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ÁNGEL RESA
Lunes, 6 de julio 2009, 12:19
José Manuel Barquero recibió el pasado martes el homenaje que abrocha veinticinco años dedicado a las tareas legislativas en el Ayuntamiento de Vitoria, el Parlamento vasco, el Congreso y el Senado. Su «compañero y amigo» Javier Rojo, «la persona del Partido Socialista con la que más he coincidido», le impuso como presidente de la Cámara Alta la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil. Hace dos años, a este orensano del PP que reside en la capital alavesa desde 1967, ya se le distinguió con la Encomienda de Número de la Orden de Isabel la Católica.
¿Qué supone para usted la concesión de la semana pasada? «Un gran orgullo personal porque toda mi vida política ha estado dedicada al parlamentarismo. Los legislativos suelen estar considerados como los hermanos pobres del sistema, pero en mi opinión son el núcleo central en la democracia de cualquier país. Poder ejecutivo y judicial hay en todos los sitios, también en las dictaduras».
Barquero -licenciado en Filosofía y Letras y Derecho, profesor de la UNED, el antiguo CUA y el instituto Ramiro de Maeztu- se inició en la vida pública el año de las riadas (1983) a través del municipio, la institución más próxima a los ciudadanos. Con sólo un año como concejal evoca satisfecho una anécdota que confirma la cercanía entre el Ayuntamiento y la gente. «Me propuse poner agua caliente en los vestuarios de varios campos de fútbol y durante tiempo me estuvieron llamando para entregar premios en competiciones deportivas».
De 1984 a 1989 ocupó la bancada popular en el Parlamento vasco, una Cámara bastante más amable, pese al muy enrarecido ambiente, que la de tiempos recientes. «Recuerdo el nivel de encuentro que había, los acuerdos de Ajuria Enea con Ardanza como lehendakari y el consenso que generaba Joseba Arregui desde la consejería de Cultura».
Barquero prosiguió su alejamiento geográfico de Vitoria, con destino a Madrid durante los últimos diecinueve años, salvo tres de paréntesis. Diputado entre 1989 y 1993, se convirtió en «el azote o el martillo del ministro Corcuera». «Era una época de tantos asesinatos en los mismos sitios... Por ejemplo, en el puerto de Pasajes. Con aquello me llevaban los demonios y tuve parte de culpa en el comienzo de acciones a favor de las víctimas del terrorismo».
«Momentos muy duros»
Y de la Cámara Baja a la Alta. Senador durante las tres últimas legislaturas, miembro de la mesa en la 2004-2008. El político alavés se refiere a ella con cariño. Siente la satisfacción de haber contribuido a «mejorar la protección social de los parlamentarios españoles, un sistema intermedio entre la nula que teníamos aquí y la exagerada de Italia, un modelo próximo al sueco». A su juicio, el Senado favorece «la reflexión, la argumentación y elimina los discursos violentos». En el debe, «no haber conseguido la reforma pendiente y necesaria para situar a esta Cámara en el nivel que le corresponde, el del debate territorial. Tiene sentido en un Estado de las autonomías como el nuestro pero, si no llega la reforma, los ciudadanos pueden percibirla como algo inútil cuando no lo es».
Un cuarto de siglo da para mucho, más intenso aún si el protagonista viste la elástica del PP o del PSOE. «Hemos pasado momentos muy duros, quince meses a raíz del asesinato de Gregorio Ordóñez en que se mataba a un concejal del PP un día sí y otro no. Entonces te das cuenta de que tienes que resistir. Todos hicimos, en algún momento, testamento. Y en ese ambiente se perdió para la política vasca gente que, sin ese miedo, podía haber estado». Barquero lleva escoltas desde el día siguiente a la matanza del catedrático Tomás y Valiente, va para quince años. Le entristecen las preguntas de sus nietos pequeños. «Abuelo, ¿por qué esos amigos tuyos van detrás y no hablan contigo?».
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