
OLATZ BARRIUSO o.barriuso@diario-elcorreo.com
Viernes, 28 de enero 2011, 03:42
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El larvado enfrentamiento con el Gabinete de López de parte de las colectividades vascas en el exterior -las más ideologizadas, que recibieron con indisimulado malestar la salida de Juan José Ibarretxe de Ajuria Enea- ha vuelto a salir a la luz. Y ha sido de nuevo en Argentina, donde se ubican aproximadamente la mitad de las 171 'euskal etxeak' oficialmente reconocidas y repartidas en 21 países. Tras las tensiones que vivió la diáspora vasca en el país sudamericano a raíz del cambio de Gobierno -que la Federación de Entidades Vasco Argentinas (FEVA) censuró duramente- y de la posterior elección del presidente de esta entidad, esta vez ha sido el PNV de Argentina el que ha alzado la voz, no precisamente con mesura, para denunciar la política exterior del lehendakari Patxi López, a quien llama «usurpador».
Jon Uriarte, vicepresidente de la extraterritorial del PNV en Argentina -una organización equivalente a una junta municipal, sujeta a las orientaciones del EBB y cuyos afiliados tienen los mismos derechos y deberes que el resto-, publica en el blog oficial del partido una carta fechada el pasado martes y dirigida a los lectores de la revista 'Euskal Etxeak', la publicación sobre las actividades de la diáspora que edita el Gobierno vasco. Uriarte cita a todos los lehendakaris del PNV y advierte de que no colocarán en los centros vascos el retrato de «Francisco López» porque «no fue elegido democráticamente por nuestro pueblo». «Es un usurpador», remata. Y abunda: «Todos los que gobiernan Euskadi en estos tiempos son usurpadores porque forman parte de un gobierno ilegítimo».
El motivo de las iras de los jeltzales argentinos se encuentra en un artículo, publicado en el número 88 de la revista, que está firmado por el director de Colectividades Vascas del Ejecutivo de Vitoria, Julián Celaya. Tras su toma de posesión, Celaya fue recibido con palpable tensión por ciertos sectores de la diáspora. El alto cargo de Acción Exterior describe en el texto el «recelo» con el que le acogieron en Sudamérica y Centroamérica -puntualiza que en Europa y Estados Unidos el cambio se asumió con «absoluta naturalidad»-, alimentado, según dice, «por los rumores malintencionados que se difundieron y se siguen difundiendo a raíz del advenimiento del nuevo Gobierno vasco, en el sentido de que iba a acabar con el mundo de las 'euskal etxeak'». Celaya asegura que en sus visitas a los centros vascos ha tenido ocasión de «tranquilizar» a las colectividades y se remite a los datos de subvenciones de 2009. «Costará más que se acepte que se puede ser vasco sin ser nacionalista», dice Celaya, que argumenta que en determinadas zonas los vascos conservan «la imagen romántica de una Euskadi folclórica y rural que, comprensiblemente, les transmitieron sus ancestros».
Euskera «de baserri»
El alto cargo del Gabinete de López -que ha reorientado la política exterior hacia objetivos eminentemente económicos y empresariales tras el empeño de Ibarretxe en socializar en el exterior sus tesis soberanistas- lamenta que algunos de los dirigentes de las colectividades se crean «más vascos» que él mismo, «que nací en un caserío en el monte y hasta los ocho años no aprendí castellano». De hecho, y en respuesta a los reproches que recibió por el supuesto maltrato de los socialistas a la lengua vasca, recalca que se dirigió a las 'euskal etxeak' «en mi euskera de baserri y en mi castellano de ciudadano de a pie».
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El 'número dos' de la extraterritorial peneuvista, por su parte, recuerda en su réplica con apasionamiento la represión del franquismo y los tiempos del Gobierno vasco en el exilio tal como los vivieron los emigrantes -«seguíamos nuestra larga lucha por la libertad y el reconocimiento nacional vasco»- y concluye: «Es un largo camino y ahora viene este buen señor y nos dice en su editorial que no le hemos recibido como él se merece. Algunos creemos que fueron demasiadas las atenciones». Uriarte rechaza la sugerencia de Celaya para que las colectividades busquen apoyo de las respectivas embajadas de España y asegura que hay 'euskal etxeak' que rompen y tiran sin abrir las cartas que reciben de la legación española. Y también asegura que el Ejecutivo de Vitoria no «acaba» con los centros vascos «porque no puede». «Donde ha podido lo primero que ha hecho es cambiar la ikurriña por la bandera monárquica».
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