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La coreógrafa alemana Pina Bausch ha muerto a los 68 años. / Archivo
Arte contemporáneo

Muere a los 68 años la coreógrafa alemana Pina Bausch

Fue la creadora en los años setenta de nuevas formas y estilos en el teatro-danza

EFE |

Martes, 30 de junio 2009, 21:26

La coreógrafa alemana Pina Bausch, considerada como una renovadora de la danza moderna, ha muerto a los 68 años de edad, según ha informado su compañía, del Wuppertal Tanzatheater, donde desarrolló buena parte de su carrera. Bausch fue la creadora en los años setenta de nuevas formas y estilos en el teatro-danza, que diez años después llegó a tener en Alemania la misma importancia que el teatro hablado.

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Hace cinco días, según el Wuppertal Tanztheater, a Pina Bausch se le había diagnosticado un cáncer que ha resultado fulminante, aunque no se ha informado sobre las circunstancias de su fallecimiento. Pocos días antes, Bausch había estado trabajando sobre el escenario con su equipo habitual en la Opera de Wuppertal.

La coreógrafa nació en Solingen (oeste de Alemania) el 27 de julio de 1940 y empezó a formarse como bailarina en 1955 en la recién fundada Folkwangschule de Essen, creada y dirigida por Kurt Joos. En 1959 se marchó a Estados Unidos, donde pasó tres años disfrutando de varias becas. Al regresar a Alemania, en 1962, empezó una carrera fulgurante que supondría una revolución del teatro-danza.

Su último trabajo

Su última producción se había estrenado hace dos semanas en el Wuppertal y buscaba una introspección en el pasado de Chile a través de un baile lento y una música melancólica. La obra es una co-producción de Pina Bausch con el Teatro Santiago a Mil y el Instituto Goethe. La pieza había sido muy bien recibida por la crítica alemana, que había visto en ella un resurgir de la potencia creativa de Bausch, a quien en los últimos años se le había acusado de caer en un efectismo fácil.

Entre las obras más conocidas de Bausch se cuentan (1974), (1976), coreografía basada en música de Kurt Weil y textos de Bertolt Brecht, (Ven, danza conmigo, 1977) y (1995). La obra de Bausch combina muchos tipos de música, que van desde éxitos populares a música clásica, y mezcla la danza propiamente dicha con otros recursos dramáticos.

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La coreógrafa tenía previsto viajar a España el próximo mes de noviembre para representar con su compañía, la Wuppertal Tanztheater, la obra en el Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid, del que era una asidua. Creó (Patio de contacto) en 1978 y en 2001 la "recreó" con una arriesgada propuesta que tuvo un gran éxito de crítica y mediático, siguiendo su idea de que lo importante no es cómo los bailarines se mueven sino que se muevan.

Una intensa relación con España

En lugar de acudir a bailarines profesionales buscó aficionados a través de la prensa de Wuppertal a los que sólo ponía la condición de ser mayores de 65 años y a los que, posteriormente, adiestró durante un año en los movimientos. , ambientada en una sala de baile, es una obra fundamental de Bausch, basada en los rituales de cortejo de los hombres y las mujeres, ellas vestidas con trajes de fiesta, ellos con estricto traje oscuro, como representación de la contradicción que existe entre el frenesí sexual y el encorsetado y social decoro.

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El Festival de Otoño de Madrid ha sido una de las "casas" de Bausch en España, una "residencia" que ocupó por primera vez en 1985, con , y a la que volvió en varias ocasiones. El año pasado llevó al Teatro Auditorio de San Lorenzo de El Escorial el espectáculo , un juego "de agua y con el agua", una idea que ya había explorado en 2006 con , que estrenó en el Teatro de la Zarzuela.

Pero su relación con España no siempre le fue bien. El 16 de junio de 1998 abría la temporada de danza del recién remodelado Teatro Real con el montaje (Claveles), un espectáculo que recibía al público con un escenario cuajado de rosas y claveles rojos. El público del Real no entendió la propuesta de la alemana sobre la infancia y la madurez y perdió la compostura operística para abuchearla sonoramente, pero en la otra obra dirigida por ella ese mismo año en el coliseo madrileño, , los aplausos fueron unánimes.

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Bausch no debutó hasta septiembre del año pasado en el Liceo de Barcelona y lo hizo con dos obras muy especiales en su carrera: (La consagración de la primavera) y , precisamente la primera que hizo en el Festival de Otoño de Madrid.

Fue en la primavera de 1998 cuando Pedro Almodóvar -un confeso admirador- tras verla en París en el estreno en el Teatro de la Ville de la coreografía , determinó contar con ella para el rodaje de . Y otra vez hizo su aparición , que abre la película, una pieza de la primera época de la coreógrafa alemana, la musa de Fellini en .

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