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MARÍA JOSÉ TOMÉ
Domingo, 15 de mayo 2011, 05:35
Lorca ha acercado a apenas 800 kilómetros de distancia de Euskadi una realidad, la de los terremotos con consecuencias catastróficas, que hasta ahora percibíamos ajena y más propia de remotas latitudes como Japón o Haití. Sin llegar, afortunadamente, a la devastación alcanzada en estos países, el temblor telúrico ocurrido en la localidad murciana saca a la palestra la existencia de un más que evidente riesgo sísmico en la península Ibérica. ¿Y aquí? ¿Podría suceder en el País Vasco algo similar a lo acontecido en Lorca? Los expertos consideran la comunidad autónoma una «zona de baja actividad» sísmica, pero la posibilidad de que ocurra un movimiento de tierras existe. El riesgo se circunscribe al área más oriental de Álava y Guipúzcoa, aunque es «improbable» que el seísmo superase los 5 grados en la escala de Richter con una intensidad media, lo que se traduciría en daños de escasa entidad. El Departamento vasco de Interior dispone de un plan de emergencia sísmica, que identifica los peligros y el protocolo a activar por si se diese un caso de ese tipo.
Se calcula que cada día se producen en España una media de siete terremotos, pero solo dos al mes son percibidos por la población. El pasado viernes, sin ir más lejos, la red de sensores del Instituto Geográfico Nacional, dependiente del Ministerio de Fomento, detectó una decena de movimientos sísmicos; el más potente, de 2,9 grados de magnitud y con el epicentro en Lourdes, en los Pirineos franceses. Es improbable que fuese detectado por sus habitantes puesto que el ser humano es solo capaz de percibirlos a partir de la escala de 3-4 grados; por debajo, únicamente los animales sienten que algo extraordinario sucede bajo la corteza terrestre.
«Dentro del mapa sismológico de la península Ibérica, Álava y Guipúzcoa, así como Navarra, están incluidas en algún nivel de riesgo», apunta el presidente del Colegio de Geólogos del País Vasco, Miguel Ángel Gómez. Y la «culpa» es, precisamente, de la proximidad con los Pirineos. «La placa africana y la europea entran en colisión en una línea que discurre por la costa africana, Italia y Turquía. Y son, por ello, las áreas más próximas a ambos lados de la cordillera pirenaica las que más riesgo tienen de sufrir estos temblores», explica Gómez.
La zona de peligro
Las zonas más propensas a registrar un movimiento telúrico son los sectores situados más al este de Álava (Salvatierra, Montaña alavesa) y, sobre todo, Guipúzcoa. Una franja incluida en el mapa de riesgos sísmicos de España dentro de la denominada 'zona segunda' al ser susceptible de poder registrar terremotos de intensidad media (entre VI y VIII); la 'zona tercera' incluye a Murcia (por la interacción de las microplacas de Alborán e Ibérica con la placa africana). «No hay que confundir -aclara Gómez- magnitud, que indica la medida del tamaño de un terremoto y no cambia con la distancia al epicentro, con intensidad, que es la forma en que se siente y el grado de daño causado».
¿Y en qué se traduciría un terremoto de valor VI? Según la escala europea que califica los seísmos a tenor de sus efectos, la gente lo percibiría tanto fuera como dentro de casa, mientras los residentes en edificios altos se llevarían un buen susto. Muy pocas personas llegarían a perder el equilibrio, los animales domésticos saldrían de sus casetas, algún recipiente de vidrio podría llegar a romperse, los libros caerían de sus estanterías y sonaría alguna alarma. También cabe la posibilidad de que el seísmo generase grietas en edificios antiguos o de escasa calidad y, ocasionalmente, causase pequeños deslizamientos de tierra en regiones montañosas.
Anales desde 1828
¿Ha ocurrido esto alguna vez en Euskadi? Según los datos que figuran en el plan de emergencia ante riesgo sísmico, no. El de mayor magnitud que aparece en los anales -que arrancan en 1828- se registró el 31 de julio de 1965 con epicentro en la localidad alavesa de Salvatierra, y alcanzó los 3,8 grados Ritcher. El presidente de los geólogos vascos destaca otro que sí llegó a los 5,2 grados (similar al de Lorca), con un nivel V de intensidad: ocurrió el 27 de octubre de 1998 en el concejo navarro de Lizarraga y sus efectos se dejaron sentir en buena parte de Guipúzcoa y La Rioja. De hecho Navarra es «tierra de sismos, aunque prácticamente inapreciables. En el último milenio más de setenta se han dejado sentir en las poblaciones más próximas a sus epicentros», destaca Gómez.
El director de Atención de Emergencias y Meteorología del Gobierno vasco, Pedro Anitua, recuerda, tal y como consta en el plan anti-riesgo sísmico, que la posibilidad de que Euskadi sea escenario de un movimiento telúrico de carácter destructivo es «muy improbable». «Movimientos hay muchos, casi todos los días en España, pero las posibilidades de que ocurra un desastre aquí son mínimas. Y en ese caso, estaríamos preparados», asegura, en referencia al citado documento, que ordena los mecanismos necesarios para dar «una respuesta rápida y eficaz» desde la Administración ante un hipotético seísmo.
Además de diseñar el protocolo de emergencia a seguir, el plan identifica como áreas de mayor peligrosidad aquellas zonas de elevada densidad de viviendas y asentadas sobre «sedimentos cuaternarios de poca compactación». Así, los 'puntos negros' de riesgo sísmico en Euskadi se situarían en Irún, Hondarribia y Rentería y, en menor media, en Hernani, Andoain y Villabona. De hecho, solo los edificios situados en Donostialdea y Tolosaldea, así como en la mitad norte de Navarra, se proyectan teniendo en cuenta que sus cimientos pueden tambalearse más de lo normal.
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