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Venga, vamos a salir a caminar un rato, vamos a 'quemar' esas alubias que nos acabamos de zampar. Y vámonos ya mismo, que así esas calorías no cuentan. Pues sepa que sí cuentan, que no por ponernos a pasear inmediatamente después de haber comido las ... bloqueamos. Porque algo así se puede entender (erróneamente) tras leer las conclusiones de un estudio publicado este año en la revista 'Sports Medicine' que alaba los beneficios de salir a caminar 15 minutos justo después de comer —los autores del estudio aseguran que con solo dos minutos de paseo rápido ya se notan esas ventajas–. Y es cierto, es beneficioso pasear ligero a la hora de la digestión, pero no más que hacerlo tres horas después, con las alubias ya bien reposadas.
Los beneficios de los que habla el estudio no se refieren a la quema de calorías, sino a la reducción de azúcar en sangre, de ahí que caminar tras comer sea especialmente interesante en el caso de personas con diabetes u otras patologías que impliquen problemas de resistencia a la insulina. Sin embargo, en el caso de personas sanas, el efecto de salir a caminar nada más terminar el postre es el mismo que si salen un buen rato después, así que para estas no hay necesariamente prisa.
«Cuando comemos se libera insulina. Esto es, se abren unos canales para que el azúcar entre desde la sangre a las células. La insulina es, por explicarlo gráficamente, la llave que abre esa puerta que hay entre la sangre y las células. Y el deporte estimula la sensibilidad a la insulina, hace que esa puerta se abra antes y la sangre se 'limpie' más rápido de azúcar porque no nos interesa tenerla ahí», señala Pablo Zumaquero, nutricionista y tecnólogo de los alimentos y un conocido divulgador en redes sociales.
Ese es el «beneficio extra» que aporta el deporte suave inmediatamente después de comer y que se 'pierde' si esperamos un rato. «Ejercitarse ayuda a bajar esos picos de glucosa que se producen tras ingerir alimentos y con solo 15 minutos de caminata ya se estabilizan. De ahí que sea recomendable para personas con problemas de control de la glucosa», confima Marcos Vázquez, creador del popular blog Fitness Revolucionario.
Ahora bien, si el objetivo no es tanto tener controlado el azúcar sino quemar calorías, da igual cuando salga a caminar. «Si has comido un plato de macarrones, otro de costilla, media barra de pan y un vaso de vino tendrías que hacer el Camino de Santiago para quemar las calorías que aporta ese menú», advierte gráficamente Pablo Zumaquero. «Además, en diez minutos corriendo quemas practicamente las mismas calorías que en una hora caminando».
¿Y si salimos a correr después de comer? ¿Es mejor que el paseo? A cualquier hora puede ser igual de buena una cosa u otra pero, precisamente después de comer, no se recomienda actividad intensa. «La digestión es un proceso metabólicamente caro porque necesita mucha cantidad de sangre en el estómago. Cuando hacemos ejercicio intenso, el cuerpo, que es una máquina de equilibrar, redirige sus recursos, en este caso, la sangre, a los músculos. Esto es, la quita del estómago. Lo que hace que se ralentice la digestión y se puedan sentir ciertas molestias», señala Vázquez, que no aconseja salir a correr rápido o hacer una sesión exigente de pesas tras el postre. Y recuerda que nuestros ancestros «tenían la comida como recompensa al ejercicio físico intenso que implicaba salir a cazar y a recolectar».
Así que para personas con problemas de resistencia a la insulina o simplemente para aquellos a los que les guste hacer la digestión de paseo, ejercicio sí, pero suave. «Al margen de la quema de calorías, salir a caminar siempre es beneficioso porque ese impacto de la pisada es bueno para los huesos, favorece la densidad ósea. Pero hacerlo después de comer (de desayunar incluso) es doblemente interesante porque a esa hora nos exponemos a la luz solar, que hace que se sintetice la vitamina D y eso implica otro beneficio importante», recuerda Marcos Vázquez.
Caminar de noche puede resultar agradable y relajante, pero, a efectos del impacto en la salud, es mejor hacerlo de día... y con sol, mantiene Marcos Vázquez. Y remite a una investigación de La Sociedad Japonesa de Investigación de Huesos y Minerales publicada este pasado mes de marzo. Los autores del estudio pusieron a caminar a paso ligero de 30 a 60 minutos tres veces por semana durante tres meses a casi un centenar de ancianos con osteopenia (afección que comienza a medida que pierde masa ósea y sus huesos se debilitan). Los mayores se dividieron en cuatro grupos: un grupo de caminata diurna, otro de caminata nocturna, un grupo de exposición solar solamente (recibían de 20 a 30 minutos de sol cada vez) y un grupo de control. Las conclusiones demostraron que la caminata rápida y la exposición solar aumentaban la densidad mineral ósea y mejoraban el equilibrio dinámico y estático de los ancianos.
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