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Pongámonos en situación. El niño se mete en la cama como cada noche y, después de un par de horas o tres durmiendo plácidamente, se despierta gritando que le pica «el culete». No tiene fiebre, ni le duele la tripa, ni se encuentra mal... Solo ... le escuece –y muchísimo– en la zona del ano. «Entonces le bajas el pantalón del pijama a todo correr y miras justo ahí, donde le pica... Hay veces que no ves nada, pero otras te encuentras de frente con uno o varios gusanitos del tamaño de un fideo que salen por el culete del niño como si estuviesen saludando... Pues sí, la criatura tiene lombrices», explica gráficamente la doctora Lucía Galán, conocida en redes sociales como 'Lucía, mi pediatra'.
Tranquilidad, la infección por oxiuros o lombrices intestinales es muy frecuente en la edad escolar, sobre todo entre los más pequeños. Según los datos de la Asociación Española de Pediatría (AEP), prácticamente la mitad de los niños se han contagiado alguna vez con estos pequeños parásitos humanos «que residen en el intestino grueso de los afectados y son más visibles de noche o a primera hora de la mañana», precisa la doctora Eva Suárez, presidenta de la Sociedad Valenciana de Pediatría (SVP). Si después de revisar la zona del ano descubre algún huésped no deseado, no se preocupe. El tratamiento de las lombrices «es muy sencillo y eficaz», tranquilizan las especialistas.
Antes de entrar en detalles, la doctora Suárez aclara que la oxiuriasis «no tiene su origen en la falta de higiene o la suciedad». La infección se produce por la ingestión accidental de los huevos de los parásitos, que pueden estar en muchos sitios: areneros, alimentos, objetos contaminados, ropa interior, pijamas, toallas, sábanas... Es muy típico que los huevos de las lombrices, de tamaño microscópico, se queden alojados debajo de las uñas del niño después de rascarse. «Y, al llevarse las manos a la boca, facilitan su entrada al intestino delgado, donde se desarrollan las larvas. Después, se desplazan hasta el intestino grueso, se hacen adultas y, al cabo de uno o dos meses, las hembras salen para depositar los huevos en los márgenes del ano, que es lo que produce el picor tan característico. El niño se rasca y vuelta a empezar», describe la doctora Suárez.
El síntoma más característico es un picor intenso durante la noche en la zona del ano que puede llegar a despertar al niño. En el caso de las niñas también puede aparecer escozor vaginal y molestias al ir al baño porque los huevos de las lombrices se desplazan hasta la vulva. «También pueden experimentar irritabilidad nocturna, sueño intranquilo o incluso pesadillas. No se trata de una dolencia grave, pero es muy molesta», coinciden las pediatras. Los oxiuros no dan ni fiebre, ni diarrea ni falta de apetito. «Si el niño se lesiona la piel de tanto rascarse, se le puede aplicar una pomada calmante. Ahora bien, si esas heridas se contaminan pueden dar lugar a una infección que requerirá de un tratamiento antibiótico», advierte la doctora Eva Suárez.
Aunque las lombrices se pueden apreciar a simple vista –pueden llegar a los dos centímetros de largo–, no siempre es fácil verlas. «La mayoría de las veces no se necesita ninguna prueba de laboratorio, puesto que la simple visualización en las heces o en la zona del ano es suficiente para confirmar el diagnóstico. Si se tienen dudas, el pediatra puede pedir un test de Graham, una prueba que consiste en colocar un celo en la zona del ano del niño a primera hora de la mañana durante tres días para recoger muestras y analizarlas después al microscopio», explica la presidenta de la SVP.
¡Atención! Todos los miembros de la familia deben tomar el medicamento antiparasitario que destruye las lombrices adultas aunque no tengan síntomas. Padres, hermanos, abuelos si tienen mucho contacto con el niño, cuidadores... «Primero, elegimos el día en el que lo vamos a hacer. Esa mañana nos levantaremos, recogeremos todas las sábanas, toallas, pijamas y ropa interior de la noche anterior y lo pondremos a lavar con agua caliente. A continuación, nos cortaremos las uñas. Recordad que los huevos se alojan ahí aunque no los veamos.
Una vez hecho todo este ritual, toda la familia a la ducha. Agua caliente, jabón y a frotar bien. Ya fuera de la ducha, nos tomaremos cada uno la dosis de la medicación que nos recetará el pediatra, habitualmente Mebendazol. Y nos olvidaremos del tema. Una sola dosis es suficiente para matar las lombrices. Sin embargo, no hay fármaco que mate los huevos, por eso hay que repetir todo el proceso a las dos semanas: lavadoras, uñas, ducha y nueva dosis de medicación», resume la pediatra Lucía Galán.
Insisten las pediatras en que el mejor consejo para evitar el contagio de lombrices en niños y adultos es «mantener una correcta higiene de manos, sobre todo después de ir al baño y antes de comer. También ayuda llevar las uñas cortas para que los huevos no se queden alojados bajo ellas y los niños se las lleven a la boca». Y, no, no salen lombrices por comer golosinas, eso es un mito.
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