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¿Sabía que bajar a la calle en pijama con un chaquetón por encima para hacer unos recados es la última moda en París? No solo eso. A esta tendencia ya se le ha puesto hasta nombre: NBN (Netflix-baguette-Netflix). Viene a ser algo ... así como 'estoy tirada en el sofá viendo una serie, tengo que bajar a por el pan, pero como me da una pereza terrible vestirme, me pongo un abrigo por encima, unas botas molonas, gafas de sol... y a la calle'. En realidad, es lo que se ha hecho en los pueblos toda la vida y que las abuelas despachaban con el acertado dicho de 'una capa, todo lo tapa', «pero con más rollo», resume la estilista de moda Fátima Valdés.
La corresponsal en París de EITB, Olatz Simón, levantó la liebre la semana pasada al subir a su cuenta de Twitter la foto de una joven en pijama con un abrigo largo de peluche y unas orejeras a juego caminando por las calles de la capital francesa. Una imagen que, según comentaba la propia periodista, es cada vez más frecuente en la ciudad de la luz. Sin embargo, lo que más le llamó la atención no fue tanto el atuendo –«todos los hemos hecho alguna vez para bajar la basura»– como que la chica se sentase en una terraza a desayunar vestida de esa manera.
Cada vez veo más en París eso de salir en pijama a por el pan o a pequeños recados los fines de semana. Me dicen que lo llaman NBN, Netflix-Baguette-Netflix. Seguro que no es solo aquí. Hasta ahí puedo leer. pic.twitter.com/2Nkf4vx8aq
— Olatz Simón (@SimOnTheWay) January 22, 2023
El tuit ha desatado todo un debate en redes sociales entre defensores y detractores de este fenómeno, habitual en ciudades como Pekín o Shanghái. Los comentarios se dividen entre los que no bajarían a la calle en pijama jamás –«ni en mis peores sueños»–; los que directamente no se lo quitarían –«es mi uniforme para llevar a los niños al cole»– y los que solo lo justifican en momentos puntuales como pasear al perro o bajar la basura. Y, por supuesto, los que ven en sus vecinas a unas auténticas visionarias de la moda: «En mi barrio van así de siempre y sin abrigo».
Pero más allá de las bromas, esta tendencia, impensable hace unos años y que ahora parece que viene para quedarse, no surge de la nada. «Este fenómeno tiene más de confort, naturalidad y libertad que de dejadez. Y es, en gran medida, consecuencia directa de la pandemia. Inevitablemente, tuvimos que bajarnos del tacón. Creo que ahora vemos, sentimos y descubrimos las cosas desde una posición, sensibilidad y lógica diferentes. Estamos menos encorsetados y tenemos menos prejuicios y, por tanto, podemos permitirnos este tipo de looks sin sentirnos señalados o fuera de lugar. Lo 'cool' evoluciona cada vez más hacia lo cómodo, mientras que lo contrario se va quedando demodé. Casualmente, en el diccionario la comodidad también se define como aburguesamiento», argumenta Fátima Valdés.
Bajar a la calle en pijama, sí, pero no de cualquier forma. El NBN también tiene sus códigos. Nada de pantuflas y bata de boatiné. En su lugar, plumíferos extra largos, abrigos de paño, botas de pelo, deportivas... y complementos como gorros, viseras, bufandas o gafas de sol para darle una vuelta de tuerca al concepto de ropa para estar en casa. «Quién no recuerda a Carrie Bradshaw saliendo inesperadamente de casa el día de fin de año con su pantalón de pijama perfectamente combinado con un top lencero, un collar de perlas, un abrigo de pelo y un beanie de lentejuelas. Un rollo difícilmente superable», recuerda la estilista en referencia a una de las escenas más icónicas de la serie 'Sexo en Nueva York', precursora de un sinfín de tendencias.
Por cambiar han cambiado hasta los nombres de las prendas, «precisamente para ponerlas en valor y elevar su categoría». Los pantalones de chándal ahora son 'jogger'; las sudaderas, felpas y si tienen capucha, 'hoddie'. «Lo que es importante entender en el contexto actual es que la comodidad es una cualidad a la que es muy difícil renunciar», insisten en la agencia WGSN, que lleva más de una década analizando las tendencias para marcas como Inditex, Nike o Loewe.
Si en París se baja a hacer recados en pijama, en los barrios más bohemios de Nueva York han descubierto una nueva manera de secar la ropa sin dañar el medio ambiente: tenderla al sol. En una ciudad en la que las lavanderías foman parte de su paisaje, colgar la colada en la terraza o la azotea (ellos lo llaman 'sundrying') es casi un acto de rebeldía. Lo venden como una alternativa eco al gasto energético de las secadoras y los influencers de la Gran Manzana se hacen fotos con las sábanas al sol, como si hubiesen inventado la rueda.
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