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M. J. ALEGRE
Jueves, 10 de marzo 2011, 10:33
La historia se repite. Las cartas que José María Ruiz-Mateos remitió al presidente y directivos del Banco Santander pidiendo que le mantuvieran una vía de crédito y le ayudaran a sacar a flote empresas de Nueva Rumasa son una reedición de los llamamientos de socorro que lanzó, en los primeros años de la década de los ochenta, al entonces presidente del Banco Popular, Luis Valls.
Como entonces, ahora la familia Ruiz-Mateos arremete contra el presidente del Santander, Emilio Botín, y anuncia que presentará una querella contra quien considera como uno de los principales culpables de la crítica situación actual de Nueva Rumasa, que ha anunciado concurso de acreedores para varias compañías de su grupo -Clesa, Dhul y Cacaolat están a punto- por «cortarles la línea de crédito de la noche a la mañana», por una deuda estimada en unos 200 millones de euros.
La correspondencia de los seis últimos años de los Ruiz-Mateos a los dirigentes del Santander, divulgada por la propia familia, incorpora una carta de la que se puede extraer que el dinero recaudado en las emisiones de pagarés -operaciones que fueron objeto de hasta cinco alertas de la Comisión Nacional del Mercado de Valores- no fue empleada en su totalidad para la adquisición de nuevas empresas, incumpliendo lo comprometido. «Quizás parte de los fondos haya debido ser utilizada para paliar la repentina, incomprensible y contundente falta de comunicación y apoyo del banco», reconoce Ruiz-Mateos, quien en otra misiva de febrero de 2009 enviada al director general del Santander, Javier Peralta, revela que mucha publicidad y comentarios difundidos «sobre inversiones y puestos de trabajo, forman parte del 'marketing' de cara a la opinión pública». «Los tiempos no están para invertir, sino para recoger», remataba.
El brandy, como garantía
Tras los parabienes que reflejan las misivas del patriarca del clan hasta el año 2008, y las corteses respuestas de los dirigentes del banco en agradecimiento por los obsequios recibidos -cava para el consejero delegado Alfredo Sáenz en la Navidad de 2006, y un lote de productos Dhul en marzo de 2007 para Emilio Botín- comienzan a surgir los problemas por el pago de la deuda que el 'holding' de la abeja mantiene con el Santander. «Solo con que vendiéramos un activo, por ejemplo la marca Cacaolat o unos cuantos hoteles, cancelaríamos en solo 24 horas todos los riesgos que tu banco mantiene con nuestro grupo», aseguraba Ruiz-Mateos en el verano de 2008.
La situación acabó de deteriorarse en junio de 2009, cuando el empresario ofreció como «garantía» para la cancelación parcial o total de los créditos que mantenía con el Santander, «un producto único y singular, como son los Brandys viejísimos de Jerez».
A partir de ahí, el banco cántabro le dio la espalda pese a las apelaciones a los sentimientos y a la religión que Ruiz-Mateos prodigó hacia Botín. «Querido Emilio, pese a lo mal que lo estamos pasando por la postura de tu banco -escribe en junio de 2010-, quiero que sepas que hemos celebrado una misa en la capilla de mi casa pidiendo por tus intenciones para que consigas tus deseos, en momentos tan difíciles como los que atravesamos».
En septiembre pasado, el jefe de Nueva Rumasa, tras haber fracasado en sus gestiones con diferentes directivos, pedía audiencia a Emilio Botín para sus seis hijos varones, «inmejorables», si bien concluyó la carta con un tono amenazante: « ... después de tanta injusticia y continuada persecución, no tengo nada que perder, lo que sería un grave error por tu parte, pues dejarías de ser el ombligo de oro del mundo, y debes saber que los banqueros sois los más odiados de la sociedad en que vivimos. Tú sabrás...».
Las cosas, y la relación entre ambos personajes, se habían torcido definitivamente. En su última misiva, el 16 de febrero pasado, Ruiz-Mateos, de su propio puño y letra, le pide «por favor» a Botín «no nos dejes caer!. Sería horrible. De consecuencias inusitadas y además innecesario». El banquero no atendió la súplica.
Ahora, varias empresas del grupo se encuentran al borde del concurso de acreedores. Los trabajadores de Clesa impidieron en la noche del martes que se sacara de la sede de la compañía en Madrid varios archivos y ordenadores. A los de la granadina Dhul se les adeudan 1,7 millones de euros, y ya se prepara la suspensión de Cacaolat.
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