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JUANMA MALLOTwitter: @juanmamallo
Domingo, 9 de febrero 2014, 02:24
Ernesto Valverde Tejedor (Viandar de la Vera, Cáceres) cumple hoy cincuenta años. Celebra su medio siglo de vida el entrenador que ha vuelto a emocionar a la afición del Athletic, que ha colocado al grupo rojiblanco en la cúspide, primero de la Liga de los 'humildes', y que ha restablecido la armonía. Es el aniversario de un tipo «normal», «inteligente», «discreto», que «va de cara con el jugador», con las «ideas muy claras», «sensato», «dialogante», «reflexivo» y que, según describen personas cercanas, no ha cambiado mucho en el aspecto personal de aquel joven que se estrenó en el Alavés como futbolista, que debutó en Bilbao en la élite como entrenador, y que en junio regresó a 'su' villa para hacer de una escuadra desquiciada una seria candidata a entrar en la Liga de Campeones. Vive para el esférico, es su profesión y en ello invierte gran parte de las horas del día, pero también saca tiempo para la fotografía, los libros, pasear por el monte y andar en bicicleta, cuatro actividades que le sirven de evasión, para huir de la pelota que tanto le ha dado (y a la que tanto ha concedido) y que le ha situado como uno de los técnicos con más pedigrí de España. Él, sin embargo, trata de pasar desapercibido, fruto de su discreción y un cierto punto de timidez. Eso sí, siempre busca una sonrisa y tira de amabilidad.
No existen, por tanto, dos 'Ernestos Valverde'. «Es una persona transparente. Tanto dentro como fuera del campo, es el mismo. No hay diferencia de trato», expone Andoni Lakabeg, compañero en el Athletic durante seis temporadas. Sin que le nuble la fama, los focos que le apuntan, como es normal, por su papel de director de orquesta de varias escuadras. «Es una persona normal, algo que no vende en el fútbol actual. Además, viene desde abajo y eso sirve para relativizar las cosas», confía el cantautor Ruper Ordorika, amigo del técnico, con el que compartió muchos ratos en el periodo que ambos vivieron en Vitoria. Trabaron lazos, se unieron, e incluso Valverde realizó fotografías para los discos del cantautor de Oñati. Ésa es su profunda pasión más allá del deporte: las cámaras. En todas las conversaciones para elaborar este reportaje sale a relucir esta faceta. Pichi Alonso, excompañero en aquel Espanyol finalista de la UEFA con Javier Clemente (1988), evoca una imagen, habitual, del técnico. «A todos los viajes iba con su cámara de fotos, su mochila. Se dedicaba a hacer fotos. Y además, tenía esas gafitas redondas... Le apodábamos 'Mortadelo'», echa la vista atrás el actual comentarista de Canal Plus, que coincidió con el 'míster' vizcaíno en el duelo de ida de Copa de cuartos en el Calderón y afirma «que es el mismo tío». «Es cierto -remacha Diego Orejuela, capitán de aquel grupo que rozó la gloria-. Iba con sus libros, su cámara... Nosotros jugábamos a las cartas y él estaba con sus libros. Le veíamos como alguien diferente».
Pero no con un futuro en los banquillos, de instructor. «Yo pensaba que iba para profesor de universidad», sonríe Orejuela. «No le veía de entrenador. Era una persona atípica en el vestuario. Por su gusto por la fotografía, por su manera de vestir. Se salía de lo convencional. Pero era y es un tío muy normal, muy claro», subraya Javier Mandiola, actual entrenador del Tudelano, y que comparte al menos una vez al año mesa y mantel con Txingurri, junto a otros preparadores como José Luis Mendilibar y Carlos Pouso. Ahí han estrechado un poco más los lazos dos exfutbolistas que convivieron en el vestuario del extinto Sestao Sport. «Ahora le he conocido mejor. Es un tío discreto. Y eso no se valora. Como tampoco se han reconocido algunos de sus éxitos deportivos», reprocha.
«Transmite tranquilidad»
Títulos con el Olympiacos, en Grecia (Tres Superligas y dos copas). Pero quizá el mejor punto de su expediente se encuentra en su capacidad para calmar vestuarios, para concentrar a todos sus futbolistas, jueguen o no, en torno a una idea de fútbol. Su papel de líder, de patrón que, como sucedió en Valencia y en Bilbao, redirige embarcaciones a la deriva. «Se nota en cada equipo que ha estado -incide Javi Casas, uno de los nueve 'cachorros' que debutó en el Athletic con él-. Es una persona que transmite tranquilidad. Se veía que sabía de fútbol, que decía las cosas en el vestuario y luego se cumplían. Otros hablan mucho... Te transmite también seguridad. La gente está con él dentro del vestuario. Está contenta, aunque no juegue. Lo pone claro desde el principio y la gente asume su rol. Es muy raro que en un vestuario haya unanimidad sobre la figura del entrenador y Valverde lo consigue. Sabe hacer que todos remen en la misma dirección: así se saca más partido del grupo», describe el exlateral izquierdo rojiblanco a su 'mentor', un hombre metódico, al que le gusta supervisar hasta el aspecto menos relevante del equipo.
Gonzalo Abando, que ejerció de preparador físico de Valverde en su primera época en el Athletic -y antes en la cantera de Lezama, seis años juntos-, explica la fórmula empleada por Txingurri para conectar con la caseta. «Es una persona que dialoga, le gusta el diálogo. No es de mano dura por mano dura. No es de esos que llama a sus jugadores al despacho para intimidarlos. Trabaja de una manera más cercana, aprovecha quizá después de la comida, mientras se toma un café, o después de la sesión cuando se está estirando para convencerles, por ejemplo, de un cambio de posición. Sabe darle cariño al jugador con una mano y con la otra un 'pescozón'», ejemplifica el ayudante de Miguel Ángel Portugal en el Atlético Panaerense de Brasil. Casas lo corrobora: «Más que charlas en el vestuario, las hacía en el campo. Te iba metiendo las ideas, te iba haciendo que asimilaras las cosas poco a poco».
Y le da resultado. Un ejemplo; en Bilbao siempre ha sido el técnico deseado desde que abandonó el Athletic en 2005. En Valencia le echan de menos. Y mucho. Y no digamos en Grecia, en el Olympiacos. «Valverde dotó de gen ganador a un equipo acostumbrado a ganar y mucho, pero él lo hizo desde la humildad y manteniendo un perfil bajo y los pies en la tierra. El año pasado, por ejemplo, la afición del estadio Georgios Karaiskakis coreaba su nombre cuando no se jugaba bien», evoca Kostas Koukoulas, redactor jefe del diario heleno 'Goal News' y responsable de cubrir la información del actual bloque de Míchel durante casi dos décadas. Aunque cuenta con un lunar negro: el Villarreal. 20 jornadas en 2010, décimo y destituido. «¡Valverde, vete ya!», gritó la grada y se le fulminó tras caer 0-2 frente a Osasuna.
Pero, ¿de dónde ha extraído Txingurri esa forma de trabajar? «Ha recorrido muchos vestuarios, ha estado con muchos futbolistas, ha convivido en muchos lugares, y ha afinado el radar para saber cómo comportarse. Sabe cómo lo tiene que hacer», señala Ordorika sobre una persona «muy equilibrada» y «franca». «Es que siempre va de cara -señala Orejuela-. Muy legal. Si algo no me ha gustado, se lo he dicho. Él igual. Nada de terceras personas». Y recupera una anécdota de aquel chico que había superado por poco la veintena cuando se enroló el Espanyol. «Aún seguimos haciendo bromas. Fue en el segundo año, cuando jugamos la UEFA. Viajamos a la antigua Checoslovaquia, en cuartos de final. No había muchos sitios por dónde pasear. Había una tienda abierta y quería un recuerdo. Y compró un instrumento musical: no sé si un violín o un saxo. Todavía le pregunto por él y dice que lo tiene guardado en un armario», señala Orejuela, que mantiene contacto con el 'míster' rojiblanco, Pichi Alonso -que sitúa a Valverde en el banquillo del Barça en el futuro- y muchos de aquellos compañeros a través de un grupo de WhatsApp.
«Arriesga y consulta»
Pasó de 'periquito' a 'culé', y luego se vistió de rojiblanco. Entonces dio muestra de otra de sus características: su austeridad. Cuando fichó, en lugar de trasladarse en taxi desde Bilbao a Gorliz, lugar donde veranea, cogió el tren que en aquella época unía ambas localidades. De origen humilde, de un pueblo extremeño de menos de 300 habitantes -donde su amigo Bernardo Atxaga escribió uno de sus libros-, Valverde, casado y con tres hijos (entre los 10 y los 16), nunca ha sido amigo de alardear. Sin estridencias. De hecho, otra de sus aficiones es andar en moto. «Se pone el casco y se pierde. Nadie sabe quién es», comenta Abando, que destaca su «inteligencia» y su gusto «por arriesgar. Apuesta fuerte por una idea de juego. Y consulta mucho con los miembros del cuerpo técnico (ahora su inseparable Jon Aspiazu y José Antonio Pozanco, 'Ros'), aunque él toma la última decisión».
Pero nada de imponer. Es un hombre, coinciden los que le conocen, alérgico a los enfrentamientos, a las discusiones, ya sea en la parcela profesional como en la personal. Rehúye el conflicto en su trabajo, porque asume que estos choques perjudican al grupo. «El fuego se apaga con agua, no con gasolina», dictó al enrolarse en un Valencia dinamitado en diciembre de 2012. Es su fórmula. Mandiola le reconoce ese mérito. «Sus vestuarios no son convulsos. Ésa es la sensación que se tiene desde fuera. Incluso ocurrió en Valencia: parecía una balsa de aceite. Además de ganar, que es lo fundamental, algo más hará para que todos se sientan contentos». Hablar, dialogar, charlar, siempre desde la normalidad.
Carácter reflexivo
Una estrategia que seguro piensa en esas escapadas para practicar la fotografía. En Grecia, por ejemplo, evoca el redactor jefe de 'Goal News', se sintió atraído por el Peloponeso y, especialmente, «un lugar llamado Costa Navarino, en Pylos, que le sorprendió muchísimo. Le gustó mucho el país por sus paisajes». Y también se enamoró de uno de sus escritores, Petros Márkaris, nacido en Estambul pero de nacionalidad helena, autor de la serie de novelas protagonizadas por el comisario Kostas Jaritos. «Es un hombre que está abierto a muchas cosas dentro de la cultura -su hermano Mikel es escritor e ilustrador-, porque sabe que el mundo no se acaba en el fútbol. De hecho, solemos hablar, pero casi nunca de fútbol. Prefiere hablar de otros temas. Como amigos, hablamos de cualquier cosa», descubre Ordorika.
Ahí surge su carácter reflexivo. El de una persona que transmite tranquilidad, seguridad. Que se gana al vestuario con diálogo. Que motiva sin descanso. Que trata de regatear -como hacía en el campo con el Alavés, el Sestao, el Espanyol, el Barça, el Athletic y el Mallorca- los destellos de la popularidad. Con un fuerte espíritu de responsabilidad y de trabajo. «Es una persona que sabe muy bien qué camino debe seguir para poner las bases del éxito -asegura Lakabeg-. Otra cosa es que lo consiga, pero puede tener la conciencia tranquila: siempre ha seguido la línea correcta». Desde su estreno. Hasta hoy cuando este líder discreto, cumple medio siglo de vida.
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