MIGUEL ESCUDERO
Lunes, 28 de septiembre 2009, 04:34
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E ste verano volví a pasar por Calatañazor, un pintoresco pueblo medieval sin apenas habitantes. ¡Qué lástima de pueblos hermosos y medio abandonados, sin perspectiva de futuro! ¿No podrían muchos jóvenes que viven abatidos o hastiados en las ciudades ir a instalarse a estas tierras, ocuparse de ellas, cultivarlas y ayudar a mantener su rico legado histórico? ¿Cómo se les podría ayudar a sentir interés por esas tareas, provechosas para ellos y benéficas para todos, con medidas concretas de promoción? ¿A quién le corresponde el fomento de ese sensato entusiasmo? No oigo a nadie tratar de ello, pero creo que si alguien lo hiciera con seriedad y alegría, habría lugar para una esperanza tangible, aquí y allá.
«En Calatañazor perdió Almanzor el tambor» es un dicho que nació a partir de unas crónicas y que se hizo célebre en el siglo XIII. Se refiere a la legendaria batalla que en 1002 se libró en esa villa, cuyo nombre significa 'fortaleza de águilas', y que supuso el retiro definitivo del caudillo musulmán. Tambor o timbal es sinónimo de alegría; después de eso Al-Mansur (el victorioso) ya no levantó cabeza. Ironías de la vida: quien fue derrotado tiene ahora un busto frente a la Casa Ondategui, pero no quien ganó. En 2002, un milenio después, una asociación de Torrox -la localidad malagueña donde nació- regaló a este pueblo soriano un busto de Almanzor, en el que éste se muestra magnífico, recio y vigoroso como 'un campeón'. El alcalde Jesús Robles se negó a aceptar tal regalo. En cambio, el alcalde que le sucedió a partir de 2003 sí que lo aceptó y lo colocó en un lugar destacado. Paradojas de la vida rural: este regidor era del Partido Popular, mientras que el primero era de Izquierda Unida. Aquella mañana éste me explicó, en un encuentro casual, su pétreo rechazo al monolito: «¿Cómo se puede elevar a un guerrero y ponerlo de modelo? Si volviese a ser alcalde, lo primero que haría sería retirarlo», pero no se presentará más. Estos hechos tienen una repercusión muy escasa. Pero son síntoma de una extraña desorientación. Quien visitó la villa una sola vez y salió como guerrero perdedor mil años atrás, ha vuelto triunfante como monumento. Si, al menos, este despropósito sirviese de aviso para que los bellos y olvidados pueblos españoles pudieran recuperar esplendor con nuevos y laboriosos y pacíficos habitantes...
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