Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Hay cosas que delatan nuestra edad (madura). Por ejemplo, hablarles a los jóvenes –a los de verdad, a los nacidos en torno al año 2000– en pesetas y recordar aquellos tiempos en los que se vivía sin móvil. El tema monetario se acaba pronto, pero el otro da para mucha batallita y arqueología sentimental sobre aquella era ya extinguida.
Este sábado, Día Internacional del Móvil, vamos a repasar, con algo de humor y melancolía, veinte cosas que hemos dejado de hacer desde que llegaron los primeros celulares y ya después los smartphones, sus hermanos evolucionados. Y todo sin apenas darnos cuenta...
1
Desde que vamos con móvil, somos unos 'relajados'. Si llegamos tarde, mandamos un whatsapp pidiendo cinco minutos más.Y luego otro. Y otro. Antaño abochornaba mucho más no ser puntual, porque tenías a la otra persona esperando y en la incertidumbre.Así que nos esmerábamos en no demorarnos. La evolución de la especie no siempre es a mejor, diga lo que diga Darwin.
2
«Antes organizábamos nuestra comunicación telefónica en franjas horarias: solo en la comida o en la cena, que es cuando la gente estaba en casa», indica Montserrat Huguet, doctora en Historia Contemporánea y catedrática de la Universidad Carlos III. Ahora estamos las veinticuatro horas localizables, 'non-stop'.
3
«¿Me dice la hora, por favor?». «Perdone, ¿dónde queda la calle...?». Antes del smartphone, le plantábamos a cualquier desconocido estas preguntas con toda naturalidad. Ahora, si lo hacemos, algunos ya nos miran raro y se preguntan por qué no miramos nuestro móvil... O, si son algo retorcidos o vanidosos, si queremos, en realidad, romper el hielo.
4
Ahora mismo, el WhatsApp y sus emoticonos nos ayudan en el flirteo, en la ironía, en el vacile (a veces con clamorosos malentendidos). ¡Pero en la era premóvil tenías que tener labia! O creatividad. «Mis novios hacían ellos sus propios emoticonos o caritas en sus cartas», recuerda Huguet. Así que los emoticonos tienen antecesores 'artesanales'...
5
Ser infiel en los tiempos modernos se ha vuelto sumamente difícil. Te pilla el del Google Street View o la vecina de enfrente, que se pone en plan 'pararazzi' y te saca una foto con su teléfono. Además, dejarse el móvil en casa (reiteradamente) es sospechoso. «Hemos automatizado tanto lo de ir siempre con móvil que, cuando nos salimos sin él, siempre hay alguien que te advierte de que te lo has dejado», indica Joaquín González Cabrera, investigador del Grupo de Ciberpsicología de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR). Sí, 'esfumarnos', por la razón que sea, está ahora muy complicado.
6
Maldito bizum. Los humanos premóviles y buenos pagadores salíamos con los amigos y pagábamos a escote y al contado. Ahora, siempre hay alguno que sale con lo del bizum. Y no es lo mismo que sentir el tacto de la 'pasta' en tu mano.
7
Antes, estabas en una sala de espera o en la parada del bus y sacabas un libro, observabas tu entorno y, a veces, increíble..., ¡entablabas conversación con otro humano! Ahora el móvil ocupa esos momentos.
8
Estos ya son artículos de anticuario, claro. Ahora todo eso es vía móvil. ¿Ha sido a mejor? «Bendito Spotify con auriculares sin cable. Dicen que una de las torturas del infierno es intentar desenredar el cable de los auriculares», comenta el historietista Pedro Vera.
9
¿Tenemos que hacer la compra? Mensaje de WhatsApp a nosotros mismos o foto de lo que necesitamos con el móvil. ¿Apuntar un teléfono? Foto con el móvil. ¿Una sugerencia para un regalo? Otra foto. Todo lo 'anotamos' en el celular: antes simplemente lo memorizábamos o lo apuntábamos en papel. «No solo eso: en algunos casos, cuando se trata de guardar información ajena, además de ahorrarnos el papel, podemos prescindir del cerebro. Lo maravilloso de sacar una foto a la información que queremos retener es que ni siquiera necesita pasar por nuestra cabeza», ironiza Alejandro Romero Reche, sociólogo de la Universidad de Granada.El colmo de los colmos ya es mandarnos audios a nosotros mismos.
10
Todos recordamos cuando teníamos que hacernos con un mapa de carreteras ¡y luego usarlo! Esas peleas con el copiloto del coche, «que no sabía interpretar el mapa y no dejaba de darle vueltas y plegarlo y desplegarlo sin acertar a decirnos dónde demonios estábamos», evoca entre risas Romero Reche. Hoy en día esto ya es muy anacrónico, como un sainete de otro tiempo.
11
Cuántas fotocopias y fotos de carné habremos gastado en este cometido tan penoso. Y sellos. Y visitas, llenas de esperanza, para entregarlos en mano. Esta constumbre casi perdida no es como para añorarla. ¿O sí? «Es peor la moda de llenar las redes sociales de videocurrículums chispeantes bailando en un vagón de metro o exponiendo a tu abuela con gafas de sol para que diga lo que mola su nieto 'cool'», puntualiza Vera.
12
Esto ya suena a prehistoria.Como las frases de los mayores que nos advertían a los jóvenes de que nada de sacar fotos haciendo el tonto, que se acababa el carrete y revelarlo costaba 'un Congo' (expresión viejuna en sí misma).
13
Era la lucha por la vida.Si no querías que toda la familia supiese quién te llamaba (y muchas veces teníamos razones para no querer que lo supieran), tenías que hacer los cien metros lisos por la casa.Pero siempre había alguien más rápido que tú.Incluso los abuelos llenos de achaques, porque no hay que subestimar su velocidad cuando se trata de cotillear.
14
Qué recuerdos... «Las cabinas ofrecían una experiencia sensorial infinitamente más rica que la asepsia del smartphone. Teclados pegajosos, auriculares grasientos, micrófonos rezumantes de gérmenes... Tampoco se pueden comparar 'banners' y demás intrusiones publicitarias de diseño con el encanto artesanal de los mensajes manuscritos en el cajetín del teléfono, lleno de insultos y ofertas de sexo», bromea con el asunto Romero Reche.
15
«Si lo apagamos, tenemos sentimiento de culpa y obligación», dice Huguet. Mientras que antaño las vacaciones eran sagradas.
16
Era una bonita costumbre que casi ha desaparecido, aunque están saliendo 'insurgentes' que predican una vuelta a esta tradición. «Con el móvil se están estandarizando y simplificando los mensajes», advierte la historiadora.
17
«He recuperado el gusto por los relojes y son cojonudos para mirar la hora con aspavientos y dar a entender a los demás que vayan abreviando porque tienes prisa», asegura Pedro Vera.
18
«¿Queda alguien que compre despertadores de mesita o linternas para no golpearse cuando te levantas a mear de madrugada?», se pregunta Vera. Vale, solo unos pocos chapados a la antigua.
19
«Antes, en todas las casas estaba el listín familar y luego tenías el tuyo propio», recuerda Huguet. Ahora, esas agendas «que teníamos que actualizar de cuando en cuando» son reliquias de otros tiempos.
20
Ahora nos sentamos a la mesa y la bronca por el móvil, ausente o presente, es casi segura. En épocas 'presmartphone', la familia comía y hablaba.Esto no garantizaba que no hubiese broncas, pero, al menos, eran por razones ajenas al uso de la tecnología. «El móvil nos ha dado cosas, pero otras nos las ha quitado... y lo que es seguro es que todo lo ha complejizado», apunta González Cabrera, quien destaca que, si educar a los hijos ya era antes difícil, ahora entender su realidad 'online' y 'offline' es ya para maestros.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.