Esto es lo que pasa si pisas mal

Pies, para qué os quiero', dice el refrán, que 'limita' su uso a salir corriendo de un apuro. La verdad es que, para el poco caso que les hacemos, los pies nos dan mucho: no sólo nos permiten irnos pitando (que no es poco), también nos traen y nos llevan por la vida, con sus bailes, caminatas, deportes y calzados 'fashion' y 'asesinos'. Pues bien, con la llegada del verano, es hora de darles un respiro, devolverles algunas atenciones y mimarlos con cremas e incluso alguna visita al podólogo o a la pedicura para que queden bien bonitos. Van a verse mucho mejor, claro. Pero, ojo, ya que estamos centrándonos en ellos, quizá merezca la pena hacerles una ITV completa –más allá de lo estético– para revisar si su función principal, la de moverse y soportar nuestro peso, se desarrolla de forma adecuada. ¿Por qué? Porque una mala pisada no sólo daña el pie: también nos puede causar problemas en otras partes del cuerpo.

Lo que pasa es que muchas veces no asociamos los dolores que tenemos en otras partes de nuestra anatomía con problemas en los pies. Así que no es extraño que hagamos muchas visitas al médico sin que nos resuelvan las molestias. «Claro, es importante el cuidado de los pies tanto para prevenir y tratar las patologías que les afectan como para evitar alteraciones en el aparato locomotor causadas por una mala pisada o por un gesto inadecuado en la marcha o en la práctica de una actividad deportiva», explican Álvaro Díaz, presidente del Colegio Oficial de Podólogos del País Vasco, y Santiago Nieto, vocal de esta organización.

Estos malos gestos del pie deben realizarse «de forma sostenida» para causar daños colaterales «en rodillas, espalda, caderas...». Si por un esguince en un pie cargamos más peso en el otro unos días o si llevamos tacones imposibles a una boda, tendremos sólo unas molestias pasajeras. El problema es cuando obligamos al pie a pisar una y otra vez de forma incorrecta.

Esto lo saben muy bien los deportistas de cierto nivel, a quienes les hacen pormenorizados estudios de pisada para que su rendimiento sea mejor. Pero todos podemos revisar qué tal andamos, sobre todo si tenemos dolores de espalda o de extremidades que no se pasan con nada.

Para hacernos una idea (muy simplista, sí) sólo tenemos que imaginarnos que nuestro cuerpo es como el de una marioneta de esas articuladas. Si uno de los puntos se mueve mal, se rompe el equilibrio y no se reparten bien las cargas. Claro, las marionetas tienen una ventaja: su mal funcionamiento no duele.

Además de analizar nuestra pisada por si es origen de nuestras molestias, los expertos quieren subrayar que este año debemos tener más cuidado que nunca con los pies debido a lo que ellos llaman 'desconfinamiento podológico'. Según advierten, «la pandemia ha provocado que salgamos menos de casa y que los pies no estén tan acostumbrados al movimiento y a la exposición: no hay que hacer una transición brusca». Por ello, destacan que es importante no forzarles a largos paseos si llevamos meses sin andar demasiado debido al mal tiempo y las restricciones. «Hay que restaurar la marcha de forma gradual para no sobrecargarlos», subrayan.

«En los meses de calor recomendamos lavar y nutrir bien los pies... ¡y no olvidarnos de echarles crema solar! También es importante no andar descalzo en zonas de baño y eliminar periódicamente los esmaltes de uñas para permitir que tengan un mínimo de transpiración y disminuir la penetración de los componentes químicos», enumeran Álvaro Díaz y Santiago Nieto.

Ambos expertos lanzan, además, un par de consejos sobre el calzado que afectan a nuestro look veraniego, ay, y a nuestra forma de andar. Nos recuerdan que las chanclas son sólo para momentos puntuales, no calzado diseñado para caminar: «No tienen una sujeción suficiente y obligan a andar flexionando en exceso los dedos de los pies, lo que puede desarrollar deformidades , como dedos en garra o en martillo», apuntan. ¿Y esas sandalias planas y de tiras tan monas que llevan las influencers? Ejem, ejem. «Las tiras no deben comprimir zonas del pie que estén prominentes o con deformidades, así evitaremos rozaduras y callosidades –aconsejan–. Y los calzados muy planos y de suela fina... no tienen la amortiguación necesaria para los golpes que se producen al caminar y, además, pueden causar dolencias de larga evolución y muy incapacitantes, como fascitis, talalgias y cargazón de la musculatura posterior de la pierna».

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