Siete años creciendo pelo, litro y medio de sudor... Curiosidades de nuestro cuerpo

¿Se le acelera el corazón cuando ve a esa persona que le gusta? Efectivamente, late hasta tres veces más rápido de lo habitual. Y tres también, pero tres semanas, tardará en desaparecer ese bronceado que se ha traído de las vacaciones. Seguimos con los números: crecemos hasta los 21 años (a lo alto), nuestro cuerpo quema casi 350 calorías cuando salimos una hora a caminar ligeros y 750 si corremos, el corazón late unas 100.000 veces al día y hasta 4 meses crece ininterrumpidamente el pelo de las axilas. Son solo un puñado de datos y curiosidades sobre el organismo. Aquí hay más.

Esa humedad, esas gotas... parecen poca cosa. No lo son. «Lo normal es que las glándulas sudoríparas segreguen de 700 a 1.440 mililitros al día», aunque si hacemos deporte y el día es muy caluroso podíamos llegar a generar «hasta diez litros», advierte Javier del Boz, dermatólogo del Hospital Costa del Sol de Marbella y vicepresidente de la sección andaluza de la Academia Española de Dermatología. Estas cifras entran dentro de la normalidad pero hay casos excepcionales: gente que no suda o lo hace muy poco o gente que suda en exceso. El primer trastorno se llama hipohidrosis (anhidrosis si hay absoluta falta de sudoración) y afecta a una de cada 200 personas; el segundo, la hiperhidrosis (exceso de sudoración), es más frecuente y afecta al 10% de la gente. Ambos son problemáticos. «Sudar nos ayuda a enfriar nuestra temperatura corporal y evita que el cuerpo se 'recaliente', con lo que eso supondría: desde dolor de cabeza a desvanecerse. De ahí que no sudar es un problema grave», advierte el dermatólogo. También lo contrario: «Hay gente que hace resfriados y neumonías de repetición favorecidos porque empapan la ropa al sudar constantemente», advierte el doctor.

«El crecimiento en altura se produce por el alargamiento de los huesos del cuerpo, que crecen longitudinalmente junto con el cartílago adyacente, aproximadamente hasta los 21 años de edad», señala Teresa Arnandis, doctora en Bioquímica y Biomedicina y autora del libro '¡Eres un milagro andante!' (editorial Paidós) Además, cuando nos levantamos somos más altos: «A lo largo del día la fuerza de la gravedad sobre los discos invertebrales nos comprime a modo de acordeón», completa la experta.

Las capas más superficiales se renuevan «cada dos o tres semanas», explica Arnandis, de ahí que el bronceado del verano empiece a desaparecer al cabo de solo unos días.

«Las papilas gustativas son como pequeñas elevaciones de unos milímetros de diámetro situadas en la lengua. Tienen a su alrededor unos poros, los botones gustativos, unas depresiones en cuyo fondo están las células gustativas, en concreto una especie de pelos (cilios) que se exponen a las sustancias que comemos y que detectan el sabor, de forma que la célula transmite la información a nervios que viajarán al cerebro. Tenemos alrededor de 10.000 botones gustativos y, con la edad, se atrofian, con lo cual la sensibilidad a los cinco sabores  (dulce, salado, ácido, amargo y umami) disminuye, sobre todo a partir de los 60 años. Coincide con una disminución del sentido del olfato y todo ello hace que la comida sea menos apetecible, la sensación de sed quede disminuida y que haya una tendencia a comer menos e hidratarse peor», advierte Enrique de Madaria, presidente de la Asociación Española de Gastroenterología y especialista en digestivo en el Hospital General Universitario Doctor Balmis de Alicante.

«Según diferentes estudios, este fenómeno es un mecanismo de adaptación del ser humano, un mecanismo de defensa por el cual, al estar en contacto durante un tiempo prolongado con el agua, los vasos de los dedos se contraen y la piel se arruga, lo cual nos permite agarrar mejor los objetos mojados y de la misma forma, nos ayuda a no resbalar sobre estas superficies, tal y como ocurriría con los dibujos de la cubierta de los neumáticos», explica el dermatólogo Javier del Boz.

Ni ayuda el frío para dormir ni lo hace el calor. «El cuerpo pierde aproximadamente un grado de temperatura a última hora de la tarde para prepararse para el descanso nocturno. Por ello, conviene adaptar la temperatura de la habitación a la que el organismo necesita para descansar bien: se recomiendan entre 18 y 22 grados para el sueño óptimo», calcula la neurocientífica Raquel Marín, autora del libro 'Alimenta el sueño para un cerebro sano'.

Las orejas y la nariz nunca dejan de 'crecer' y son las únicas partes del cuerpo cuyo tamaño aumenta con la edad. «Eso es porque están formadas de cartílago y, con el tiempo, el colágeno y las fibras que componen el cartílago comienzan a descomponerse. Esto, sumado a la gravedad y a que la piel es cada vez más laxa, hace que esta última se desprenda del cartílago, lo que se traduce en un aumento del volumen de nariz y orejas. Además, con la vejez, al perder grasa facial y, por tanto, volumen en la cara, el aumento de tamaño de nariz y orejas se nota mucho más», aclara el asunto Teresa Arnandis.

«El gasto metabólico del músculo en reposo es unas dos o tres veces más elevado que el de la grasa, lo que significa que cuanto más músculo tengas, más calorías estarás quemando en reposo», explica Arnandis. Aunque no es tan sencillo como que el músculo trabaje solo mientras reposamos en el sofá: «Es cierto que la masa muscular genera mayor gasto calórico en reposo que la grasa y, por tanto, mantener más masa muscular producirá más gasto general, pero ojo, que el gasto extra de varios kilos de músculo adicional es pequeño, quizá de entre 50 y 100 calorías adicionales por día. La diferencia principal viene cuando activamos esa masa muscular con ejercicio frecuente, y más masa muscular nos va a permitir gastar más energía durante el entrenamiento», completa la explicación Marcos Vázquez, creador del popular blog Fitness revolucionario.

«Tu músculo cardiaco late unas 100.000 veces al día de forma involuntaria y rítmica. Aunque nuestro corazón tiene una frecuencia cardiaca constante en condiciones basales (60-90 latidos por minuto), hay estímulos que pueden modificarla, por ejemplo, ver a la persona que te gusta hace que el cerebro envíe a todo el cuerpo endorfinas (dopamina, seretonica, etc) y otras hormonas como la adrenalina y noradrenalina, que hacen que el corazón nos lata hasta tres veces más rápido de lo normal. El movimiento y la actividad física también generan un aumento de la frecuencia cardiaca debido a la mayor demanda muscular de oxígeno», señala la bioquímica, conocida en redes como 'Lady Science'.

«Si te pones delante de un espejo y respiras por la nariz, ¿te has fijado en la marca de vapor que dejas? El aire que sale de un orificio siempre es mayor que el del otro, ya que el porcentaje de aire se suele distribuir en un 75% y un 25% en cada fosa durante el ciclo nasal. Esto se debe al ciclo nasal, por el que el aire siempre pasa de forma prioritaria por uno de los dos orificios de la nariz en ciclos de dos horas de duración que se van alternando», señala Teresa Arnandis. Osea que siempre hay un orificio más 'tapado' que otro.

«Los intestinos están en continuo movimiento, exprimiendo su contenido mediante contracciones circulares de su musculatura. El contenido avanza en dirección boca a ano, digamos, y eso hace que la comida vaya avanzando en el proceso de digestión y que las heces que se van formando lleguen al ano para ser expulsadas. Además, cuando no hay comida en su interior, esos movimientos ayudan a que no se acumulen secreciones y bacterias en el intestino. Cuando estamos sin comer, hay más cantidad de aire en el intestino y, al haber contracciones peristálticas, se oye el burbujeo del aire siendo empujado hacia adelante. No es que las tripas se muevan más cuando tenemos aire, es que el contenido sólido y líquido es menor y mayor el aire que contienen, y oímos el burbujeo que producen», señala el experto en digestivo Enrique de Madaria.