El diálogo que sigue está sacado de la película 'Dos tontos muy tontos' (1994), protagonizada por Jim Carrey, en el papel de Lloyd.
Publicidad
Lloyd: ¿Qué probabilidades tiene un tipo como yo de acabar con una chica como tú?
Mary: No muchas.
Lloyd: ¿ ... No muchas? ¿Como una entre cien?
Mary: No, yo diría que más bien como una entre un millón.
Lloyd: Entonces, ¿me estás diciendo que tengo una oportunidad?
Es una comedia disparatada, pero la escena ilustra muy bien de qué hablamos cuando hablamos de nunchi. Lloyd encarnaría el 'anti-nunchi'. Igual que ese amigo bromista de la cuadrilla que encadena un chiste tras otro sin descanso. Pese al éxito más que relativo y a las indirectas –'los chistes no son tu fuerte', '¿Pero cómo es posible que ninguno tenga gracia?'– continua con el monólogo para hartazgo de los que le escuchan. Tanto el chistoso como Lloyd son unos 'desubicados'. De nunchi, ni un poco.
El término se refiere a una especie de 'super poder' de los coreanos para «medir con la mirada», al «sutil arte de intuir los pensamientos y las emociones de los demás», define la periodista Euny Hong en su libro 'El poder del nunchi' (editorial Zenith). La palabra no aparece en el diccionario pero es de uso corriente en las sesiones de psicoterapia. «Hace cinco años no lo conocía nadie, pero hoy los pacientes te lo reclaman. Está de moda y es algo relacionado con el crecimiento personal, con la inteligencia emocional», confirma Sergio García, psicólogo clínico experto en intervención social. Y lo explica con sus palabras: «El nunchi es una mezcla de asertividad y empatía, es la capacidad para ser tolerante y flexible. En definitiva, nunchi significa saber estar».
– ¿Y qué tal andamos de nunchi?
– No llegamos ni al suficiente. Estamos tan enfocados en el problema que no podemos ver más allá. Acabo de atender a una mujer que la semana pasada se sentía la persona más infeliz del mundo. Había sufrido un desengaño amoroso y no podía dormir, ni trabajar... Se había instalado en el papel de víctima y no veía más allá. Pero con un poco de tiempo descubre que hay otros 'papeles' y ya no le parece que el suyo sea el mayor desengaño del mundo. Los españoles somos muy pasionales pero cuando se deja de vivir en un bolero...
Publicidad
Se confunde a veces el nunchi con la empatía, que es un concepto que tenemos mucho más claro, pero los coreanos señalan la diferencia: «Uno de los problemas de la mentalidad occidental moderna es que pone un énfasis excesivo en la empatía, está sobrevalorada. Pero si nos ponemos en la piel del otro limitamos nuestra capacidad para ver su problema con objetividad», opina Euny Hong, que con 12 años se trasladó con su familia de Chicago a Corea del Sur. «Mientras asistí a la escuela en Corea nunca vi a nadie levantar la mano durante la clase para preguntar nada. No había ninguna norma que lo impidiera; sencillamente, no se hacía. Preguntar se entendía como una interrupción egoísta: ¿por qué interrumpir la clase y privar a los demás de aprender solo para aclarar algo para uno mismo? Para mí, una niña estadounidense, supuso un choque cultural tremendo». Pero Euny Hong, que es «una ninja del nunchi» nunca preguntó al profesor. «De aquello aprendí dos lecciones valiosas. La primera, que si esperas el tiempo suficiente verás respondidas la mayoría de tus preguntas; la segunda, que aprendes más escuchando que hablando». Allí, fuera de la escuela el silencio también se valora: «Piensa en las reuniones de trabajo, muchos de los asistentes formulan preguntas solo para lucirse, para hacerle la pelota al jefe o para que se vea que participan».
Coincide el psicólogo Sergio García en que en nuestra cultura «tenemos mucho miedo al silencio porque produce incomodidad. Hablar nos calma, nos da coraje...». Y cuánto más nos valdría quedarnos callados a veces, dice. «Somos muy dados a dar consejos rápidos. 'Yo en tu lugar haría...'. Pero a veces dar una solución a quien no te la ha pedido es algo muy agresivo. Implica, además, una cierta superioridad moral por parte de quien da el consejo, como si 'tutelase' a su interlocutor».
Publicidad
Ojo que no significa callarse siempre. En ocasiones, lo que nos falta es el valor para hablar, más bien para decir lo que pensamos. «Imaginemos al amigo que siempre está contándote sus problemas. Cada vez que quedáis habla de sí mismo. Y eso a veces puede resultar tóxico y acabar por enturbiar la relación. No se trata de decirle '¡cállate!', pero sí de ponerle ciertos límites de forma suave pero asertiva. '¿Pero por qué me cuentas a mí esto?' Le siente bien al otro o no».
Cuatro ejemplos para 'entrenar' el nunchi
Destaca Sergio García la capacidad para ser «camaleónicos» como una de las virtudes a trabajar en nuestro intento de hacernos «ninjas del nunchi», que así llama la periodista Euny Hong a quienes tienen especialmente desarrollada esa habilidad para leer las situaciones. «Si te trasladas a Londres y vives con una familia de allí y toman el té a las 5, no empieces: 'En España lo tomamos antes y, además, preferimos el café' o 'En mi casa no se hace así'».
Publicidad
En su libro, Euny Hong retrata varias situaciones como ejemplo de mal nunchi. Como esta: «Una noche, Alice le dice a su novio: 'Creo que hoy sería mejor que durmieras en tu casa, mañana tengo que madrugar'. Y él, que es incapaz de captar una indirecta, responde: '¡Ah, no te preocupes por mí! De hecho, quizá me guste eso de acostarme temprano y levantarme pronto».
Analiza Sergio García una situación cotidiana: dos niños acompañados por sus padres. Uno le quita el juguete al otro y, automáticamente, el padre del que lo ha cogido le obliga a su hijo a devolverlo. Mientras, el padre del niño dueño del juguete le ordena que se lo deje. «Los dos padres quieren quedar bien con el otro adulto, aunque eso suponga quedar mal con sus hijos. Lo que deben hacer en esfocarse en que los niños compartan».
Publicidad
Advierte Euny Hong contra el 'cuñadismo'. «Hay quien pontifica sin preocuparse en averiguar si, por casualidad, está predicando ante el mayor experto en la materia». Más 'patanes' del nunchi: «Los que no distinguen el elogio como admiración o como algo que te dicen para no herir tus sentimientos. Y los plomos, los pesados que cuando les cuentas que has tenido un accidente responden: 'Yo una vez también vi un accidente...'».
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.