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Estas semanas hay mucho trajín viajero: apuramos los últimos días de vacaciones que nos quedan, aprovechamos para regalarnos alguna escapadita, nos desplazamos para reunirnos con la familia... y, si nos descuidamos, con unos seres pequeñitos que nos suelen pasar desapercibidos y a los que les ... encanta ir de pasajeros en aviones, buses o trenes. Son las chinches, unos insectos que conocemos de oídas y que nos suenan a posguerra, a miseria y a batallitas de abuelo. Hay hasta quien piensa que están erradicadas... y no, como buenos supervivientes, estos bichitos han sabido adaptarse a los tiempos modernos y a la globalización. ¡Y les encanta hacer kilómetros! Por eso, muchos de nosotros nos vamos a topar con ellas, quizá por primera vez.
«Su propagación está directamente relacionada con el movimiento constante de personas. Así que los medios de transporte facilitan la transmisión de las chinches... y que lleguen a nuestros hogares y a nuestras camas», indica David Mora, especialista en chinches y jefe técnico en Anticimex España, compañía especializada en control de plagas y sanidad ambiental. Tal y como destaca, la pandemia hizo que se vieran reducidos los desplazamientos, lo que se tradujo en una disminución de la presencia de estos bichitos. Pero con la reactivación del turismo... «las plagas de chinches han emergido».
¿Sabríamos reconocerlas? ¿Dónde podemos verlas más fácilmente? Las chiches (Cimex lectularius) pueden esconderse fácilmente en cualquier lugar: maletas, costuras de la ropa, muebles antiguos que nos llevamos a casa, grietas de las paredes... aunque si tienen la posibilidad de elegir un lugar para quedarse, optan por los dormitorios y, más concretamente, por los colchones y estructuras de las camas. No es que les guste dormir, lo que ocurre es que tienen el buen ojo de colocarse cerquita de nosotros para picarnos en cuanto cerremos los ojos. «Se alimentan exclusivamente de sangre humana y son muy, muy glotonas, tanto que su tamaño, que es como el de una pipa de manzana, puede llegar a duplicarse cuando comen», explica David González, profesor, experto en bichos y autor de 'El zoo en casa' (editorial Plataforma Actual).
Cuidado Mantén la maleta o la mochila alejada siempre del suelo o de la cama de los hoteles.
Cerca de la cama Revisa el colchón, bajo la cama y alrededor del cabecero del hotel para ver si hay chinches vivas y/o pequeñas manchas.
Revisión Mira bien las maletas y la ropa al volver a casa de un viaje para asegurarte de que no se han introducido chinches.
Aspirador en mano Limpia la maleta y todos sus rincones para evitar que queden escondidas y limpia la aspiradora.
Lavado o congelado Lava todas tus pertenencias con agua caliente. Los enseres que no pueden ser lavados pueden ponerse durante cinco días en el congelador.
Su voracidad es increíble. No van a actuar como un mosquito que nos pica una vez o dos y se va. Si tenemos chinches, se van a cebar en nosotros. Son insaciables. «Tiene una explicación. Los mosquitos solo pican si son hembras, pero las chinches pican todas: machos, hembras y crías. Además, son tragonas porque evolutivamente les conviene. A las chinches macho les encantan las hembras bien gorditas, bien alimentadas, porque tienen un pequeño pene para copular que deben clavar en la hembra (no insertarlo en sus genitales), así que cuanto más voluminosa sea esta, mejor para ellos, más fácil es el proceso», explica González.
Tal y como indica el experto, la especie de chinche que tenemos en España –hay muchos tipos– es la llamada 'chinche de la cama'. Es muy molesta, pero, al menos, «no trasmite enfermedades, a diferencia de otras, como la 'chinche besucona', que vive en algunos lugares de América y que puede contagiar el mal de chagas, por ejemplo».
Así que en nuestro entorno lo más grave que nos puede pasar en un concontronazo con estos bichitos es que tengamos unos picores horrorosos. Si notamos que nos ha picado 'algo' y eso se repite debemos iniciar una labor detectivesca para descubrir si verdaderamente se trata de chiches. Encontrar pequeñas manchas de sangre o marcas fecales en nuestras sábanas o almohadas –pequeños puntos negros– son dos indicios que revelan su existencia. Junto con las picaduras que nos dejan, claro, sobre todo «en manos, brazos y en la cara y que son como de varicela, pero menos exageradas», detalla González, quien subraya que las chinches no tienen nada que ver con la miseria o la falta de limpieza. «Es un mito. Las chinches solo buscan sangre, no suciedad. Aunque cuando hay gente hacinada, lo prefieren», aclara. Y como se reproducen rápidamente –«si las detectamos, es mejor llamar a expertos en plagas porque son difíciles de erradicar»–, han llegado a ser un problema en lugares como Manhattan. Hace años aparecieron incluso en la sede de la ONU, en hoteles de lujo y hasta en el Empire State.
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