PATRICIA MARTÍNEZ
Domingo, 26 de agosto 2012, 04:37
Publicidad
Quizás hoy en día no sea un buen momento para hablar de la clase política que nos rodea. Pero no ocurre lo mismo cuando rememoramos a algunas de las figuras políticas más ilustres del siglo XIX.
Ayer concluyó en Torrecilla en Cameros el ciclo 'Memoria, vida privada y familia: el legado de los Mateo-Sagasta', el cual «tras nueve ediciones centradas en su perfil más público y político, aborda ahora la vertiente privada y más familiar del político riojano», según afirma el coordinador de estas conferencias, José Luis Ollero Vallés.
El objetivo es «dar a conocer las cosas que se contaban en su propia casa y que no aparecen en los libros, desvelar la faceta de Sagasta como padre de familia, como abuelo...» e indagar en el por qué de frases tan populares como «por su carisma y su forma de contactar, incluso de seducir a las personas, siempre se ha dicho que a Sagasta se le quería mientras que a Cánovas se le admiraba».
Lo cierto es que para acercarnos de una manera fiel al 'verdadero' Práxedes no podemos evitar consultar a sus tataranietos, Carlos Merino Loredo, descendiente de la hija de Sagasta, Esperanza; y José de Contreras y Saro, descendiente de su hijo José; ambos presentes en la conferencia de ayer.
«Mi padre se marchó a estudiar a Inglaterra y después emigró a Perú, por lo que hemos vivido el legado familiar y todos sus valores desde la distancia y la dificultad de la emigración», asegura Merino, «aunque es verdad que, cuando uno emigra el arraigo a los recuerdos familiares, es aún mayor».
Publicidad
Con esos valores se refiere a la honradez, a la ética y a la responsabilidad, todo ellos muy presentes en su tatarabuelo; valores que han sido transmitidos, de generación en generación, mediante el boca a boca de muchas de sus vivencias. «Él fue el patriarca de nuestra familia, al igual que el centro de las tertulias familiares».
Una de las historias más conocidas es aquella que sitúa a Sagasta como un empedernido defensor de la incompatibilidad de cargos públicos. Célebre es su discurso en el que pronunció la frase «soy funcionario público, no debo ni puedo deber nunca mi destino a la amistad, al favor o a la influencia». Según Merino, fue tal la rigidez con la que aplicó este principio que «nunca aceptó en vida ningún título nobiliario, el de Conde de Sagasta fue algo póstumo».
Publicidad
Poder y responsabilidad
Asimismo, también es bien conocido su deber de la responsabilidad. Carlos cuenta que «en la rendición de Cuba, cuando Sagasta tiene que anunciar la pérdida de la colonia por decisión de la reina, aprieta tanto los puños que termina con las manos ensangrentadas».
Leyenda o realidad, fábula o historia, lo único que importa es que Sagasta fue un político 'rara avis', de los que casi no quedan. «Se hizo a sí mismo y, aunque pertenecía a una clase social media-alta, supo adaptarse en una época convulsa en la que se pedía un nuevo modelo de ciudadano y una mayor libertad», afirma su otro tataranieto José.
Publicidad
Él siempre fue «un adelantado para su época», le gustaban mucho los artilugios modernos, los nuevos inventos, el progreso... de hecho «tenía su propia colección de cajas de música», continua su tataranieto.
Con todo, ahora podemos afirmar que detrás del hombre que tanto ayudó a la consolidación en nuestro país del Estado de Bienestar (reforma del código de comercio, ley de libertad de prensa y de asociación, sufragio universal...) se encuentra una figura, en muchos otros aspectos, igual de interesante.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.