Por qué un poco de brócoli no 'arregla' una hamburguesa

Se le llama 'efecto halo' y nos hace comer todavía peor

Sábado, 2 de abril 2022, 00:09

Va a tener que ser por las malas... «El mensaje 'come sano' está condenado al fracaso'. Si tienes un mal día, ¿qué vas a elegir, una natilla o un plátano?». Tendría mucho mérito, dice el dietista-nutricionista Julio Basulto, que escogiéramos la fruta. «La industria ... sabe diseñar alimentos con una combinación de azúcar, sal y grasas que hace que empieces a comer y no puedas parar, les dan un punto de crujiente y textura adecuados, les añaden potenciadores del sabor, los 'colorean' con tonos llamativos. Son productos diseñados para romper las barreras de la saciedad que tiene nuestro cerebro. Por eso después de una copiosa comida, siempre queda hueco para 'el heladito'».

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Lo del 'heladito' lo dice con sorna Basulto, que acaba de publicar 'Come mierda' (Vergara), un título que es toda una declaración de intenciones. «Decimos 'cervecita', 'galletitas', 'patatitas'. A los productos de alta densidad calórica les ponemos el diminutivo para quitarles así la connotación negativa. Pero una bofetada es una bofetada, ¿no? ¿O acaso diríamos que es una 'bofetadita'?».

Sostiene el experto que se ha acabado el tiempo de los mensajes en positivo, que no sirven, que nos llevan a comer peor todavía. «Está claro que las legumbres son beneficiosas, pero si el único mensaje que mando es que la alubia es sana, va a generar una 'desinhibición' que nos va a llevar a añadirle un 'choricito'. Como si lo beneficioso de la alubia compensara el chorizo. A esto se le llama 'efecto halo'».

No lo puede decir más claro: «Una camisa sucia no se compensa con un pantalón nuevo, seis días de sedentarismo no se compensan con una carrera el domingo, el perjuicio del alcohol no lo compensan los suplementos vitamínicos ni un insulto se compensa con un piropo. Pues con la nutrición sucede igual: una dieta malsana no se compensa cepillándote los dientes o tomando una ensalada». Tal vez usted crea que no hace esas compensaciones... Pero las hace. «A una bebida azucarada le ponen la frase 'contiene vitamina C' y, automáticamente, en la cabeza de mucha gente se convierte en un producto sano, ¡mejor incluso que el agua! En las cajas de cereales te ponen 'contiene hierro, fibra y minerales', pero ¿y los 25 gramos de azúcar? Y otros no llevan apenas azúcar, vale, pero ví hace poco unos que llevaban 1,8 gramos de sal. ¡Y encima aparece en verde en la etiqueta de Nutriscore! Es una salvajada».

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Azúcar en la salsa de la pasta

Arremete el nutricionista contra el actual sistema del semáforo (hay cinco colores y letras de la A a la E para en función de lo saludables que son los alimentos). «Sería mucho más efectivo colocar mensajes negativos del tipo: 'contiene demasiado azúcar', 'este producto tiene mucha sal'. En cuestión de nutrición, sería más eficaz. Cuando vas conduciendo por una carretera peligrosa te colocan señales de aviso, ¿no? ¿Por qué con la alimentación no sucede así?». Porque peligro hay. El nutricionista Luis A. Zamora pone un gráfico ejemplo en su libro 'Comer bien es fácil si sabes cómo' (Planeta): la versión 'light' de una salsa de consumo habitual en nuestras mesas «contiene el quivalente de grasas a dos hamburguesas y las calorías equivalentes a un croisán».

El resultado:«El 32% de las calorías que consumimos proviene de productos ultraprocesados», da el dato Basulto. No debería extrañarnos tanto, ya que «aunque parezca una exageración, el 80% de los productos que se venden en los supermercados son ultraprocesados», advierte Luis A. Zamora. Malo para la salud y causa de obesidad. «La industria alimentaria añade azúcar, sal y grasa en muchos productos. Consiguen poner tanta sal en los cereales como en un aperitivo salado y tanto azúcar en la salsa que echamos a la pasta y en los aliños preparados para ensaladas como la que se usa para elaborar helados. ¿Qué sucede? Que al comer esos productos nuestro centro del apetito se hiperexcita y comemos más de lo necesario», explican Mark Bittman y David L. Katz en su libro 'Cómo comer' (Cúpula).

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De ahí que luego una manzana no nos sepa a nada. «No nos sabe a nada porque hemos perdido la sensibilidad y cada vez necesitamos un estímulo de sabor mayor. A los ocho meses, los bebés ya consumen el triple de sal del que deberían tomar a su edad. Estamos exponiendo a los niños a comer rematadamenta mal», censura Basulto, y explica por qué muchos chavales apenas comen a mediodía y por la noche, pero se hinchan en el desayuno y la merienda. «Desayunan y meriendan galletas, zumos, cereales azucarados, bollos, lácteos... Productos cargados de calorías vacías. Así que la comida y la cena, además de llegar sin hambre, les resulta menos apetitosa». Tres datos: «El estudio Aladino 2019 cifró en un 76% el porcentaje de niños que toman por las tardes batido, natilla o flan y un 38% come bollos».

¿Cuántas calorías tiene esta hamburguesa?

¿Cuántas calorías cree usted que tiene esta hamburguesa? 761 ¿Y esta otra? 665. ¡Pero si era la misma! Fue el llamativo resultado que arrojó una investigación firmada por Alexander Chernev y David Gal publicada en el año 2010. Dividieron a los voluntarios en dos grupos. Al primero le pidieron que calculara cuántas calorías tenía una hamburgesa (dijeron que 761) y al segundo le mostraron esa misma hamburguesa junto a una ensalada de brócoli y creyeron que ambas cosas sumaban 665. Es decir, colocar verdura junto a un plato ultraprocesado hizo creer a los consumidores que el conjunto tenía 67 kilocalorías menos. «Pero, ¿acaso las personas encuestadas creían que la ensalada de brócoli tenía calorías negativas?», se pregunta Julio Basulto, y añade la explicación de los científicos: «Agregar una virtud (brócoli) a un vicio (hamburguesa) puede disminuir la percepción del contenido calórico del plato. El cerebro parece gritarnos que el brócoli le quita calorías (y culpa) a la hamburguesa», concluye Basulto.

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