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CRISTIAN REINO
Lunes, 14 de junio 2010, 11:17
El refranero popular es sabio: «Es más falso que un duro sevillano». Por supuesto, no se refiere a un tipo chulo que vive en la capital hispalense, sino a la leyenda que cuenta que a finales del siglo XIX se adulteraron miles de monedas de cinco pesetas, que por aquel entonces tenían en la cara el retrato del rey Alfonso XIII.
Aquellas falsificaciones pasaron a la historia por su depurada técnica: eran exactamente iguales salvo por un pequeño detalle, su composición tenía menos plata. Sin embargo tenían los mismos motivos grabados y sonaban y rebotaban contra el suelo igual. Distinguirlos era imposible, tanto que el Banco de España se vio obligado, en 1908, a intercambiar monedas falsas por legales para poder retirarlas del mercado.
Estos duros, menos valiosos que cuatro pesetas, forman parte de la exposición 'La moneda falsa. De la antigüedad al euro', que reúne en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC) de Barcelona 350 piezas, entre monedas, billetes de banco y tarjetas de crédito, tanto auténticos como falsos, así como documentación e instrumentos de fabricación legales y de falsificación. Además, incluye algunos de los instrumentos de verificación de la autenticidad del dinero que permiten documentar este fenómeno.
Y es que la historia de la moneda falsa es tan antigua como la historia de la moneda legal. En España, hay que remontarse a la Girona griega del siglo V a. C. (en Ampurias) para encontrar la primera moneda de mentira. La tecnología de los tramposos, una vez más, iba más adelantada que la de las autoridades. En momentos de escasez de plata o cuando el noble metal se encarecía demasiado, los primeros falsificadores de la historia de España lo tuvieron claro: forremos con plata las monedas hechas con una aleación más barata. También idearon otra manera: copiar los trióbolos atenienses, la moneda con mayor valor de la época. Así nació el arte de la falsificación numismática, que llega hasta el presente y que tiene al billete de 50 euros como la víctima favorita de los fabricantes ilegales de dinero.
Pero mucho antes de llegar el euro, en la Edad Media, prosperaron, a pesar de su persecución, todo tipo de falsificaciones y manipulaciones en detrimento de la moneda legítima. Ocasionalmente, incluso algunos monarcas también se dedicaron a fabricar de forma clandestina moneda de otros reinos o a rebajar la pureza del metal de las propias. Más o menos, el anticipo de lo que los especuladores financieros de Wall Street hacen en la actualidad contra el euro.
La época moderna fue testigo de la introducción de la mecanización en la fabricación de la moneda que, entre otras razones, buscaba dificultar la falsificación y el recorte. No obstante, a pesar de dichas medidas técnicas y de la presión de la persecución legal, los delincuentes nunca han renunciado al atractivo del dinero falsa. Sólo la mejora tecnológica, la presión policial y un buen conocimiento de las características de la moneda y de sus medidas de seguridad pueden paliar los efectos negativos de las falsificaciones en una carrera que parece no tener fin. La tentación siempre es enorme.
Por si acaso, al final de la exposición, los visitantes pueden comprobar en una máquina si sus billetes son originales o falsos: seguro que hay más de un susto.
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