El trío estadounidense.
Hoy en el teatro campos

Tres en uno

Medeski Martin & Wood traen al 365 Jazz Bilbao su música contagiada de funk, hip hop y otros aromas heterodoxos, "sin espacio para el ego ni las exhibiciones"

CARLOS BENITO

Martes, 5 de noviembre 2013, 10:17

Son tres, por mucho que su nombre se vuelva confuso por esa manía misteriosa de prescindir de la coma. En el centro de la foto tienen a John Medeski, el teclista. A la izquierda, a punto de tragarse la maza, está Billy Martin, el batería. Y desde la derecha lo contempla todo con gesto travieso Chris Wood, el bajista. Juntos forman un trío veterano, compenetrado hasta el extremo de que parecen compartir algunos circuitos neuronales: llevan más de veinte años interpretando una música basada en la improvisación y "sin sitio para el ego o las exhibiciones", que se cobija bajo el amplio paraguas del jazz pero también incluye elementos del funk, la vanguardia o la clásica contemporánea. Ellos mismos hablan de "una mezcla poco razonable de Jimmy Smith, György Ligeti y el Art Ensemble Of Chicago", aunque habitualmente la columna vertebral de su producción está más cerca del primer ingrediente, ese jazz sensual e hipnótico dominado por el órgano.

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Su planteamiento siempre ha sido el de no imponerse límites ni reglas y dejar que la música fluya hacia donde quiera: "No hay líder ni fórmula explicaba Wood en una entrevista con Beautiful Buzz. Nunca estamos seguros de adónde nos dirigimos ni de lo que va a salir. Las cosas siempre nos han surgido de manera orgánica: a menudo es la propia música la que nos muestra el camino, sin control de nadie". El trío les ha permitido renunciar a sus ortodoxias de partida, o quizá combinarlas hasta anularlas por completo. Medeski empezó con la música clásica y asegura que, de adolescente, experimentó una especie de 'viaje astral' mientras tocaba una sonata de Mozart. Más tarde tuvo otra revelación en forma de disco de Oscar Peterson, y a los dieciséis ya tocó con el mítico Jaco Pastorius, que incluso le invitó a irse de gira con él por Japón. Su madre, quizá sensatamente, le prohibió acompañar al complicado bajista. Así de lejos había llegado ya cuando, al empezar a colaborar con una banda de blues, se dio cuenta de que había perdido el contacto con lo popular: "Estaba tan ocupado entendiendo a Schoenberg que no era capaz de expresar músicas más sencillas".

Martin es hijo de un violinista clásico que tenía instalado un imponente sistema de sonido en el sótano de casa, pero también es el de raíces más rockeras, gracias a unos hermanos mayores que le introdujeron en la música de Hendrix, Zappa, James Brown o Kiss. En casa de Wood, en cambio, el padre era un ingeniero molecular apasionado por el folk, que había tocado con Joan Baez y organizaba pequeños recitales para toda la familia, pero el joven bajista pronto cayó bajo el influjo del jazz más vanguardista de la época.

Los primeros en tocar juntos fueron Medeski y Wood, que se fueron a Nueva York pero no se encontraron con lo que esperaban: "Nunca nos sentimos cómodos en los clubes de jazz, porque sabíamos que el público estaba esperando oír material que sonase como lo que ya conocía", ha resumido el teclista en Los Angeles Times. Acabaron infiltrándose en la escena más artie de la ciudad, la de John Zorn o Marc Ribot, y finalmente encontraron la tercera pata del banco en Billy Martin, que llegó cargado de ritmos de funk, hip hop y música brasileña y africana. Al principio, Medeski utilizaba solo el piano, pero pronto incorporó el Hammond, el Mellotron y otros órganos venerables. La aproximación del trío a los instrumentos no siempre es del todo académica: a Medeski se le ha visto atacar con un destornillador las cuerdas del piano, Wood introduce a veces trozos de papel tras las cuerdas del bajo y Martin disfruta aporreando objetos que no estaban pensados para hacer música.

En los veintiún años transcurridos desde su debut, Medeski Martin & Wood han editado dos docenas de álbumes y se han enredado en incontables proyectos paralelos, además de acompañar a figuras populares como Iggy Pop o Natalie Merchant y organizar su campus anual para músicos que quieran «romper con las convenciones». Pero lo más importante es que, al cabo de este tiempo, siguen manteniendo la capacidad de sorprenderse con lo que hacen sus compañeros de grupo: "A veces nos quedamos mirando a los otros con la boca abierta ha admitido Martin y eso es lo bonito de todo esto».

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