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FRANCISCO GÓNGORA p.gongora@diario-elcorreo.com
Miércoles, 25 de agosto 2010, 04:59
Está muy lejos en tamaño de las impresionantes secuoyas de La Granja (Segovia), de 18 metros de circunferencia, y no digamos del 'general Shermann', la más famosa del bosque Redwood, de California, con sus 80 metros de altura y 31 de circunferencia. Pero con sus 40 metros hacia arriba y 8 de perímetro, la vitoriana, de la especie Sequoiadendron giganteum, es el ser vivo más descomunal que habita entre nosotros. Hace falta al menos cinco personas con los brazos estirados para abrazarla. Vive en un remanso de paz, en el jardín público situado junto al colegio Urkide ( Ursulinas), con entrada por la calle Magdalena. Le acompañan un árbol del amor, un avellano, la falsa acacia y un nogal, entre otros. Este viejo compañero de la ciudad, el vecino más verde y más alto, fue plantado por Juan Ibarrondo en 1860, lo que le convierte en un venerable abuelo de 150 años. Felicidades.
Se trata del único árbol singular de Vitoria, catalogado con afán protector con ese título por el Gobierno vasco. Al estar en el patio trasero de una casa particular, es difícil tropezarse con semejante coloso. Por eso hay que acercarse cualquier día a ese rincón, con horario de cierre y apertura, apreciar sus colosales formas y sentarse bajo su sombra protectora. Aporta claves de nuestra propia existencia y nos hace sentirnos muy pequeños.
La reconversión del antiguo convento de las Brígidas como sede del Instituto Foral de Bienestar Social y la creación de un nuevo espacio verde en esta zona darán mayor relevancia si cabe al árbol porque será una de las entradas obligatorias al futuro complejo.
Pudo ser talada
La monumental secuoya vitoriana se encuentra rodeada de tapias y edificios, lindando con el patio del colegio. Las obras de construcción del bloque de viviendas cercano dañaron hace unos años sus raíces y le quitaron luz y alimento. Incluso estuvo a punto de ser talada porque sus dimensiones molestaban a los vecinos si no llega a intervenir el Ayuntamiento. Unos juegos de niños contribuían al pisoteo frecuente del suelo. Como consecuencia, las hojas empezaron a amarillear y se temía por su estado. Otras compañeras suyas, como las situadas en El Campillo, habían ido desapareciendo durante los últimos años.
Por eso se emprendieron actuaciones tendentes a proteger el árbol y a crearle un entorno adecuado. El proyecto inicial fue modificado atendiendo a las sugerencias de la Diputación, competente en la gestión de los árboles singulares en Álava. Se construyeron unas plataformas de madera, a modo de palés que, apoyadas en el suelo, lo dejaban respirar. Una de las tarimas se repliega en el fondo del jardín dando lugar a un banco corrido desde el que se puede admirar el gigante en toda su dimensión.
Con esta actuación, se pretendía que el público que la visitara sólo anduviese sobre la madera. El resto del espacio, la mayor parte del jardín, se cubrió con una capa acolchada de restos vegetales triturados, desinfectada y permeable, que no invita a pisar encima y que periódicamente se remueve.
Extinguidos en España
La secuoya es el mayor de los árboles conocidos. Precisa de gran cantidad de agua y humedad, no soporta la sequía y crece lentamente (sólo los árboles bastardos se desarrollan con rapidez). Puede elevarse más de cien metros, tener un diámetro de ocho y una edad de 3.000 años. Su corteza es tan gruesa y robusta que la protege de los incendios. La madera es rojiza y estriada.
Sólo se conserva en Estados Unidos alrededor del 4% de los bosques antiguos de esta especie. España es uno de los países en los que hubo bosques de secuoyas, que se extinguieron hace casi dos millones de años.
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