SERGIO LLAMAS
Domingo, 12 de septiembre 2010, 04:38
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La caída todavía estaba caliente. Eran poco más de las siete de la tarde. Igor Antón llegaba al área de emergencias del Hospital de Cruces. Lo hacía en un vehículo de apoyo a la carrera de Euskaltel y con el presidente de la Fundación, Miguel Madariaga, a su lado. Entró en el centro sanitario por su propio pie, con el brazo vendado en cabestrillo, las manos y el rostro salpicados de rasponazos y llagas, y la mandíbula prieta de rabia, pero de buen humor pese a todo y con ánimos para atender a los periodistas. «Un brazo roto ya se curará», trató de animarse.
Cerca, Madariaga lloraba. Lágrimas de rabia. «Ya vendrán tiempos mejores porque a ver por qué tenemos que ser nosotros los que tenemos siempre la negra», se interrogó con la voz rota. «Es muy duro», aseguró cuando los compañeros intentaban infundirle ánimos. «(Igor) está bastante más animado que yo», reconoció el presidente de la Fundación Euskadi.
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