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IÑIGO MUÑOYERRO
Sábado, 24 de mayo 2008, 12:24
Cinco noches a 7.400 metros de altitud en el campo IV de la cara Sur del Annapurna, 'la Diosa de la abundancia' de los tibetanos, han sido demasiadas. El corazón de Iñaki Ochoa de Olza ha reventado. No ha podido resistir esta prolongada estancia en la 'zona cero', donde el cuerpo humano se 'come' a sí mismo, donde se degrada sin remedio. Ayer, a las 8:45h (12:30h en Nepal), falleció víctima de la mortal interacción de un edema cerebral, que se manifestó poco después de renunciar a la cumbre, y otro pulmonar, que ha sido el que ha acabado con su vida.
No ha muerto solo. Le acompañaba desde el jueves el suizo Uli Steck. Era el reemplazo del rumano Colibasanu, que había permanecido junto a Iñaki los últimos cuatro días y que tuvo que descender por los problemas físicos derivados de pasar excesivo tiempo en altitud extrema.
Steck estaba asesorado vía telefónica por un equipo médico de Pamplona. Así pudo administrarle a Iñaki los medicamentos: Edemox y Dexametasona, que portaba. Todo fue en vano. Impotente, fue testigo de la agonía de Ochoa dentro de una minúscula tienda, en un paraje helado e inhóspito, tras esperar hasta última hora la llegada del rescate.
A cuatro horas del navarro se han quedado las botellas de oxígeno que portaban Denis Urubko y Dan Bowie, avanzadilla del grupo de socorro. El kazajo y el canadiense ascendían del campo II (6.900 m) en una trepada 'express'. Eran la punta de lanza de un operativo integrado por 14 alpinistas que salió de Katmandú en un helicóptero alquilado.
El grupo de rescate
Entre ellos había hombres conocidos, como el médico polaco Robert Szymek y el ruso Sergei Bolotov (que renunció a ir al hospital para tratarse de las congelaciones sufridas en la subida), que habían logrado llegar al campo II (6.200 m.) con una cámara hiperbárica y ascendían hacia el campo III (6.900 m.). El rumano Alex Gavan y cuatro sherpas de altura les seguían hacia al campo II. Al final, el Annapurna ha sido demasiado exigente. El intento de los tres grupos se ha quedado en un gesto de solidaridad montañera.
Koldo Aldaz, alpinista, compañero de Ochoa en el Everest y el Kangchenjunga y miembro del grupo coordinador de las tareas de rescate, dio a noticia. «Ha llamado Steck desde el campo de altura y nos ha informado de que a pesar de todos sus esfuerzos, Iñaki no ha podido superar sus graves lesiones. Además, la familia ha decidido que el cuerpo se quede en la montaña».
La decisión de los Ochoa de Olza es lógica. Por un lado, quieren evitar poner en riesgo más vidas humanas y, por otro, son consecuentes con la filosofía del fallecido. «Si alguna vez me da un mal por ahí arriba, allí me quedaré», declaró en una ocasión.
Iñaki Ochoa, junto al rumano Horia Colibasanu y el canadiense Don Bowie, partió el pasado marzo de Katmandú hacia Pokhara para atacar el Annapurna, que junto al Kangchenjunga eran los dos últimos ochomiles que le faltaban para completar los catorce. En el diario de la expedición mostraba su adoración por la montaña. «Annapurna, el lugar donde conservo mis sueños», escribe. En 2007 lo había intentado por el Norte. Ahora atacaba el Sur. Tras superar las grada y los seracs, el 19 de mayo salieron hacia la cima junto al ruso Bolotov. A 100 metros de la cumbre, Horia y Ochoa se detuvieron en una zona delicada y con un paso expuesto. Tenían congelaciones en las manos y decidieron regresar al campo IV.
El ruso continuó e hizo cima. Ellos bajaron al campo IV, a 7.400 metros, desde donde Iñaki llamó por el teléfono satélite a su familia. Estaban descansando, cuando de repente sufrió un ataque que le dejó inconsciente, con vómitos y tos. El rumano, dentista de profesión, se puso en contacto con un neurólogo, que le aconsejó el descenso inmediato. Pero era imposible. El navarro semiinconsciente, no podía hablar ni caminar. A pesar de los esfuerzos de Horia y de Steck, Iñaki se ha quedado para siempre en el Annapurna, la 'montaña traidora', donde falleció en 1997 su amigo el kazajo Anatoli Boukreev. «Alguien definió con acierto al Annapurna como la personificación geológica de la angustia», anotó en su diario y no se equivocaba.
Una persona singular
Iñaki Ochoa de Olza (Pamplona, 29 de mayo de 1967) era la estrella del alpinismo navarro con 15 ochomiles -12 principales, dos secundarios y una repetición- y más de 30 expediciones al Himalaya en su palmarés. Solo le faltaban el Annapurna y el Kangchenjunga para completar la serie.
Era una persona singular, individualista y solidario a la vez. Defensor de la naturaleza en todas sus facetas, adoraba a los animales. Entre éstos ocupaba un lugar de honor su perro, un precioso golden retriever. Se aficionó a la montaña a través de los libros. Desde entonces ha repartido su tiempo entre la familia, con la que vivía en Pamplona, y las cumbres.
Guía profesional, instructor, fotógrafo y filósofo -estudió en la Universidad de Navarra-, no pasaba desapercibido. Hablaba inglés, francés, italiano, algo de nepalí y estaba aprendiendo alemán. Idiomas para su vida: la montaña.
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