Me quedaba dormida y a la media hora me despertaba sudando, con taquicardia y un calor abrasador que me recorría el cuerpo desde la cintura hasta la cabeza. Era como tener fuego por dentro y me ha llegado a ocurrir hasta diez veces en una ... misma noche», relata Belén, una madrileña de 56 años que tuvo menopausia prematura –comenzó a los 38 años– y sufre sofocos desde entonces, un síntoma frecuente del cese de la menstruación. «He llegado a salir al jardín de mi casa en sujetador en pleno invierno y sentir alivio en lugar de frío».
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Al margen del agobio momentáneo, los sofocos le afectaron al descanso, y le pasó factura. «Parecía un zombi en el trabajo y estaba siempre malhumorada. Dicen que los cambios hormonales afectan al humor, pero yo creo que a mí lo que me afectó fue la falta de descanso, porque estuve dos años prácticamente sin dormir por las noches», asegura.
Intentó todo tipo de remedios naturales. «Lino, suplementos con soja, isoflavonas... Me dejaba el sueldo en el herbolario y nada me aliviaba, ¡ni siquiera un poco! Así que fui desesperada al ginecólogo».
belén
Mujer que sufrió sofocos
La primera solución que le dieron en la consulta fue recetarle unas pastillas para dormir, pero no le hicieron efecto. Seguía despertándose cada noche, así que le prescribieron un tratamiento que aún sigue tomando. «Desde entonces he mejorado mucho, pero aún así sigo sintiendo sofocos de vez en cuando», dice.
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Belén forma parte del 75-85% de las mujeres que tienen sofocos a consecuencia de la menopausia. «En general, se experimentan durante un promedio de dos a cuatro años, pero el 10% de las mujeres pueden presentar síntomas durante un lustro», advierte la ginecóloga y obstetra Katerina López Tejerina.
Ella explica que «los sofocos se definen como una sensación subjetiva de calor que comienza en la parte superior del tórax y la cara y, posteriormente, se disemina por todo el cuerpo. Se asocia a una vasodilatación cutánea y sudoración, un descenso de la temperatura corporal y la aceleración transitoria de la frecuencia cardiaca. Su intensidad, frecuencia y duración son muy variables, aunque generalmente duran de dos a cuatro minutos. Y, cuando tienen lugar durante la noche y son intensos, pueden causar alteraciones en el patrón de sueño, cefaleas, fatiga e irritabilidad», como le ocurrió a Belén.
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Existen varias teorías sobre la causa de los sofocos. «Actualmente, se cree que la ausencia o disminución de estrógenos –hormonas sexuales que dejan de producirse con la menopausia– podría alterar el normal funcionamiento del centro termorregulador del hipotálamo, la estructura cerebral que regula funciones fisiológicas como la temperatura corporal, el apetito, la sed, el ciclo sueño-vigilia y la conducta sexual, entre otros», declara Tejerina.
Asimismo, diversas investigaciones han relacionado distintos factores de riesgo con los sofocos. Algunos no son modificables, como la genética, la raza o las enfermedades crónicas, pero otros sí, como el sobrepeso y la obesidad, el tabaco y el sedentarismo. Por tanto, «cambios en el estilo de vida, como el ejercicio físico aeróbico regular, la pérdida de peso y evitar el consumo de tabaco son opciones beneficiosas en la prevención y tratamiento de los sofocos», asegura la ginecóloga. Ingerir bebidas frías o evitar el consumo de picante, cafeína, teína y alcohol podrían mejorar los síntomas en algunas mujeres.
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– ¿Cuál es su tratamiento?
– Si los síntomas son leves, se recomienda empezar tomando algún tratamiento no farmacológico. Existen diversas alternativas. Entre ellas, los fitoestrógenos –sustancias de origen vegetal con efectos estrogénicos, como las isoflavonas (soja, tofu, trébol rojo), los lignanos (frutas, vegetales, cereales y semillas) y los cumestanos (alfalfa)–, las hierbas medicinales y las técnicas de relajación-respiración rítmica se han comprobado eficaces como tratamiento complementario. Un dato a tener en cuenta es que los fitoestrógenos y ciertas hierbas medicinales están contraindicados en mujeres con antecedentes de cáncer de mama, y la acupuntura y la magnetoterapia no se recomiendan –detalla la experta–.
Y añade: «Si los síntomas persisten o se intensifican se puede valorar el inicio de una terapia hormonal. Es conveniente comenzar con la mínima dosis eficaz y reevaluar el tratamiento en un periodo de cuatro a seis semanas, según la evolución de los síntomas y los posibles efectos adversos. No se recomienda mantener la terapia hormonal a largo plazo por los potenciales riesgos asociados que comporta, como tromboembolismos venosos, deterioro cognitivo y aumento del riesgo de cáncer de mama, ovario y endometrio)».
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Remedios caseros para aliviar los sofocos
Arregle la cama utilizando varias capas, para que pueda taparse o destaparse cuando lo necesite. Mejor si los tejidos son de fibras naturales para evitar los sudores nocturnos. Mantenga el dormitorio fresco, evite la calefacción en invierno y trate de beber pequeñas cantidades de agua fría antes de acostarse. Si lo precisa, puede situar un ventilador cerca de la cama para refrescar el ambiente.
Al salir a la calle en invierno, lleve varias capas de ropa superpuestas (mejor ropa holgada de algodón o fibras naturales, como el lino, que le permitan transpirar), para poder desabrigarse lo más posible cuando empiece a sentir los calores súbitos.
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Trate de mantener un peso adecuado. Las mujeres que tienen sobrepeso o son obesas pueden padecer de calores súbitos más frecuentes y severos. La dieta más saludable es la mediterránea.
Si fuma, intente dejar de hacerlo, tanto porque empeora los síntomas menopáusicos, como por su salud general.
Evite el alcohol, las comidas picantes, la teína y la cafeína, especialmente antes de dormir. Estas sustancias pueden empeorar los síntomas menopáusicos.
O un ventilador portátil. Le permitirá refrescarse cuando comience el sofoco. «Yo siempre llevaba uno en el bolso, incluso en invierno», cuenta Belén.
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Al menos tres veces a la semana, durante unos 30 minutos. Algunos estudios han demostrado que la meditación de atención plena, el yoga y el tai chi podrían ayudar a mejorar los síntomas menopáusicos. Son actividades en las que la respiración se hace de forma consciente y eso también ayuda.
Tanto por la mañana como antes de dormir, una ducha de unos 15 minutos con agua tibia, no caliente, puede ayudar a evitar los sofocos diurnos y nocturnos.
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