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Solange Vázquez
Domingo, 19 de enero 2025, 00:10
Altibajos físicos y emocionales tenemos todos. Si hacemos un balance del año que acabamos de dejar atrás, nos daremos cuenta de que ha habido picos de energía, pero también de que hemos tocado fondo en algunas ocasiones (o nos hemos acercado peligrosamente a esas profundidades ... abisales). Es decir, si dibujásemos una línea para ilustrar nuestro estado de ánimo, en esos doce meses habría tramos más o menos rectos, de estabilidad..., pero poca gente se salva de las caídas, que lamentablemente suelen ser más acusadas y duraderas que los momentos de subidón (sí, la felicidad suele presentarse en pequeñas dosis, qué se le va a hacer).
Y, claro, cada cual tiene sus 'cumbres' y 'barrancos' repartidos de forma muy personal a lo largo del año –solo faltaba que todos coincidiésemos en ellos–, aunque es cierto que sí existe un calendario más o menos universal según el cual hay dos momentos en los que media humanidad se siente con el ánimo bajo mínimos: tras la vuelta de las vacaciones de verano y ahora mismo, en las semanas posteriores a la Navidad. ¿Qué nos está ocurriendo en estas fechas para que nos notemos 'plof', sin entusiasmo, algo tristones e incluso más solos que nunca? Expertos en la materia nos explican el misterio de estos días tan raros a los que nos enfrentamos, que tendrán su colofón en lo que el mundo anglosajón ha bautizado como Blue Monday (Lunes Triste) y que es, oficialmente, el día más deprimente del año, que en este recién estrenado 2025 caerá... ¡¡mañana!! ¿Cómo hemos llegado a él?
Todo parte de las fiestas navideñas y de su gran intensidad emocional concentrada en un periodo de tiempo corto. «Es un tiempo en el que hemos rescatado la nostalgia de la infancia y de tiempos pasados –para algunos, mejores que los presentes— y hemos abierto la puerta a relaciones sociales con personas importantes que, quizás, durante el resto del año están congeladas o son inexistentes», indican psicólogos de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Esta situación, a corto plazo, beneficia a las personas que se sienten solas, pero los expertos coinciden en que, concluida la Navidad, llega un bajón terrible porque regresan a su soledad.De ahí que ahora mismo haya personas con el ánimo por los suelos, porque esa 'dosis' de vida social y familiar que las ha reconfortado durante unas semanas ha desaparecido al pasar Reyes. Y luego están los que ni siquiera han sentido el efecto benéfico de la Navidad, ya que estas fechas exacerban en muchos casos el sentimiento de soledad ya existente: «Existen fechas muy señaladas en las que las familias se reúnen y se celebran determinados acontecimientos. Pero esto no es una garantía para rebajar el sentimiento de soledad que puedan vivir algunas personas. Es más, puede ser una forma de revivir esa soledad y profundizar en ella, aunque estén rodeadas de personas cercanas», explica Daniel Rueda, profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC. Así que estos días no solo nos sentimos algo más gorditos –mucha comilona y poco ejercicio–, sino también mucho más solos.
La soledad es una de las sensaciones que hacen de esta época una etapa proclive al bajonazo. Pero hay más cosas que nos llevan de cabeza al Blue Monday, un concepto que nació con una 'fórmula' matemática que contiene las causas de ese desánimo vital y que surgió como una iniciativa publicitaria hace ahora veinte años (por lo que su validez no es científica, sino popular). La fecha se anuncia generalmente como el tercer lunes de enero, aunque esto ha variado en algunas ocasiones. El tiempo atmosférico, las deudas, el sueldo mensual, el tiempo transcurrido desde Navidad, el momento en el que se desiste de los propósitos de Año Nuevo, los bajos niveles de motivación y la sensación de que es necesario hacer algo son algunos de los factores presentes en esa operación matemática que define que el Blue Monday es el día más penoso del año.
Está claro que, al menos en nuestras latitudes, las pocas horas de luz, el frío, la llamada cuesta de enero (tras los desmanes navideños no andamos muy boyantes) y la presión por retomar nuestros hábitos saludables (comidas, ejercicio...) y por lanzarnos a cumplir nuevos propósitos no nos dibujan un escenario demasiado relajante, más bien todo lo contrario: es un momento que exige contención y esfuerzo (¡y eso es duro!). Por eso ahora nos llega el batacazo, claro.
Según las estadísticas, el 95% de las llamadas resoluciones de Año Nuevo –sí, esos planes para mejorar nuestra vida que ponemos en marcha cada 1 de enero– no llegan a pasar del día 15 (de este mes, claro). Pero quizá estas estadísticas sean demasiado optimistas. Ni siquiera el 5% de los propósitos llegan a ponerse en marcha... ¡Y para el 20 de enero ya nos hemos dado cuenta del fracaso! Eso sí que nos deprime. Y nos ocurre porque antes de esa fecha hemos dejado que nuestra fantasía campe a sus anchas. El profesor de Psicología y Neurociencia de la UOC Diego Redolar explica que en la formulación de nuevos propósitos intervienen dos partes del cerebro: la primera es la parte frontal ventromedial, profundamente vinculada a las emociones, y la segunda, la parte dorsolateral, mucho más vinculada al razonamiento y la conciencia. Ambas están bien diferenciadas, pero en la toma de decisiones y en la formulación de nuevas metas trabajan interconectadas.
Eso sí, a veces se desencadena una 'guerra' entre ellas: «Cuando empieza un año o un curso escolar, estamos muy motivados, más de la cuenta, y la parte emocional del cerebro prevalece sobre la parte racional a la hora de plantearnos propósitos, lo que hace que, a la hora de la verdad, nos cueste mucho cumplir», detalla Redolar. Así que, a su juicio, para lograr los objetivos planteados debemos ser un poco aguafiestas y frenar el entusiasmo de nuestro cerebro, dando peso a la parte más lógica. «Hay que forzar nuestra mente para que valore de forma racional las especificidades del momento, los recursos reales y el tiempo que tenemos para cumplir lo que nos exigimos», apunta. Si no, luego el tortazo será mayor...
¿Y cómo vamos a encarar el Blue Monday? Pues estamos escasitos de recursos positivos ahora mismo para afrontar los bajonazos..., así que muchos tirarán de la resiliencia –aguantar con la esperanza de que llegarán tiempos mejores, vamos– y otros... se lanzarán a las compras más que nunca a modo de compensación. Es decir, a practicar 'therapy shopping'. Rafael Muñoz, CEO de miMaO, lo sabe muy bien. «Como las rebajas y el Blue Monday coinciden, el consumo en el sector de la moda se dispara», asegura. Por eso ellos ofrecen descuentos de hasta el 50%. Es un día clave. La gente, para no estar triste, buscará, mañana en especial, el chute de dopamina que da comprarse algo que apetece y que va a hacer nos sentir mejor, más guapos... Así lo resume el dicho (frívolo y discutible, pero simpático) de 'no se puede comprar la felicidad, pero se pueden comprar zapatos'».
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