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La forma de comunicación más eficaz es el cara a cara porque tienes a tu interlocutor o cliente 'secuestrado' y, mientras te escucha, no puede estar mirando el móvil, por ejemplo; la vía telefónica añade cierta complejidad porque es muy fácil cortar la llamada: 'No me interesa'; pero el email es la fórmula más compleja de todas porque depende de que el destinatario quiera leerlo, dejas la pelota en su tejado», advierte César Piqueras, autor de casi una veintena de libros sobre management, liderazgo, ventas y productividad, y director de la consultoría Excélitas Global. La otra 'cara' del email es la rapidez, la gratuidad y la capacidad de hacer envíos masivos. En los 5 minutos que dura una llamada de teléfono se pueden enviar decenas de correos electrónicos. De ahí que el 'mailing' se haya convertido en una recurrente herramienta de venta.
Pero, ¿cómo evitar que nos etiqueten como 'spam'?, ¿cómo conseguir que entre las decenas de mensajes abran el nuestro y lo lean? Y ya el remate: ¿cómo lograr que compren? Estas son las claves del email marketing.
El 'asunto'
El 'asunto' es nuestra carta de presentación, una línea de cuyo contenido dependerá que el destinatario lo abra o no. «Si nos estamos dirigiendo a una empresa, hay que poner el nombre de la compañía en el 'asunto' y, seguido de un guion, alguna referencia. Por ejemplo: 'propuesta de mejora de conciliación laboral'. Ponemos el nombre para que sepan que nos estamos dirigiendo a ellos, para que no lo confundan con 'spam'».
José Ortiz, coordinador del grupo de psicología y marketing, publicidad y consumo del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, veinte años en el mundo comercial, coincide en la conveniencia de personalizar esta frase hasta donde se pueda, e ilustra con varios ejemplos: «Imaginemos que soy un fisioterapeuta que quiere vender sus servicios. Si nos dirigimos a una población concreta, una manera de acercar el mensaje sería mencionar ese detalle en el 'asunto': 'Fisioterapeuta en la calle Los Caños', por ejemplo. Si el envío es más general podemos poner: '¿Te duele la espalda?', con lo que estamos aludiendo a la gente que tiene ese problema, gente que necesitaría un fisio. Una tercera opción, si queremos abarcar más: '¿Cómo evitar que te duela la espalda?', para dirigirnos no solo a la gente a la que le duele, sino también a esa a la que le puede doler en el futuro. Así ya nos conocen».
Huir de los 'vendehumos'
Los mensajes deben ser «auténticos, honestos y realistas». «Si recibimos un email que empieza así: 'Hazte millonario en dos semanas' o 'Soluciona tus problemas de pareja en tres días', como no son planteamientos realistas, pensaremos que detrás hay un 'vendehumos'. Y además de realista, el mensaje debe despertar una emoción: Si eres una empresa que elimina plagas y te diriges al dueño de un restaurante que tiene el local lleno de cucharachas la emoción que le vas a vender es la de solucionar su angustia. Pero si eres una empresa de ocio vas a vender ilusión: 'Tres sitios para visitar que jamás olvidarán tus hijos' o '¿Conoces estos tres lugares mágicos de Madrid?'», propone José Ortiz.
El saludo
'Hola, Mario', 'Buenos días, Carmen', 'Muy buenas, Teresa'... «Si hay algo que nos gusta escuchar es nuestro nombre, así que, si lo conocemos, pongámoslo en el saludo», sugiere Piqueras.
En esta línea, Ortiz advierte del poco éxito que tienen remitentes del tipo 'contratación@pierdepeso.com' o 'ventas@pierdepeso.com'. «Aunque el email marketing lo hace un robot al 99%, es importante que aparezca un nombre: 'maría@pierdepeso.com'. Nos gusta leer mensajes que nos remitan personas, no algo tan impersonal como 'contratación'».
Autorizamos sin saber: «Hay veces que nos piden nuestro email y lo damos sin leer lo que estamos autorizando. Por ejemplo, nos apuntamos al gimnasio y nos piden el correo electrónico. Entonces firmamos una hoja en la que, sin saberlo, estamos autorizando a ese gimnasio a facilitar (vender) nuestros datos a compañías afines. Y, de repente, un día recibimos un email de una empresa de nutrición deportiva, por ejemplo, que nos quiere vender sus productos. ¿Cómo ha conseguido esa empresa nuestra dirección? Porque ha comprado al gimnasio la base de datos de sus clientes», explica el psicólogo José Ortiz poniendo como ejemplo este caso ficticio.
Cursos 'gratuitos', ojo: «Hay empresas que ofrecen cursos gratuitos y que, en realidad, lo que buscan es recopilar emails de gente que se interesa por cosas concretas», advierte el especialista. Nada ilegal porque el curso, tal y como prometen, es gratuito, aunque en el interés de quien lo imparte esté el hacerse con una base de datos «cualificada» que rentabilizar después.
¿Dónde hago clic?
Un error de principiante, advierte el psicólogo, es no dirigir con sencillez al cliente a nuestro producto. «No basta con poner la dirección de la web porque, probablemente, no se tome la molestia de teclearla en Google para buscarnos. Hay que ponérselo fácil: un enlace que lance al cliente a nuestra página y, allí, instrucciones muy precisas: 'Descárgate aquí el pdf', 'Indica qué día quieres que te llamemos', 'Haga clic aquí para recibir el boletín'...».
'No responda a este correo'
Cuando hacemos un pedido 'online' a una tienda de ropa es habitual recibir una confirmación inmediata en nuestro correo electrónico y un aviso de 'no reply' para que no respondamos a ese correo. «Se trata de emails de confirmación que, además, en la web nos avisan que nos van a enviar y que nos dan más seguridad sobre nuestra compra», explica Ortiz. En ese caso está bien el 'no reply', pero es un problema cuando ese mensaje de 'no responda a este correo' llega de alguien que nos contacta para vendernos algo. «Automáticamente piensas: 'Es un robot', y lo más probable es que lo elimines». Por eso, «algo que da mucha confianza es recibir un email firmado: nombre, dirección postal, teléfono... Si eres una empresa es habitual indicar todos estos datos».
Agradecimientos
Tras el saludo, dos opciones: «Dar las gracias o mandar buenos deseos». Lo explica César Piqueras con ejemplos: 'Buenas Mario, gracias por la colaboración...' o 'Hola, Mario. Espero que te encuentres bien'. «Ambos serían buenos comienzos», orienta el experto; y hace una advertencia acerca de los buenos deseos: «No se deben introducir elementos negativos. No sería un buen comienzo decir: 'Buenas, Mario. Espero que te encuentres bien en estos momentos complicados de pandemia y confinamiento...'. Eso, en abril del año pasado, tenía sentido pero ya no. Con nuestro email queremos que pase a la acción, no sumirle en un bucle de negatividad». Para hacer «más personal» esos buenos deseos, se puede nombrar la empresa: 'Buenas Mario, espero que todo vaya de maravilla en...'.
El lenguaje
– Yolanda, no pienses en un coche rojo... ¿en qué piensas?
– Pues... en un coche rojo.
Llevado al terreno de la comunicación, «un coche rojo es un pensamiento negativo, mientras que los coches verdes son palabras y expresiones positivas. Por ejemplo, si yo te digo: 'No quiero que te siente mal...', te preparas para que lo que te diga te siente mal. Esa expresión es lo que llamamos un 'coche rojo', igual que 'Va a ser una campaña difícil'. Pero se le puede dar la vuelta: 'No va a ser una campaña fácil', y evitas así el 'coche rojo', traducido en palabras como: difícil, error, problema, complicado».
– ¿Y si hay ciertamente un problema, cómo expresarlo?
– Podemos decir incidencia, que es más neutro; o llamarlo reto. 'Ha surgido un reto a raíz de la llamada de un cliente'. Esa frase nos activa. Entre los coches verdes, terminología a incluir siempre que se pueda en los emails son palabras como: solución, crecer, garantías, optimizar, iniciativa...
Lectura mental
Poner palabras en la mente de nuestro interlocutor, en este caso, el destinatario de nuestro email, funciona: «Soy una empresa que vende alarmas. Una buena estrategia sería: 'Mario, imagino que para ti la seguridad de tu familia es importante....'. En realidad no estás pidiendo nada de forma directa, estás sugiriendo», explica César Piqueras.
La despedida
«En el contexto de los negocios, 'saludos' es la despedida más habitual». Nada de besos, advierte Piqueras; abrazos, como mucho, y solo si hay confianza.
– Con el teletrabajo y los horarios patas arriba, a veces mandamos emails de trabajo a deshoras. ¿No da mala imagen?
– No. Antes de la pandemia chocaba muchísimo recibir un email de trabajo un domingo, por ejemplo, pero ahora no. No te va hacer quedar mal. Además, un email no es un mensaje de WhatsApp, que te avisa y es más invasivo. En el caso del email es el receptor el que decide cuándo leerlo.
'Algo muy rapidito, pero que lo mismo te interesa'. ¿Abriría un email de un desconocido encabezado así? Ha hecho la prueba Beatriz S. García. Es copywriter, creativos que ayudan a las empresas 'online' a personalizar los textos y mensajes que envían a sus potenciales clientes. Con la frase de arriba se dirigió la semana pasada a 141 floristerías de España, a quienes ha ofrecido sus servicios. «61 de ellas abrieron el mensaje y 4 me han pedido presupuesto. Son cifras muy buenas porque es un envío de email a 'puerta fría', las floristerías no me conocen». A las 80 que no abrieron el mensaje les mandó días después un segundo email con esta frase en el 'asunto': 'Perdona si te robo otro minuto de tu vida'. «De esas 80 que no habían abierto el primero, 12 abrieron el segundo y 2 me escribieron». Lo seguirá intentando con las 68 que se le resisten. «Les mandaré un tercer email más personal explicándoles mi relación con las flores, y a quienes no lo abran tampoco, un cuarto para decirles que ya no les escribiré más pero que si alguna vez quieren contactarme pueden hacerlo». Esta madrileña, que trabajó muchos años como secretaria de dirección, dio el salto hace dos años al copywriting. «No es igual abrir una web y que te digan: 'Llevamos desde 1952 en el negocio', que no transmite mucho, a que te cuenten: 'El padre de mi padre fundó esta empresa...'».
Textos personalizados para vender «cualquier cosa». «Me contactó un hombre que comercializaba productos para obras. Cuando le escribí un texto para su web lo llevó al bautizo de un sobrino, lo leyó a la familia y acabaron llorando de emoción».
«Mandar un mensaje de WhatsApp es más invasivo que enviar un email porque implica que conozcan nuestro móvil. Y además, hay un código cultural importantísimo que dice que el WhatsApp es un canal de comunicación personal», advierte José Ortiz, psicólogo y director creativo de Rookie Soul. O lo era, al menos: «En países como Arabia Saudí, por ejemplo, se utiliza de manera habitual para cuestiones laborales. Eso aquí es impensable, pero es cierto que cada vez está entrando más a nivel profesional y 'comiendo' poco a poco terreno al email como vía de comunicación». Así, sucede que al WhatsApp nos escriben «el jefe, el compañero de trabajo, el frutero para que vayamos a recoger el pedido y un montón de amigos». Un lío. «No nos suele gustar mezclar en el mismo canal amigos y trabajo, así que ya hay quien ha reservado Whatsapp solo para trabajar y se ha pasado a Telegram para charlar con los colegas».
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
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