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IÑIGO SÁNCHEZ DE LUNA
Viernes, 22 de abril 2011, 04:23
Con puntualidad británica, todos los días a las 12.00 horas se abre el portón de acceso al comedor social que las Hijas de la Caridad tienen en su convento de la calle Caridad, en el barrio getxotarra de Algorta. Desde minutos antes ya se concentran personas de todas las razas y creencias en situación de exclusión social para comer algo caliente y, al menos durante un rato, sentirse en familia en torno a una mesa.
Estas dependencias son las únicas de estas características abiertas en la comarca gracias a las subvenciones de la Parroquia de San Nicolás, Ayuntamiento y donaciones privadas. Aportaciones con las que costean el servicio de catering, con unos los menús que varían diariamente.
Sus instalaciones incluyen un comedor para 24 personas en seis espaciosas mesas. Allí se repartieron 6.500 comidas el pasado año junto a los más de 7.000 bocadillos entregados a modo de cena a los usuarios. En la actualidad, la media es de quince servicios diarios, «aunque va por rachas, mucha gente viene un día o dos y luego no la vemos en un tiempo», explica la Madre Superiora, Estela Ganado.
Además dispone de un servicio de desayuno de 9.30 a 10.30 horas con una media de ocho personas al día. El centro se completa con un servicio de lavandería y plancha, junto a duchas para acicalarse y donde se les aporta «el material de higiene personal al que lo necesita».
La crisis económica ha traído nuevos usuarios al comedor social. «No son muchos, pero hemos constatado la presencia de gente de entre 45 y 55 años de edad, que pasa por dificultades económicas y acude a nosotras», reconocen las monjas.
Pero también recalcan que las complicaciones laborales son una constante entre los habituales dado que, «en muchos casos no les dan trabajo nada más verles, y a otros no les pagan». En este sentido reconocen que, «no son unos santos pero tampoco se les puede echar toda la hiel encima».
Una de las mayores preocupaciones de las 'Monjitas del Puerto' como popularmente se les conoce en Getxo, es «dar un trato digno y cariño a todo aquel que toca nuestra puerta». De hecho, se han convertido en una 'peculiar familia' en la que se comparte alegrías y penas. Incluso la labor de las monjas traspasa los muros del comedor y, cuando «sabemos que alguno está en el hospital intentamos ir a visitarle», señala Sor Ganado.
132 años de entrega
La Congregación desconoce la fecha exacta del inicio de su altruista labor. «Seguro que alguien llamó a la puerta y le dimos un bocadillo, de ahí empezó a correr la voz y hasta hoy», en palabras de la Madre Superiora. Y ya han pasado 132 años en los que han tenido momentos difíciles, como cuando sólo tenían tres mesas que no llegaban para atender toda la demanda. «Había gente comiendo en las escaleras con el plato sobre las piernas, algo indigno para un ser humano», recuerda la Madre Superiora.
Incluso los propios comensales mostraron su solidaridad con sus compañeros de penurias «comiendo a toda prisa». Para paliar esta situación destinaron parte de sus ahorros a adecentar una parte de la casa convento para seguir prestando servicio a los más desfavorecidos en condiciones óptimas, lo que le ha llevado a ser considerado como «el mejor comedor de toda Vizcaya» por parte de los propios usuarios.
Su altruista labor fue recompensada hace un par de años con el homenaje que le tributó el Ayuntamiento de Getxo. Su presencia en la localidad data de 1880 cuando compraron un solar cerca del Puerto Viejo para destinar una parte a un colegio -que cerró sus puertas en 1992-, y la otra a la solidaridad con los que menos tienen.
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