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Cuando nos enfrentamos a una situación estresante como puede ser un día de trabajo extenuante, una discusión acalorada con un amigo o una urgencia médica a la que tenemos que reaccionar con rapidez, los niveles de cortisol de nuestro cuerpo se disparan. Es la manera ... que tiene el organismo de responder ante el estrés. Esta hormona, que se produce en las glándulas situadas justo encima de los riñones (suprarrenales), no solo actúa en nuestro cerebro como un neurotransmisor para ayudarnos a afrontar momentos de tensión, sino que también regula la manera en la que nuestro organismo convierte las proteínas, los carbohidratos y las grasas que consumimos en energía.
Su producción está regulada por dos elementos básicos: la hormona adrenocorticotrópica (ACTH) y nuestros ritmos circadianos. «Es decir, los niveles de cortisol varían a lo largo del día. La máxima concentración en sangre de esta hormona se registra cuando nos despertamos y va disminuyendo a medida que pasan las horas, hasta alcanzar los valores mínimos por la noche para facilitar el descanso. El ritmo circadiano, que depende tanto del ciclo día y noche como de los patrones de sueño y vigilia, se interrumpe, por ejemplo, con el trabajo a turnos o en viajes con grandes cambios horarios y puede tardar hasta dos semanas en reajustarse cuando se altera», explica la doctora María Ángeles Gálvez, coordinadora del Área de Neuroendocrinología de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN). Pero también cuando estamos muy estresados.
Que los niveles de cortisol aumenten ante una situación que se percibe como peligrosa «forma parte de la respuesta normal de nuestro organismo», añade la endocrinóloga. El problema surge cuando se produce una elevación anormal de esta hormona de forma mantenida en el tiempo «porque afecta a todo el organismo. El llamado síndrome de Cushing produce alteraciones en la composición corporal del paciente con pérdida de masa muscular y aumento de la grasa abdominal, que también puede ir acompañado de alteraciones metabólicas (prediabetes, diabetes, elevación del colesterol y los triglicéridos, hipertensión arterial...), de la función sexual y de la fertilidad, además de un cansancio extremo y aumento del riesgo de trombosis y osteoporosis. El exceso de cortisol afecta mucho a la calidad de vida de la persona», señala la doctora Gálvez.
Desde el punto de vista psiquiátrico, quienes padecen síndrome de Cushing también tienen una mayor predisposión a sufrir trastornos mentales. «Cuando se está sometido a una situación de estrés crónico, ese exceso de cortisol mantenido en el tiempo va dañando el organismo de manera silente, poquito a poco, hasta hacernos más vulnerables a padecer un cuadro ansioso depresivo. De hecho, los últimos estudios señalan que la mitad de los pacientes diagnosticados de depresión tenían los niveles de la hormona del estrés elevados», revela la doctora Rosa Molina, psiquiatra del Hospital Clínico San Carlos de Madrid y autora del libro 'Una mente con mucho cuerpo' (Ed. Paidós).
También se ha demostrado que el exceso de cortisol inhibe la producción de los factores de crecimiento neurotrófico del cerebro (BDNS), «algo así como el alimento de nuestras neuronas. Es decir, el estrés frena la producción de células cerebrales nuevas, lo que se traduce en un mayor deterioro cognitivo: problemas de memoria, lenguaje, aturdimiento...», añade la psiquiatra.
El síndrome de Cushing «se puede tratar con fármacos, pero otras veces es necesario recurrir a la radioterapia a nivel de la hipófisis o incluso a la cirugía para extirpar el tumor que ocasiona la producción excesiva de ACTH y cortisol», enumera la coordinadora del Área de Neuroendocrinología de la SEEN.
Para mantener a raya los niveles de la hormona del estrés es fundamental mantener estables los niveles de azúcar, respetar los horarios de sueño, hacer ejercicio a diario para aumentar los niveles de serotonina y dopamina y olvidarse del café porque «aumenta hasta un 30% los niveles de cortisol en sangre en una hora».
Atento a estas señales
Cuando los niveles de cortisol se mantienen altos a lo largo del tiempo se resiente todo el organismo. Estas son algunas de las señales que pueden delatar un síndrome de Cushing.
Uno de los primeros síntomas es «un aumento repentino de peso que no obedece a un cambio en los hábitos de vida del paciente», explica la endocrinóloga María Ángeles Gálvez. La grasa se suele acumular en la zona superior del cuerpo (contorno abdominal aumentado), sobre todo entre los hombros (cuello de bisonte), espalda (joroba) y en la cara (luna llena).
Otro de los rasgos distintivos de este síndrome son las lesiones cutáneas como las estrías de color rojizo en el abdomen, muslos, mamas y brazos. También es frecuente sufrir brotes de acné, acompañados de un aumento de vello facial y corporal.
El exceso de cortisol activa tanto el organismo por la noche que el paciente es incapaz de descansar porque le cuesta conciliar el sueño. Y ese insomnio suele tener como consecuencia un cansancio extremo durante el día. Es decir, la persona se activa por la noche y por la mañana está agotada.
Explica la doctora María Ángeles Gálvez que otro de los síntomas característicos de esta enfermedad es la atrofia muscular en brazos y muslos, además de un debilitamiento de los huesos.
«Los últimos estudios señalan que la mitad de los pacientes con cuadros de depresión tienen los niveles de cortisol elevados», alerta la psiquiatra Rosa Molina. También cambios de humor repentinos y continuos a lo largo del día.
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