Borrar
ASTORGANO
A la Universidad con 50, cómo compatibilizar estudios con hijos y oficina

A la Universidad con 50, cómo compatibilizar estudios con hijos y oficina

Es complejo pero algunos lo han hecho. Y lo han hecho así

Viernes, 5 de noviembre 2021, 19:30

El saber no ocupa lugar, pero aprender puede reclamar un amplio pedazo de nuestro tiempo. Especialmente cuando al estudio se unen familia y trabajo. En cualquier caso, cada año, un puñado de adultos se embarca en la aventura de volver, o descubrir, las aulas universitarias. La perspectiva de compaginar los libros, con la oficina, las tareas de casa y el ocio, puede antojarse un reto inasumible, pero ahí están quienes lo hacen para demostrar que se puede. «Se han facilitado algunos mecanismos de acceso, lo que fomenta la ilusión de aprender», explica Miguel Hierro, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid y psicólogo.

El panorama anterior, dividido entre la UNED y los centros convencionales ha dejado paso a un amplio abanico de posibilidades. La abundancia de grados específicos o la posibilidad de acceder a solo unas pocas asignaturas, carreras semipresenciales y cursos 'online' ha hecho que cada vez haya más gente mayor en las aulas. A juicio del experto, muchos de los estudiantes maduros conciben esta formación como parte de su jornada laboral.

En cualquier caso, la forma de abordar este aprendizaje resulta muy distinta entre el joven o adolescente que accede a la facultad y quien llega ya peinando canas. «El momento vital es radicalmente distinto», adviertye el psicólogo, y asegura que a los 18 años te dejas llevar por cierta inercia, apoyado por tus padres y prácticamente empujado por las circunstancias. «Cuando yo acabé COU, la duda de todos mis compañeros era si acceder a la Universidad o a otra opción académica, pero pocos se incorporaban de inmediato al trabajo. Si entras con más de 40, entiendes lo que implica y has llegado desde una reflexión más profunda y guiado por una inquietud que te mueve. No te dejas arrastrar».

Ir a la Universidad siendo ya un adulto suele ser algo meditado. «A partir de ahí, lo que prima es la organización, que tiene que ser muy buena para asumir el reto y compatibilizarlo con el resto de su vida». En opinión del experto, también los resultados se aprecian con una mirada diferente. «Las dificultades se asumen de otra manera, uno es más consciente de lo que invierte, pero también valora diferente los logros. La satisfacción es distinta, posiblemente mayor, porque todo cuesta más. Es una lucha contra los problemas que implica el aprendizaje y también contra uno mismo y tus limitaciones».

Este tipo de estudiantes no son habituales en nuestro país, pero abundan en otros sitios. «Esta capacidad para sacar chispas de nuestro tiempo resulta tremendamente satisfactorio porque implica un elevado grado de autorrealización», señala Irene Cuesta, directora de Formación Contina de la Universidad de Deusto.

El problema, a su juicio, radica en que algo que se percibe como extraordinario y extremadamente voluntarioso debería estar fomentado y ser más una norma que una notable excepción. «Debería de apoyarse el concepto de formación a lo largo de la vida, algo que creemos sustancial en nuestro entorno, afectado por cambios acelerados a todos los niveles, tanto sociales, políticos como culturales. La única manera de permanecer en sintonía con esta realidad es mediante el estudio».

Los perfiles de aquellos adultos que se embarcan en proyectos educativos son diversos y, a menudo, no suponen giros radicales. Los interesados suelen elegir programas cortos vinculados a su profesión, como una plataforma de promoción laboral. La especialista asegura que el proceso conlleva tres fases. El primero es la toma de decisión. «Varía si se trata de una decisión propia y autónoma o si la ha tomado la empresa». La organización es la segunda fase. «Hay que establecer fórmulas para compatibilizarlo con la vida familiar y de ahí la demanda de una política de conciliación que aún sigue pendiente», reclama. La parte emocional también resulta importante. «Debemos reflexionar, armarnos de coraje y ser conscientes de los obstáculos que encontraremos. Pero, a veces, la experiencia nos proporciona ventajas sobre los más jóvenes».

Pero esta incorporación de los mayores a las aulas no debería ser solo iniciativa del estudiante maduro. «Siempre ha habido adultos que han dado el paso, voluntariosos y motivados, ahora falta que las instituciones hagan posible ese reto. La Universidad debe potenciar experiencias de aprendizaje adaptadas a su perfil, ofrecer ciclos formativos a cualquier edad. Sí, hay que reinventar la rueda, porque, si no, corremos el riesgo de caer en la obsolescencia».

DOS TESTIMONIOS

«Los compañeros de clase alucinan cuando les digo que tengo 42 años»

Carolina tiene clase el martes en la Universidad. Está en tercer curso de Enfermería y como algunas compañeras no pueden ir ese día cogerá ella los apuntes para todas. Otras veces lo hacen al revés. Carolina Sánchez, burgalesa de 43 años, tiene una hija de 20 –y otro de 12–, la misma edad que algunas compañeras de pupitre. «Alucinan cuando les digo los años que tengo. La mayoría de la clase tiene entre 20 y 30, aunque también hay otra chica de 48. Para mí, esa diferencia no es una barrera. Hombre, hay algún grupo de chavales con los que no me siento nada identificada, pero no es algo general y, de hecho, una de las compañeras que he conocido es una chica de 22 años con la que me llevo fenomenal. Estoy feliz estudiando a mi edad».

Carolina regentó una peluquería durante más de veinte años, pero cuando tuvo que cerrar con la pandemia decidió no abrirla más. Para entonces ya había hecho el examen de acceso a la Universidad para mayores de 25, la Selectividad y dos años de técnica de laboratorio, porque en su cabeza siempre estuvo regresar a las aulas. «Saqué un 11,4 de nota y, afortunadamente, ese año pedían un 11,2 en Enfermería. Ahora exigen más».

Lleva 3º al día y compagina los estudios con su trabajo en un laboratorio. «Hago veinticinco horas a la semana y es una tarea que me encanta, además no es física como la de la peluquería, allí acabada reventada al final del día. Tengo unos jefes encantadores que me dejan mucha flexibilidad, porque los horarios en la Universidad son terribles, al menos no están pensados para gente que tenga que compatibilizarlos con un horario laboral. Hay dos días a la semana que empiezo a las ocho y media de la mañana y termino a las seis de la tarde. Al mediodía me queda hora y media libre, que me la paso haciendo nada, simplemente esperando a que empiece la siguiente clase. ¿Cómo se puede conciliar así?».

En su caso lo puede hacer porque su hija «ya es mayor y no da qué hacer y el pequeño siempre ha sido muy independiente, se pone a hacer los deberes sin que haya que estar encima de él».

Su pareja, agradece, también está siendo una enorme ayuda para cuadrar una agenda que se antoja complicada con tantos frentes.

«Mi marido me regala siempre por el cumpleaños una de esas agendas de papel y la tengo escrita entera, desde las consultas con el pediatra del pequeño o mi próxima revisión del dentista, hasta qué día tengo una práctica en clase o el envío que debo hacer esa semana en el laboratorio donde trabajo».

Tiempo libre le queda poco porque muchos fines de semana «me toca escuchar clases atrasadas, además de limpiar la casa, hacer la compra...». Aun así, ella se confiesa feliz, más aún viendo lo «orgullosos» que están los de casa con que se haya puesto a estudiar con 40 años –se da la circunstancia de que su hija, que tiene 20, no quiere ir a la Universidad y prefiere ponerse ya a trabajar, «aunque tal vez en el futuro le apetezca, como a mí»–.

«La gente me pregunta: '¿Cómo lo haces?'. Pero no es cómo, es que yo quiero hacerlo. Lo quería hacer desde hace tiempo pero al principio los niños eran pequeños, así que lo iba dejando para el siguiente año, y luego para el otro... Hay gente con mucho tiempo que no hace nada. Creo que cuando das el paso de ponerte a estudiar de mayor, más que el tiempo que tengas, que suele ser poco, cuentan la actitud y las ganas que le pongas».

«No encontré ambiente de instituto y los profesores te tratan como a uno más»

Javier Gangoiti (Bilbao, 46 años) confiesa que no ha sido un buen estudiante, «sino todo lo contrario», así que comenzó a trabajar relativamente pronto. «Mi profesión está relacionada con las terapias manuales», explica. Su entrada en la universidad supuso todo un reto, algo que antes no se planteó por nota o la falta de estudios de fisioterapia. «Me dije que no me iba a quedar con la incertidumbre». Se presentó a las pruebas para mayores de 25 años y su primera sorpresa fue que las superó sin dificultad.

Aún así, llegó escéptico al aula. «Me matriculé solo de seis asignaturas». Al principio se sentía perdido, pero reconoce que coincidieron una serie de circunstancias favorables que le animaron. «Comencé con mucha motivación, en un grupo reducido con trato muy cercano, no era un ambiente de instituto, y eso resultó fundamental. Además, los profesores te tratan como uno más».

Y luego están las calificaciones, que no las sacaba tan buenas en su primera época de estudiante. «Sacaba buenas notas porque era lo que me apetecía y estaba muy organizado», aunque cree que el gran nivel de su clase también incidió favorablemente. «Cuando sales a correr con gente de mucho nivel, inconscientemente corres más».

Su currículum es una relación de notables, sobresalientes y matrículas. «Estoy ya haciendo las prácticas. La experiencia ha sido muy buena». Aunque no sencilla. La necesidad de memorizar para los exámenes, reducir sus horas de trabajo o las exposiciones orales son algunos de los obstáculos que ha encontrado a lo largo de la carrera. «Cuando empecé no sabía ni siquiera lo que era un Power Point».

Este fisioterapeuta en ciernes recomienda contar con apoyo familiar y una buena planificación para llevar a buen término un proyecto de tal envergadura. «Luego, subes a la montaña y te das cuenta de que no es para tanto. El tiempo libre se reduce mucho, aunque el ritmo te lo planteas tú. Yo destacaría que nada supera la satisfacción de darte cuenta de que eres capaz y que, en el camino, has conocido a alumnos y profesores que te han ayudado mucho. No hay nada más importante».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcorreo A la Universidad con 50, cómo compatibilizar estudios con hijos y oficina