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PABLO MARTÍNEZ ZARRACINA
Lunes, 31 de mayo 2010, 19:27
1949
Dos Alemanias
En 1949 Alemania se partió definitivamente en dos. Fue la solución drástica a lo que se conocía como «el problema alemán». Cuatro años después de la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial, otra guerra distinta tensaba la situación mundial. El panorama político había sido radiografiado por Churchill en un famoso discurso pronunciado en Estados Unidos la primavera de 1946: «Desde Stettin, en el Báltico, a Trieste, en el Adriático, ha caído sobre el continente un telón de acero ( ). Tras él se encuentran todas las capitales de los antiguos Estados de Europa central y oriental, famosas ciudades y sus poblaciones y los países en torno a ellas, que se encuentran en lo que debo llamar la esfera soviética. Todos están sometidos, de una manera u otra, no sólo a la influencia soviética, sino a una altísima y, en muchos casos, creciente medida de control por parte de Moscú».
Dos años después de aquella intervención del primer ministro inglés, Stalin bloqueaba Berlín Occidental como protesta por un supuesto rearme alemán favorecido por los Estados Unidos. La situación se solucionó con una mezcla de diplomacia y publicidad -aviones americanos dejaron caer caramelos para los niños de Berlín-, pero hubo momentos en los que se temió que las armas volvieran a hablar en la vieja Europa.
Durante los siguientes años la escalada de tensión entre el bloque occidental y el comunista sería constante. En 1949 se creó la OTAN y el 23 de mayo de ese año tomó forma la República Federal de Alemania, que celebró sus primeras elecciones libres tres meses después. El 7 de octubre de 1949 la zona de Alemania bajo control soviético se constituía en la República Democrática Alemana, bajo el control del SED, el partido único. En la prensa española los analistas del Régimen lo tenían claro: «Si los rusos no hubiesen cometido la mayor deslealtad hacia sus antiguos aliados, el problema alemán realmente no se plantearía. Pero puesto que Moscú sabe que de celebrarse elecciones libres saldría una mayoría anticomunista, orientada hacia las democracias, han creado una Alemania oriental sovietizada, sin la menor libertad de actuación para los elementos democráticos. Tal actitud del Kremlin ha obligado, a su vez, a los aliados a organizar una Alemania occidental con sistema federal, con el fin de impedir que la demagogia soviética y nacionalcomunista prevaleciera en la totalidad del Reich».
1950
El testigo ético
En los últimos meses de 1949, por el University Hospital de Londres pasaron algunos de los hombres de letras más importantes del país. Evelyn Waugh, Cyril Connolly, Anthony Powell y Stephen Spender acudían a visitar a un enfermo de tuberculosis llamado Eric Blair al que quedaban pocas semanas. El 21 de enero de 1950 un aneurisma pulmonar acababa con la vida de Blair, que pasaría a la historia como uno de los mayores escritores del su tiempo bajo el seudónimo de George Orwell.
Orwell murió con 46 años. Su biografía fue la del siglo. Nació en la India colonial, sirvió con la Policía Imperial en Birmania y vio caer ese imperio. También el sueño republicano español. Viajó a España en 1936 para defender la democracia con las armas y conoció de primera mano lo que la ortodoxia comunista hacía con los anarquistas y los trotskistas del POUM.
Fue de los primeros en señalar el peligro del estalinismo y vio cómo el ascenso del nazismo amenazaba a Europa. Fue corresponsal de guerra en Alemania, testigo de los bombardeos nazis sobre Londres y asistió a los primeros movimientos de la Guerra Fría. Mientras hacía todo eso, escribía. En los periódicos, aferrado a los hechos, dispuesto a asumir las consecuencias. La obra periodística de Orwell se sitúa entre las mejores de cualquier época. Constituye un ejemplo de integridad, percepción, inteligencia y honestidad.
Además de cientos de artículos y decenas de ensayos, además del imprescindible 'Homenaje a Cataluña', Orwell escribió dos novelas fundamentales sobre el totalitarismo: 'Rebelión en la granja' y '1984'. Son dos libros que han sobrepasado las fronteras de la ficción para adherirse a la Historia. Curiosamente, ambas fueron recibidas en España con cierto entusiasmo desenfocado. En 1955 el bilbaíno Jacinto Miquelarena escribía en 'ABC' que '1984' era una visión del año «en el que el comunismo se apoderará del mundo y lo llenará de bestialidad y espanto».
Miquelarena acertaba a medias. '1984' también estaba hablando de él. Orwell fue un escritor valiente e incómodo, un testigo ético para el siglo XX. Lo dijo Robert Conquest en el conocido poema que le dedicó: «Glaciares mentales y morales derritiéndose levemente / delatan la influencia de su cálida intención. / Porque él nos enseñó lo que lo real significaba / el crudo invierno aferra a su presa con menos fuerza».
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