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Somos poco comprensivos con nuestro propio cuerpo y a veces le sometemos a unas pruebas... Y ahora, en pleno verano, más. ¿De qué hablamos? De que muchos de nosotros hemos pasado el año bastante sedentarios y con las vacaciones y el buen tiempo nos lanzamos ... con ansia a hacer cosas.Muchas cosas. Cuantas más mejor, no vaya a ser que venga el otoño y no tengamos una buena provisión de fotos que enseñar para demostrar que hemos sido súper activos y súper felices. Así que venga viajes de aquí para allá. Y rutas (en bici, patinete, piragua). Y deporte (algunos que nunca hemos practicado)... Y parques acuáticos con toboganes y tirolinas... ¿Cómo afronta nuestro chasis este concentrado de frenesí estival?
Pues, muchas veces, haciendo 'crack'. «En verano aumentan los traumatismos, sobre todo entre la gente joven», confirma Sara Laxe, jefa del Servicio de Rehabilitación del Hospital Clínic de Barcelona y miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física (SERMEF). Y lo peor es que algunas lesiones no nos parecen tan graves y las dejamos 'curar' solitas: casi todo el mundo, si está fuera de casa, evita ir a un hospital desconocido. Y, la verdad, tampoco queremos que un médico nos prescriba reposo, que estos días de diversión son para aprovecharlos al máximo, ¿no? «Pues si las lesiones no se tratan correctamente, lo que vamos a hacer es alargar el período de recuperación. E incluso nos pueden quedar secuelas que limiten nuestra actividad», afirma Laxe.
«Una forma para orientarnos en cuanto a la gravedad de una lesión es el grado de inflamación», comenta a modo de pista la doctora. También debemos estar atentos al nivel de dolor, la pérdida de movilidad o la presencia de hematomas, otros tres signos importantes. A continuación, Sara Laxe nos ofrece más claves sobre las lesiones musculoesqueléticas más típicas del verano. Algunas pueden parecer nimias (pero nos pueden arruinar las vacaciones y las post-vacaciones).
Es el traumatismo del verano por excelencia. «Normalmente ocurre en el quinto dedo, el meñique, que se rompe porque vamos descalzos o en chancletas y nos golpeamos con una esquina o un mueble», indica Laxe. Quién no se lo ha machacado y ha empezado a jurar en arameo y a dar saltos a la pata coja. ¿Qué hacer si ocurre? La médica rehabilitadora aconseja ir a un servicio sanitario para que valoren el problema, «Aunque en la mayoría de los casos el tratamiento es conservador: calzado amplio, antiinflamatorios y descanso relativo».
Por supuesto que nos los hacemos durante todo el año, pero en verano son mucho más frecuentes. «Es muy típico en la playa cuando crees que vas a apoyar el pie al bajar el típico muro de acceso, pero no apoyas, lo giras y sobreextensionas el ligamento», describe. También aconseja cuidado en zonas de rocas o con algas que pueden resbalar. Tal y como destaca la doctora, el cuerpo siempre trata de poner en marcha mecanismos de reparación, por eso se inflama. «Si es tan solo una molestia o torcedura, se puede hacer un reposo relativo, poner algo de hielo y un antiinflamatorio... Pero hay que tener en cuenta que a veces los esguinces pueden parecer banales pero pueden ir acompañados de algún problema óseo, como lesiones el quinto metatarsiano, que es el huesillo mas externo del pie», añade. Ante la duda, al médico.
«Si es un golpe leve, con la aplicación de frío y reposo valdría para evitar la tumefacción. Si se hincha pero tienes movilidad, en ciertos casos no hace ni falta acudir a un centro médico: con un antiinflamatorio y poner y hielo, suficiente», detalla.
Hay deportes «estrella» del verano como el running, las palas y la natación. Si empezamos a correr en esta época, la experta aconseja hacerlo poco a poco, para no dañar cadera, rodilla, tobillo y pie. «Mejor combinar marcha y carrera», aconseja. Y cuidado con las palas, que por sus cambios de ritmo explosivos pueden generar molestias en hombro, codo y tobillo. Lo mismo que la natación, un deporte muy sano, pero que, si no se cuenta con una buena técnica, produce daños en la espalda, cuello... y es muy desagradable arrastrar un tirón. Así que la consigna sería no hacer cosas para las que no estamos preparados físicamente. Un poco de autocrítoca y de realismo nos mantendrá a salvo de muchas lesiones.
«La gente en verano se desplaza mucho más. El mayor volumen de tráfico, sumado a ciertas circunstancias de cansancio o de consumo de tóxicos como alcohol, puede provocar un aumento de los traumatismos», informa.El más habitual: el latigazo cervical. Es frecuente en choques frontales, en los que el impacto induce la flexión excesiva del cuello y, justo después, la fuerza de reacción causa su total extensión. «Además, todo ello se produce muy rápidamente, sin que dé tiempo a que la musculatura ejerza su función protectora», explica.
Por otro lado, Laxe alerta de que hay que tener en cuenta que aceleraciones y deceleraciones en carretera –de incluso 10 kilómetros por hora– pueden tener un efecto a nivel encefálico por la disrupción de la sustancia blanca cerebral. Y esto podría tener secuelas. «No es infrecuente el déficit cognitivo (dificultad de concentración, problemas de memoria, irritabilidad, niebla mental) secundario a traumatismos craneoencefálicos», advierte.
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