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La piel es uno de los órganos que más sufre durante el verano. Exposiciones prolongadas al sol, salitre, cloro, sudor... y también más duchas de las habituales. A veces hasta dos o tres al día. «La limpieza del cuerpo puede parecer un tema banal, que ... da mucho juego en las conversaciones, pero lo cierto es que tiene mucha ciencia detrás», advierte la dermatóloga Ana Molina antes de desgranar los secretos de la ducha perfecta, si es necesaria la espuma para limpiarnos bien o si podemos usar gel para lavarnos la cabeza.
Según un informe elaborado por la consultora Euromonitor, los españoles somos los occidentales que más nos duchamos a diario (71,4%), seguidos de los australianos (65,8%) y los franceses (63,4%). Pero, ¿lo hacemos bien? Desde el punto de vista medioambiental, no demasiado. La Organización Mundial de la Salud (OMS) aconseja no pasar más de cinco minutos debajo del agua y nuestra media es de casi diez. «En general, solemos ducharnos en exceso», conviene la doctora Molina.
Y tiene una explicación. La superficie de la piel está cubierta por una capa fina de grasa y agua –manto hidrolipídico– en la que habitan un montón de bacterias, «muy necesarias no solo para que la piel funcione correctamente sino también para protegernos de infecciones y otras enfermedades. Pero si nos duchamos demasiadas veces, con agua muy caliente, jabones agresivos, esponjas que raspan o guantes de crin podemos dañar ese manto haciendo que la piel se ponga roja, nos pique en exceso y quede desprotegida. El problema es que algunas personas no se duchan, se sacan brillo y el momento brilli-brilli es mejor dejarlo para Nochevieja», aconseja con sorna la dermatóloga, autora de 'Piel sana, piel bonita' (Ed. Paidós). Aquí van algunos consejos.
Cuidado con el agua demasiado caliente
La Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV) lo resume en cinco palabras: «rápida, templada y sin esponjas». En cuanto a la frecuencia, una al día es lo más recomendable. «Ahora bien, si hace calor o practicamos deporte, podemos darnos una segunda ducha corta y sin jabón», precisa la doctora Molina. La temperatura es otro factor que juega un papel muy importante desde el punto de vista del cuidado de la piel. «El agua muy caliente es un limpiador demasiado eficaz», conciden los especialistas. «Igual que la grasa incrustada en los platos sale mucho mejor si los lavamos con agua caliente, pasa lo mismo con nuestro cuerpo. Si nos duchamos con una temperatura demasiado alta perderemos la grasa natural, fundamental para mantener la función barrera de la piel. Por eso, lo más recomendable es ducharse con agua templada», aconseja la doctora Molina. «Estamos hablando de una horquilla entre los 32 y los 37 grados más o menos», añaden en la AEDV.
Y nada de esponjas ni guantes porque, además de irritar la piel, sirven de reserva para el crecimiento de microorganismos. «Lo mejor es no complicarse la vida y usar las manos», zanjan los dermatólogos. También es recomendable utilizar un gel respetuoso con la piel. Es decir, uno que limpie e hidrate a la vez como los jabones de pH similar a la piel o los aceites jabonosos. «Y se usan solo en las zonas que producen mal olor como axilas, ingles, genitales o pies, pero nunca en la mucosa de los genitales ni dentro de la vagina», precisa la dermatóloga, especialista de la Fundación Jiménez Díaz (Madrid). Después nos secamos con una toalla, «pero sin frotar en exceso e intentando incidir en las zonas que tienden a retener humedad como los pliegues del pecho, las ingles o entre los dedos de los pies». Finalmente, se puede aprovechar para aplicar una crema con alta capacidad hidratante –de esas bien espesas–, sobre todo las personas con dermatitis atópica, piel muy envejecida o que vivan en un clima seco y contaminado.
¿A más espuma, más limpio?
Explica la doctora Ana Molina en su libro que la espuma no es más que una masa de burbujas que se forma dentro de un líquido. Es decir, aire. «Mucha gente sigue pensando que hace falta espuma para que el jabón limpie bien, pero nada más lejos de la realidad. Que un gel forme más o menos espuma no está relacionado con su capacidad de limpieza, ni tampoco hará que se reseque más la piel».
En general, la cantidad de espuma depende de factores como el tipo de sulfactante que lleva el producto (los sulfatos tienden a producir más espuma); de la dureza del agua (cuántos más minerales contenga, menos espuma); de la suciedad de la piel o el cabello (cuanto más sucia, menos espuma); de la presión del agua (a más presión, más espuma); y de si usamos esponja. En lo que sí gana por goleada es en su sensorialidad. Tal y como reconoce la doctora Molina, «no hay nada más placentero que esa masa de burbujas resbalando por nuestra piel después de un duro día de trabajo».
¿Y si me lavo el pelo con gel y el cuerpo con champú?
La experta responde: «Desde el punto de vista dermatológico, no hay ningún problema en intercambiar su uso, especialmente si es por periodos cortos de tiempo. Pero no debemos olvidar que se trata de productos con una formulación diferente y concebidos para actuar en áreas distintas. El uso continuado de champú en el cuerpo puede acabar resecando la piel, y el gel en el cabello puede provocar que quede más apelmazado, sin brillo o más áspero».
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