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ITSASO ÁLVAREZ
Martes, 30 de julio 2013, 09:44
En el Museo del Louvre hay un retrato de la escritora y dramaturga bilbaína María Rita de Barrenechea y Morante (Bilbao, 1757-Madrid, 1795), marquesa de la Solana y condesa del Carpio, realizado por Goya. El lienzo la muestra de cuerpo entero sobre un fondo neutro de tono grisáceo, con la delgada figura de pie, vestida con traje negro y una mantilla blanca sobre los hombros y parte de la cabeza. Cruza sus manos, una de ellas sujetando un abanico, a la altura de la cintura, y su rostro enfermizo (Rita moriría meses después) y reservado mira al espectador. La sobriedad cromática del retrato queda únicamente animada por el gran lazo rosa del pelo, peinado a la moda del momento, y los chapines dorados de punta fina. De familia de alta nobleza vizcaína, Rita de Barrenechea emigró pronto a Valladolid, donde se casó, y más tarde a Madrid, donde falleció a la temprana edad de 37 años. Allí se relacionó con la sociedad más distinguida del momento y formó parte de los mejores círculos literarios, entablando gran amistad con Jovellanos. Las cualidades personales de esta escritora fueron descritas por su amiga María Rosa de Gálvez, reconocida poetisa y dramaturga de la Ilustración, en el canto La noche: Espíritu caritativo, talento e imaginación creadora, y protectora de las artes y obras de beneficencia.
Pese a conservarse sólo dos de sus obras -'La aya', una comedia en un acto y 23 escenas escrita en prosa, inédita hasta fechas recientes, y 'Catalin', otra comedia de corte neoclásico y sentimental que sitúa su acción en un caserío portugalujo de finales del siglo XVIII y que llegó incluso a ser publicada por un editor anónimo en Jaén en 1783-, y considerarse una autora dramática original, el de Rita de Barrenechea, una mujer inteligente, culta y sociable, empeñada en contribuir a la regeneración social como buena ilustrada, de ánimo sereno y gran sensibilidad literaria, como lo prueban sus interesantes cartas dirigidas a su marido durante una temporada que por razones de salud tuvo que residir en Bilbao, su villa natal, es un nombre olvidado del teatro español y de la literatura vasca. También escribió otra comedia de tema infantil, con su hija y otras niñas amigas suyas como protagonistas, apuntes para otras comedias, una Descripción de un viaje por la Mancha y varios ensayos inéditos, documentos que al parecer se dispersaron tras la muerte del marqués 1930.
Según explica Inmaculada de Urzainqui en 'Catalin de Rita de Barrenechea y otras voces de mujeres en el siglo XVIII', facsímil publicado en 2006 por Ararteko, hay varias razones que otorgan a esta mujer interés en el panorama literario español del siglo XVIII. "La primera es el hecho mismo de escribir teatro siendo mujer, porque aunque ciertamente son muchas las que salen al escenario de las letras con diversas traducciones y obras originales, la escritura teatral es con diferencia el terreno que menos transitan y en el que menos comparecen públicamente". Además, fue la segunda mujer, después de la guipuzcoana Catalina de Erauso, la monja Alférez, que vio impresa una obra de teatro. Y por último, "está entre las más tempranas muestras de la renovación teatral española y al frente de las escritoras vascas de expresión castellana" de la época.
Las dos obras
'La aya' se desarrolla en unas pocas horas en el domicilio familiar de una muchacha que vive en una ciudad no especificada. "Planteada para alertar de los peligros a que se exponen las jóvenes por una educación descuidada", apunta Inmaculada Urzainqui, trata de una joven, Matilde, que después de haberse criado con su abuela en una aldea llega a casa de su madre, quien encomienda su educación a una aya, supuestamente francesa y de la que no tiene referencias, con el beneplácito de un amigo de la familia, don Esteban, y el rechazo de otro, do Mauro, por entender que la educación de una hija debe ser tarea de su madre. Después de descubrirse que en realidad la tal francesa es una castellana sobornada por don Carlos, a quien ella había conocido estando en la aldea, para lograr casarse con la muchacha, intentan ambos persuadirle de que se escape con él para contraer matrimonio en secreto. Al final el plan de la fuga se desbarata y la joven, arrepentida, pide perdón a su madre. Entre otras cosas, la obra sirvió para expresar el rechazo al matrimonio efectuado sin el consentimiento de los padres, de acuerdo con la Pragmática de 1776 que lo exigía para los jóvenes menores de 25 años, a fin de atajar la proliferación de casamientos desiguales, una cuestión frecuente en novelas y comedias posteriores.
Rita de Barrenechea tenía precisamente 25 años cuando escribió la comedia 'Catalin', más interesante. La obra tiene siete personajes que usan como escenario un caserío situado en lo alto de Portugalete donde acogidos por el Barón paradigma de virtud y benefactor muy querido de los portugalujos viven la joven Catalin, su padre, Barreina, su hermana, Marichu, y Guitia, adoptado por Barreina al quedarse huérfano. Catalin y Guitia se enamoran, pero las penurias económicas de la familia les frenan para dar el paso del matrimonio. En vez de pedir ayuda al Barón, Catalin se la pide a Beitia, un caballero despreciable encaprichado de ella y que se la niega. A esto se une que Guitia es detenido al ser confundido con un bandido. Desenlace: todo se resuelve y la pareja puede casarse gracias al amparo del Barón. "Para dar frescura y verosimilitud al retrato de las costumbres que pinta, y de paso también para contribuir, al igual que lo había hecho el conde de Peñaflorida, a dignificar literariamente 'el antiguo y suave bascuence'", en un momento de la historia Rita de Barrenechea pone en boca de Marichu, una joven simpática y extrovertida, una canción en euskera (Y laila y laila atsoak guztiak ibaira / Atzo, atzo, atzo, atzo, atzo/ hil ziren zazpi atso, haiek zulora, ni begira / atsorik enpara zedila), tonada que aparece recogida en el Cancionero popular vasco de Resurrección María de Azkue.
Lejos de las figuras estereotipadas del vasco que la tradición había consagrado en la literatura, con sus atuendos singulares y sus "mal trabadas razones", al decir de Cervantes, 'Catalin' "presenta la estampa viva de un mundo conocido y próximo, sin tópicos ni trivializaciones". "Pudiendo haber hecho un juego escénico sin mayores complicaciones, apto para entretener una representación casera, prefirió hacer una comedia de ideas, una obra comprometida con el pensamiento de vanguardia, muy a propósito para ello", explica Inmaculada de Urzainqui. En el catálogo de 'Autoras en la historia del teatro español' se la juzga como una obra de "moralidad tópica", algo sobre lo que no está de acuerdo Urzainqui: "Aunque sus ideas vienen a coincidir con las de muchos ilustrados, no responden a un cliché más o menos trivializado, sino a convicciones muy profundas y sentidas. Como lo fueron las de los protagonistas de aquel gran movimiento de ideas que fue la Ilustración".
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