
GERARDO ELORRIAGA
Lunes, 18 de junio 2012, 05:34
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Treinta y cuatro personas fallecieron ayer en Nigeria como consecuencia de varios atentados perpetrados contra iglesias y los posteriores actos de venganza sufridos por la población musulmana. Los ataques experimentados por un templo católico y dos evangélicos en el Estado norteño de Kaduna dieron lugar a la movilización de bandas de jóvenes cristianos tanto en este territorio como en otros puntos del sur del país. Según fuentes locales, los exaltados, armados con machetes y garrotes, levantaron barricadas en la autovía que une la capital regional con Abuja, la estatal, asesinando a un número de conductores de creencias islámicas que varía entre once y veinte.
La masacre inicial, atribuida a los seguidores de la secta islamista Boko Haram, fue llevada a cabo con vehículos cargados con explosivos en las ciudades de Zaria y Kaduna. Los automóviles superaron el habitual perímetro de seguridad que suele rodear las instalaciones religiosas ubicadas en el norte de Nigeria, de mayoría musulmana. Tal y como ocurrió el pasado domingo, las operaciones se llevaron de forma sincronizada cuando se celebraban ceremonias en su interior. Las detonaciones se cobraron la vida de 23 personas y dejaron más de 150 heridos, aunque existe el temor de que el saldo final sea mucho mayor. «He visto muchos cuerpos en el suelo, pero no sé cuántos muertos o heridos hay», relató un vecino de Kaduna, poco después de las deflagraciones.
Las acciones contra las iglesias, atribuidas a los seguidores del movimiento Boko Haram -cuyo nombre significa «la educación no islámica es pecado» y que persigue imponer la ley islámica-, han tenido lugar en una de las provincias donde la tensión interreligiosa es mayor. La zona vivió intensos enfrentamientos en 2000 con más de un millar de muertos y también se produjeron sangrientos disturbios tras las polémicas elecciones presidenciales del pasado año.
Segregación
La ciudad de Kaduna es uno de los principales centros industriales del país y su conflictivo pasado ha generado una segregación religiosa con mayorías musulmanas en el norte y cristianas en el sur, circunstancia que se generaliza en el denominado Cinturón Medio, una región del centro de Nigeria caracterizada por la heterogeneidad de pueblos y culturas.
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El pasado fin de semana otra ola de bombas castigó la localidad de Jos, también marcada por un grave historial de enfrentamientos. Aparentemente, la estrategia de los terroristas parece encaminada no solo a amedrentar a la comunidad considerada enemiga, sino también a exacerbar la crispación en un colectivo de 170 millones de habitantes, divididos al 50% entre las confesiones cristianas y los seguidores de Alá.
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