
ÓSCAR B. DE OTÁLORA
Viernes, 22 de octubre 2010, 10:37
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«Volaban los cristales y había 'cócteles molotov' por todas partes». Uno de los ertzainas que en agosto de 2001 sufrió en Portugalete una de las peores emboscadas organizadas contra la Policía vasca recuerda así aquel día. Él y su compañero sufrieron quemaduras que tardaron un año en curar ya que los radicales habían reforzado los artefactos incendiarios con ácido, una práctica que busca aumentar la capacidad letal de estas bombas caseras.
La Ertzaintza detuvo ayer en la localidad vizcaína de Ortuella a Asier Rodríguez López por su presunta relación con aquel atentado cometido hace nueve años. Su arresto se enmarca en la decisión de la consejería de Interior de revisar todos los casos pendientes en los que existen pruebas con rastros genéticos. El más importante es el de Gurutz Agirresarobe, encarcelado este año como presunto asesino de Joseba Pagazaurtundua, el jefe de la Policía local de Andoain tiroteado en febrero de 2003. El supuesto etarra vivía con toda normalidad en Hernani, sin saber que el rastro de ADN que dejó en una taza de café el día del atentado seguía acusándole. La decisión de volver a estudiar el banco de datos genéticos de la Policía Científica permitió vincularle con el crimen.
Cinco personas ya han sido condenadas por la emboscada de Portugalete, entre ellas, Arkaitz Goikoetxea, el que fuera jefe del 'comando Vizcaya' de ETA. El ADN localizado en la zona donde ocurrieron los disturbios permitió relacionarle con los hechos y condenarle a 22 años de prisión. Cinco condenas, aunque en aquel ataque participaron, según los testimonios judiciales de los agentes, una veintena de individuos. En los alrededores se localizaron capuchas, guantes de látex utilizados para no dejar huellas y otras evidencias.
Este caso supone un paradigma de la reapertura de investigaciones llevada a cabo por la Ertzaintza. Evidencias genéticas que hasta ahora no se habían podido identificar han vuelto a ser tratadas con medios tecnológicos, al mismo tiempo que se realizan nuevos exámenes. El objetivo es evitar que se archiven agresiones por falta de autor conocido. El consejero de Interior, Rodolfo Ares, enfatizó ayer esta idea y aseguró que la política de su Departamento será que «nadie queda impune cuando comete actividades terroristas».
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Esta iniciativa supone una espada de Damocles para decenas de personas que hayan podido intervenir en acciones de kale borroka. La Ertzaintza comenzó a preparar su banco de datos de ADN a finales de los años 90 y en 200 ya se encontraba totalmente preparada tanto la parte tecnológica de estas investigaciones -el análisis genético- como la judicial, destinada a que los jueces no tuviesen dudas a la hora de aceptar como prueba los indicios genéticos. La gran ventaja de la Policía vasca en este campo de investigación es que, al tener encargadas las labores de seguridad ciudadana, llega en primer lugar a los escenarios de los ataques y recibe todas las evidencias recogidas.
Una trampa definitiva
En el caso de la detención llevada a cabo ayer en Ortuella, los rastros genéticos han sido claves en la operación, aunque la nueva División Antiterrorista también ha intervenido a la hora de reunir más pruebas. En cierto sentido, la emboscada de Portugalete con la que presuntamente está vinculado Asier Rodríguez López fue una de las trampas de los radicales que marcaron definitivamente las actuaciones de la Policía vasca.
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El ataque que marcó un antes y un después fue el registrado en Rentería en 1995, donde los activistas de la kale borroka asediaron salvajemente a una dotación policial que viajaba en una furgoneta. El ertzaina Jon Ruiz Sagarna sufrió quemaduras en el 55% de su cuerpo, otros cuatro policías resultaron heridos de gravedad y dos adolescentes fueron atropelladas por el furgón, al que los 'cócteles molotov' habían convertido en una bola de fuego.
Cinco años después, cuando se creía que las emboscadas estaban controladas, el ataque de Portugalete volvió a levantar las alarmas. Los violentos quemaron un cajero, localizaron el coche camuflado de la Policía que acudía a examinar el incidente y lo atacaron con piedras para reventar los cristales. A través de las ventanas rotas lanzaron una lluvia de artefactos incendiarios, la imagen que hoy pervive en la mente de los ertzainas asaltados.
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