Nos hablan de sectas y la mente se nos va a grupos que realizan ceremonias raras, a símbolos misteriosos, a profecías apocalípticas... «¡Antes las sectas eran más reconocibles, pero ahora han cambiado su fachada: utilizan trajes en lugar de túnicas!», alerta Carlos Bardavío Antón, experto ... en sectarismo criminal, profesor de la UNIR y abogado defensor de las familias reunidas a través de la red de prevención del sectarismo RedUNE. Según explica, ahora mismo hay en España unas 400 sectas y «un gran porcentaje de ellas son comerciales, grupos donde se encuadran las llamadas criptosectas, empresas o grupos que se dedican a la formación o asesoramiento en criptomonedas u otro tipo de valores y que utilizan la manipulación psicológica y estrategias de persuasión coercitivas típicas de las sectas tradicionales». Muchas veces, el 'enganche' se inicia a través del WhatsApp u otras redes sociales, donde un bombardeo de mensajes motivadores 'desarman' a la víctima. «Se estima que en España puede haber entre 200.000 y 400.000 personas en grupos sectarios sin saberlo y sin ser conscientes de sus peligros: la pérdida de capacidad crítica y de sus ahorros», apunta el experto.
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Además, estas criptosectas están muy bien 'disfrazadas': adoptan la apariencia de una academia de estudios, de una plataforma 'online', de una 'startup'... y la gente cae porque «tienen una apariencia comercial que les da un halo de legitimidad». Para cuando se dan cuenta de que hay gato encerrado (en caso de que lo hagamos, porque el 'lavado de cerebro' típico de las sectas suele hacer su trabajo) sus finanzas y su vida en general ya han sufrido daños graves.
Es lo que ha pasado en un caso que actualmente está en proceso de investigación, «el de IMAcademy, que ha conseguido que la sociedad, especialmente los jóvenes, crean que uno se puede hacer rico sin trabajar». Primera señal de alerta que nunca deberíamos pasar por alto. «Varias personas fueron detenidas el pasado mes de marzo por intentar atraer a los 'clientes' con promesas, mostrando cuentas de resultados con grandes ganancias», recuerda el caso Carlos Bardavío. En estas circunstancias, claro, se suelen ocultar las cuentas con pérdidas. «En definitiva, es el tradicional delito de estafa: hacer creer que poniendo algo de dinero y captando a otros miembros te puedes enriquecer gracias a una determinada metodología, cuando la realidad es que ese 'método' consiste en una serie de operaciones aleatorias –sin fiabilidad de éxito– que pueden ganar o perder... Pero los cabecillas siempre obtienen beneficios a través de comisiones si atraen a gran cantidad de inversores», señala el experto. En el caso de IMAcademy, por ejemplo, las víctimas creían apuntarse a una formación de ventas y de conceptos financieros y pagaban 200 euros de matrícula y otros 150 de mensualidad, cuotas que podían ahorrarse captando a tres o más personas.
¿Nada les chirriaba? No, porque las criptosectas no parecen las típicas sectas de toda la vida. Pero lo son, tal y como sostiene el especialista, solo que con una imagen renovada. De hecho, su éxito se basa en las mismas herramientas: devoción a los líderes, manipulación psicológica mediante el control de la información, aislamiento ambiental y familiar... «Todo para que la víctima quede con una merma clara de la voluntad, siguiendo órdenes y consejos sin meditar sobre las consecuencias», apunta Bardavío. Así, los 'captados' terminan siendo instrumentos para cometer delitos contra terceras personas porque empiezan a convencer a su gente de confianza de que ese misterioso negocio en el que se han metido (la criptosecta) es una vía infalible para forrarse. Y, a veces, ante tanto entusiasmo, su círculo les cree y cae en la trampa. «Por eso son tan peligrosas», sentencia.
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También puede ocurrir lo contrario: que los allegados desconfíen y no 'traguen' y traten de hacer ver el problema a la víctima. Entonces llegan los conflictos y, a menudo, las víctimas abandonan sus estudios, su casa, a su pareja... «Estas criptosectas quieren que sus adeptos se convenzan de que todo lo que han vivido anteriormente es negativo, el enemigo –repasa el especialista–. Les crean a las víctimas un mundo disfuncional y diferenciado que les separa de otros grupos humanos».
Lola García es una «madre desesperada», como ella misma se define. «Hace más de seis meses que perdí a mi hijo. Era un adolescente normal: salía con sus amigos, veía películas con su familia y estudiaba. Hasta que un día la criptosecta IM Academy le captó en un parque. En solo unos días el cambio fue radical, dejó sus estudios y perdió todo el dinero que llevaba años ahorrando. Mi hogar, que solía ser un lugar seguro, se ha convertido en un infierno. A mi hijo le han lavado el cerebro y siento que lo he perdido para siempre», declara la mujer, que usa un nombre falso para proteger su identidad y la de su hijo. Junto a otros padres y madres de afectados, han emprendido una lucha para que se prohíba la actividad de este grupo.
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