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J. Castillo
Miércoles, 29 de enero 2025, 00:26
Seguramente le habrá pasado: llega a las cajas de cierta cadena de mobiliario y el dependiente le solicita el código postal antes de proceder al pago. Lo cierto es que más de un cliente se extraña, pero termina aportando el dato sin parar a preguntarse ... para qué lo necesita la compañía en cuestión. De hecho, habiéndose convertido el proceso en costumbre de los principales establecimientos, muchos hemos terminado interiorizándolo: sacamos la tarjeta de crédito mientras sostenemos las cinco cifras de rigor en la punta de la lengua.
Varias son las razones por las que los empleados de una tienda física nos piden el código postal, algunas más legítimas que otras. Lo más común es que obedezca a una recogida de datos demográficos con los que, a posteriori, elaborar un estudio de mercado. Los comercios determinan así a qué barrio, urbe o región pertenecen la mayoría de sus clientes; cuánto suelen gastar según la zona y si las campañas publicitarias dispuestas en ciertos emplazamientos están teniendo el efecto llamada deseado.
En los dos primeros supuestos, conocer los volúmenes de clientela desde un punto de vista demográfico permite tomar decisiones fundamentales para las grandes multinacionales: ¿existe una demanda real de sus productos y servicios en las poblaciones cercanas? ¿Tienden sus habitantes a gastar lo suficiente como para que la potencial superficie sea rentable a corto plazo?
Además, al asociarse códigos postales con tickets de compra puede saberse qué productos son más populares en determinadas zonas, lo que facilita ajustar los inventarios para prevenir la falta de 'stock' o evitar que éste se acumule innecesariamente en los almacenes.
En otras ocasiones, como decíamos, solicitar el código postal se encuentra plenamente justificado y obedece a intereses del propio cliente: necesita aportarlo cuando accede a registrarse en el programa de fidelidad de turno, de forma que puedan remitirle ofertas específicas para su establecimiento de confianza. También resulta imprescindible al solicitar una entrega a domicilio en cajas (lo que de paso certifica que reside dentro de la zona de reparto previamente establecida).
Finalmente, y aunque cada vez resulta menos habitual por el auge de los pagos móviles (asociados a la identificación biométrica), requerir el código postal puede constituir un mecanismo contra el fraude. Algunas tiendas físicas cuentan con datáfonos asociados al sistema 'AVS' ('Address Verification System' o sistema de verificación de dirección), el cual contrasta el código postal aportado por el cliente con el del titular de la tarjeta de crédito usada para pagar. Si no hay coincidencia, la transacción se deniega en previsión de un posible hurto.
Por sí mismo, el código postal no resulta un dato personal demasiado sensible, pero esto no quita para que estemos en nuestro derecho a no proporcionarlo. De hacerlo, en cualquier caso, las tiendas están obligadas a garantizar que dicha información se almacenará anonimizada y a buen recaudo, sin ser compartida con terceros a no ser que demos nuestro consentimiento expreso.
En los últimos días se ha hecho viral la intervención en TikTok de la criminóloga y experta en ciberseguridad María Aperador, quien ofrece la siguiente recomendación a quienes sientan reparo a negarse a la petición de cualquier empleado: «Yo me aprendí un código postal de Extremadura y siempre doy el mismo. La protección y la privacidad de cada uno empieza en pequeños detalles como este».
@mariaperadorcriminologia ¿Por qué nunca deberías dar tu código postal al comprar? 📍❌ #ProtegeTuPrivacidad #Ciberseguridad #DatosPersonales #CompraSegura #PrivacidadDigital #EvitaElSpam #ProtecciónDeDatos #SeguridadOnline #AprendeCiberseguridad #NoDesTuCódigoPostal ♬ sonido original - María Aperador
También se ha pronunciado al respecto la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), que alerta sobre la recepción de publicidad personalizada y la venta de información como consecuencias directas de facilitar códigos postales. Recomienda así no hacerlo a menos que resulte estrictamente necesario (no suele serlo al pagar en efectivo o con tarjeta); consultar la política de privacidad de la tienda para conocer a ciencia cierta qué hará con los datos que aportemos; y desconfiar de cualquier petición que encontremos sospechosa, especialmente si nos encontramos en un establecimiento que no solemos frecuentar.
Por su parte, FACUA recuerda que todos los consumidores tienen derecho a acceder, rectificar, cancelar y oponerse al empleo de sus datos personales. Aconseja pedir explicaciones cuando una tienda no sea transparente con el uso de la información que le damos, además de reclamar ante las autoridades de protección de datos si obtenemos la callada por respuesta.
Aunque las compras online no dejan de aumentar, el 'Estudio de Consumo España 2024' llevado a cabo por el Observatorio Cetelem refleja que un 43% de los españoles siguen prefiriendo las tiendas físicas (concretamente las grandes cadenas de distribución); seguido por un 32% de quienes compran por Internet y un 25% de los asiduos a los comercios de barrio.
Entre las razones aducidas por los encuestados destacan la cercanía (52%) en el caso de las tiendas de barrio, y el precio (51%) respecto a las cadenas. Sea como fuere, Internet se ha convertido ya en el principal canal de compra para los sectores del mobiliario, el descanso y la tecnología, refleja el estudio.
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