
ALBA CASTILLA
Jueves, 21 de marzo 2013, 02:48
Lo que separa la realidad de Marruecos y Melilla son doce kilómetros de vallas. Una frontera que aleja a muchos marroquíes y subsaharianos de tener una vida mejor. La periodista Samanta Villar (Barcelona, 1975) nos muestra la realidad a ambos lados de esta barrera en 'Conexión Samanta' (a las 00.30 horas en Cuatro). En 'Vida en la frontera' (BocaBoca Producciones), Villar llegará a acompañar a una patrulla de la Guardia Civil para evitar el salto de la valla de un grupo de hombres desesperados.
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- ¿Cómo es vivir en la frontera?
- No es fácil. La frontera ha modificado la convivencia ordinaria. Hace unos años, Melilla no vivía el tema de la frontera tan intensamente como ahora y las situaciones conflictivas que se producen en la actualidad han provocado que se pierdan muchas relaciones personales.
- ¿Es necesario tanto despliegue policial en la zona?
- Uff... Sinceramente no sabría posicionarme. Si lo analizas desde un punto de vista humano, la frontera es aberrante y más si se trata de una valla que impide a la gente venir a sobrevivir. Pero desde el punto de vista político, la visión es diferente. A mí, la postura que más me pesa es la humana, más allá de lo que es políticamente correcto o legal.
- A pesar de la crisis que tenemos en España, ¿les compensa jugarse la vida?
- Cuando no tienes futuro ni esperanza en tu país, ¿cómo no te va a compensar jugártela? Si te sale bien, sabes lo que ganas, y si te sale mal da igual, porque ibas a estar mal de todas formas.
- ¿Qué futuro les espera?
- Ahora, con la crisis, hay menos inmigración porque el efecto llamada es el trabajo y su situación ha empeorado. A los primeros que les cayeron encima los palos de la crisis fue a los últimos que llegaron a nuestro país. Son los primeros que han perdido el trabajo, sus casas... Y todo porque son los más vulnerables.
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- Parece que su presencia no gustó en Marruecos, ¿le siguió el servicio secreto?
- Bueno... Es algo habitual, por lo visto. Ya nos imaginábamos que podía suceder porque algunos compañeros ya nos avisaron y nos dijeron cómo movernos. Además, entrevistamos a gente que, a veces, son seguidos por los servicios secretos. Intentamos pedir los permisos, pero como no los conseguimos, nos la jugamos y pasamos.
«Una gran escéptica»
- En casa, ¿cómo desconecta de todo lo que ha visto y vivido?
- Al final me he convertido en una gran escéptica y me doy cuenta de la crueldad que parece que es congénita al ser humano. Lo que hago es concentrarme en contar una historia y darle voz a quien lo necesita. Después, intento valorar los privilegios que tenemos.
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- ¿Se ve haciendo un magacín?
- ¡Siempre! Me pirra el reto y me gusta cambiar cada dos por tres, pero siempre tiro al mismo sitio. Acabo haciendo lo que me va: historias duras, de denuncia social... Ya te digo yo que terminaría prefiriendo historias sociales al cotilleo (risas).
- ¿Y se tiraría a la piscina?
- ¡Ni en broma! Como mucho haría un salto como Falete ¡Y desde un metro! Tengo miedo a las alturas y empeora con los años (risas).
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