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Tony Iommi, Ozzy Osbourne y Geezer Butler.
Nuevo discO titulado ‘13’

Black Sabbath, diablos viejos

Treinta y cinco años después, la formación ‘casi original’ de la banda británica edita nuevo álbum. "Me levanto de la tumba", canta Ozzy

CARLOS BENITO

Miércoles, 5 de junio 2013, 05:02

Todo empezó con ruido de lluvia, unas campanas lejanas, un par de truenos y tres notas siniestras de guitarra y bajo: así arranca Black Sabbath, la canción que abre el primer álbum de la banda homónima, uno de esos temas de los que se puede decir que dieron lugar a un género. Black Sabbath surgieron en Birmingham a finales de los 60 como los heraldos de un mundo tenebroso, poblado de brujas y apariciones, y nos lo presentaron a través de canciones que combinaban riffs monumentales, lentitud ominosa y una extraña dinámica, con bases que no eran precisamente ajenas a la pulsión del jazz. El vocalista Ozzy Osbourne, el guitarrista Tony Iommi, el bajista Geezer Butler y el batería Bill Ward siguieron explorando las posibilidades de su estilo en un puñado de álbumes clásicos, que se cuentan entre los más influyentes de la historia del rock, pero después las drogas y las disputas internas les hicieron perder progresivamente el norte. En 1978, a Ozzy le echaron de la banda: las dos partes tuvieron una apasionante historia posterior, pero eso ya no es materia de este artículo.

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Este fin de semana, la formación original de Black Sabbath con excepción del batería, que se apeó o lo apearon del proyecto cuando ya estaba en marcha edita un álbum de material nuevo, el primero en tres décadas y media. Los últimos años habían dado motivos para la esperanza, porque los cuatro se reunieron ya en 1997 e incluso grabaron un directo y alguna canción de estudio, pero la evolución de los acontecimientos también había demostrado que las viejas rencillas continuaban: Ozzy y Iommi estuvieron enzarzados en un feo proceso judicial por los derechos sobre el nombre. Sin embargo, parece que todo ha ido mejor de lo previsto y el disco, titulado 13, ha sido recibido con críticas positivas, en las que abunda la sorpresa y el entusiasmo. De la batería se ha ocupado Brad Wilk, de Rage Against The Machine, que nació más o menos cuando arrancaba la carrera de Black Sabbath, y la producción ha corrido a cargo de Rick Rubin, un esencialista que se ha especializado en desnudar el núcleo que da sentido a un artista: en el caso del cuarteto, su intención era recuperar el estilo de los primeros cuatro álbumes, esa naturalidad lúgubre pero rítmica y fluida que los Sabbath perdieron a fuerza de repetirse a sí mismos.

Lo primero que hizo Rubin fue sentarlos y hacerles escuchar su primer álbum, aunque a estos diablos viejos no les hizo mucha gracia volver a la lluvia, los truenos y las campanitas de sus veinte años. «Ese primer álbum es el que mejor refleja el cuadro general de Black Sabbath ha explicado el productor en una interesante entrevista con la revista Mojo. Cuando se lo puse para que lo escucharan, una vez terminaron de preguntar por qué hacía eso, ellos mismos se sorprendieron de lo ecléctico y lo vivo que es, de cómo parece que, si lo hubiesen tocado la noche siguiente, quizá no habría sonado igual. Es como una improvisación interactiva, inspirada por el jazz». Rubin trató de recuperar esa capacidad original de los músicos para tocar juntos sin corsés ni guiones: «Todos los días, antes de grabar la canción que hubiésemos preparado, les sugería que improvisasen quince o veinte minutos, igual que cuando eran jóvenes, igual que cuando tocaban en clubes (...), de manera que pudiesen sintonizarse musicalmente los unos con los otros en lugar de tocar las partes que ya se habían aprendido. Se trataba de despertar esos músculos», relata el productor, que defiende la idea de Black Sabbath como banda previa al heavy: «Tienen más en común con Cream o Led Zeppelin que con Iron Maiden», puntualiza en Mojo.

El resultado es un cedé de ocho temas a los que se añaden tres más en la versión de lujo. El sencillo de adelanto, God Is Dead?, generó reacciones contrapuestas, pero en las primeras críticas del álbum predomina lo positivo. «Es mejor de lo que nadie podría haber esperado», ha escrito Geoff Barton en Metal Hammer, admirado sobre todo ante la parte central del disco, con temas como Damaged Soul, Loner, Zeitgeist o Age Of Reason. El propio Ozzy, que entona frases como «morir es fácil, lo difícil es vivir», «me levanto de mi tumba» o «estoy perdiendo la batalla entre Satán y Dios», no parece acabar de creérselo, aunque no podemos olvidar que estamos ante un avispado publicista de sí mismo: «Es una obra maestra ha dicho. Si te gustaban los Black Sabbath de antaño, te va a gustar 13. Es muy heavy. Es muy muy heavy. Yo soy el crítico más duro: más que los aciertos, busco los defectos, y no he estado tan emocionado con un disco en muchísimo tiempo. Ni me acuerdo de la última vez».

La delicada situación de Tony Iommi, con un linfoma, les obliga a restringir las presentaciones en directo, pero su paso por Oceanía ya ha permitido a Ozzy Osbourne soltar unas cuantas perlas de las suyas. El vocalista de Black Sabbath y estrella de realities no ha perdido su personalidad singular, que a algunos les resulta entrañable y a otros, más bien cargante. Así concluía su conversación con The West Australian, el diario de Perth: «Mi bendición es seguir vivo. Mi corazón se ha parado más de una vez y me pusieron en marcha de nuevo. Tuve un accidente de moto hace años, casi me rompí el cuello, me destrocé la clavícula, me rompí las costillas, me perforé los pulmones... Me he caído por escaleras, por huecos de ascensor, me ha pasado de todo en la vida. Me han arrestado por intento de asesinato, algo de lo que no estoy orgulloso. Pero nunca pensé que podría volver a un estudio de grabación y grabar un álbum totalmente sobrio».

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