Nadal, que aún no ha cedido ningún set en esta edición de Roland Garros, trata de devolver una pelota de Ferrer. :: AFP
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Nadal desafía a Djokovic en su final

El hexacampeón opta a un séptimo trofeo tras destrozar a Ferrer en otra demostración de su poderío imperial

FERNANDO ITURRIBARRIA CORRESPONSAL

Sábado, 9 de junio 2012, 04:16

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Sin perder ningún set y con solo un servicio cedido en toda la quincena. Rafael Nadal desafiará el domingo a Novak Djokovic, número uno del mundo, en su final de Roland Garros a la que ha accedido imperial por séptima vez en ocho años. El hexacampeón de París destrozó ayer a David Ferrer al humillarlo por 6-2, 6-2 y 6-1 en una hora y tres cuartos de clase magistral, al borde de la perfección. En su arrollador camino únicamente se ha dejado 35 juegos, su mejor rendimiento en el mundial oficioso de la tierra batida.

Nadal comenzó frío, como desacostumbrado al temprano inicio del partido. Los espectadores ausentes a la hora francesa de almorzar se perdieron el lento desperezar del ogro. Ferrer inauguró el marcador, ejecutó un saque directo a 191 kilómetros por hora y encadenó cinco puntos seguidos, tres por errores no forzados del adormilado. El despertar de la bestia aconteció en el cuarto juego, en el que combinó un 'ace' con una doble falta. El despertador sonó con dos amenazas a su desajustado servicio. Las desactivó con sendos segundos saques blandos y colocados con efecto. Empate a dos.

El motor del rodillo comenzó a carburar. La apisonadora se desbocó cuesta abajo y sin frenos. Cuatro juegos consecutivos con un par de rupturas en blanco ante el más cercano espectador de la demostración que solo anotó tres puntos en los tres últimos juegos. A los 39 minutos convirtió la tercera bola de set.

David y Goliat

Ferrer compareció en la segunda manga con camiseta rosa. Un vano intento de contagio por simpatía del atuendo rosa púrpura del balear. Pero el hábito no hace al monje. Ferrer siguió siendo David y Nadal siempre es Goliat. A tiro de piedra, aunque inalcanzable.

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La vida en rosa es el himno de sus gestas. Hasta los gestos más improbables le salen de ese color. Sentado en el albero cerca de la red devolvió una bola al final de un eterno peloteo de más de 30 golpes con el que rompió el servicio del alicantino. Reincidió cuando comenzaron a caer las primeras gotas de otro chaparrón, este meteorológico. Cuarto punto de 'break', cuarta ruptura. Con 6-2 y 4-1 abajo, la lluvia concedió un respiro de 55 minutos a Ferrer. Un claro en la tormenta.

Tras la interrupción, solo cambió la camiseta, de nuevo blanca de Ferrer, y el decorado. Los graderíos ya estaban repletos de 15.000 espectadores recién comidos. En la pista el apetito de Nadal siguió insaciable. La única diferencia es que ya no rompía a la primera.

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El perfeccionista desaprovechó tres bolas de 'break', qué despilfarro. Quebró tres veces y se llevó el tercer set con una derecha cruzada. La reanudación no había sido más que un suplemento de sadismo al suplicio. Ferrer terminó destrozado por el descuartizador de Manacor. Como Nicolás Almagro en cuartos. Ten amigos para esto.

«Gracias a Dios, de otro planeta no vengo», puntualizó luego el mejor de la tierra. «Soy humano y tengo la humildad de saber que los éxitos no vienen del cielo sino del trabajo diario», remachó sin una pizca de arrogancia. «Yo no creo en la perfección porque no existe. Siempre se puede mejorar», añadió tras confesarse satisfecho de haber «superado un pasito adelante de nivel». Pero tuvo que reconocer que había hecho «casi todo bien». «Lo siento mucho por David, gran guerrero y luchador», se compadeció, un sentimiento del que estuvo ayuno en la pista.

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«No me dejó ni una sola oportunidad», lamentó la última víctima del hexacampeón. «Él jugó más agresivo y no lo pude frenar», reconoció aún triste por el castigo recibido en su primera semifinal en Roland Garros. «Rafa ha sido superior en todo momento y ha jugado mucho mejor que yo», admitió. Nadal, que tuvo un porcentaje del 84% con el primer servicio, incurrió en un total de 16 errores, menos que la mitad de los 35 de Ferrer. Y sumó casi el doble de puntos: 83 frente a 48. «Tengo la sensación de estar siempre en continua progresión», confesó el coloso balear. «Mi objetivo es intentar seguir mejorando cada día», advirtió. Djokovic está avisado.

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