmes, todas válidas pero sin conexiones entre ellas. Y luego está la interculturalidad, abierta al contacto y a dejarse influir.

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- Hay grupos islámicos en Canadá que intentan cambiar las leyes para adecuarlas a sus creencias.

- La protección de las minorías es legítima, siempre que no se fuerce a nadie a permanecer dentro de ellas. Una sociedad desarrollada se puede permitir abrir espacios de libertad, y respetar al que no puede comer cerdo por motivos religiosos o al que tiene que hacer fiesta en una fecha determinada.

- ¿Permitiría que las niñas llevaran el velo en la escuela?

- Cuando el velo cubre la cara, puede ocasionar problemas de seguridad pública. Pero si no lo hace, yo no tengo inconveniente. Se puede vestir de una manera por razones estéticas o religiosas. También se puede ser nudista. Si la vestimenta se impone como una obligación a la que uno no puede negarse, pues entonces estamos hablando de otra cosa. No todas las costumbres son buenas. La ablación tiene que ser un delito porque el Estado debe proteger la integridad física de las personas.

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- Así que cuando le preguntan de dónde es, usted contesta que de Barcelona.

- Yo digo que he nacido en Barcelona. De entrada, nunca pregunto de entrada de dónde eres. Eso te clasifica. Si saben que eres catalán, estás fuera de Cataluña e invitas a una ronda de cervezas, la gente se sorprende y te dice: 'No pareces catalán'. Y si no pagas, piensan: 'Ya se ve que éste es catalán'. Es la identidad como fatalidad: como si por haber nacido en un sitio me tuviera que comportar de una manera muy determinada y no pudiera ser quien quiero ser.

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