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La política «afecta negativamente» a la salud mental de la ciudadanía. Hasta ayer era un dicho y hoy es ciencia. Una investigación realizada en Estados Unidos con voluntarios de distintas ideologías ha revelado que estar conectado a diario con la información de tipo político mina ... el bienestar de la población.El debate partidista, crispado y basado con frecuencia en el discurso del miedo, favorece el desánimo, la tristeza y el enfado. Incluso la violencia. La situación descrita en el informe, basado en la realidad estadounidense es, según los expertos consultados, perfectamente aplicable a la realidad española. La receta para superar el envite de sus señorías es aprender a relativizar y procurar disponer de una información plural, que nos permita ver la realidad desde diferentes ángulos y construir un pensamiento propio.
«Nuestras vidas dependen de lo que sucede en el Congreso, los parlamentos autonómicos y los ayuntamientos», explica la psicóloga Itziar Barrenengoa, experta en psicología de la salud y terapia cognitiva. «Estamos obligados a estar informados, pero no podemos permitirnos que esa información nos haga daño hasta el punto de que enfermemos. ¿Cómo conjugamos ambos objetivos? Lo ideal –aconseja la especialista– sería informarnos a través de distintos medios para construir nuestra propia opinión. Y, sobre todo, aprender a no sufrir por cuestiones que escapan de nuestro control personal».
El trabajo, que se publica en 'Journal of Personality and Social Psychology', revista oficial de la Asociación Americana de Psicología, plantea la posibilidad de desconectarse de las emociones negativas que genera actualmente la información política, intentando verla como una forma de distracción. Relativizando. Esta solución, sin embargo, tiene sus inconvenientes. Al rebajar la importancia de algo tan trascendental, con un impacto directo en nuestras vidas, se corre el peligro de perder el interés por las causas sociales.
El trabajo se realizó en distintas fases, primero con un grupo de población pequeño, de 198 personas, y luego otro más amplio, de más de 800, que corroboró los resultados. En la primera fase del estudio, los investigadores plantearon a los participantes una serie de preguntas que había de responder cada noche durante dos semanas, relacionadas con el evento político que, para ellos, había marcado su jornada. El objetivo era constatar las emociones que sintieron y cómo las manejaron
La encuesta en ningún momento planteaba a los participantes que pensaran en eventos negativos, pero todos lo hicieron. Los eventos políticos diarios les generaron «emociones negativas, malestar emocional y, en general, una salud física y mental peor». Curiosamente, esas sensaciones les llevaron a trabajar en programas de voluntariado y donar más fondos a causas sociales.
Ante este hallazgo, los investigadores decidieron ampliar el grupo de estudio hasta 811 voluntarios de todas las ideologías, no solo demócratas y republicanos. Esta segunda parte del trabajo, con una metodología diferente, buscó corroborar los resultados del anterior y ver qué tipo de actividades podrían paliar el efecto de las actitudes negativas generadas por la política, en el caso de que se repitieran. Se repitieron. Comprobaron entonces que la actividad política tiene un impacto diario significativo sobre la salud y el bienestar de los ciudadanos,y que estrategias de distracción y reevaluación cognitiva, es decir, de regulación de las emociones, no son solo adecuadas, sino necesarias para asumir la huella de la actividad política.
«La política moderna, sus controversias diarias. descortesía e ineptitud supone una carga emocional regular para los estadounidenses», concluye Matthew Feinberg, coautor del artículo y profesor de comportamiento organizacional de la Universidad de Toronto. A falta de un estudio de similares características en España, los resultados de encuestas de opinión y estudios sociológicos realizados en los últimos años llevan a pensar que el trabajo es «perfectamente trasladable a nuestro país», según destaca Itziar Barrenengoa.
La salud mental, explica la especialista, es el resultado de la suma del bienestar emocional, psicológico y social de un individuo. La política, que regula todas las esferas del desarrollo humano, resulta en nuestra sociedad definitiva para el equilibrio anímico de una persona. «El problema no solo de España, sino de los países occidentales en general, es que los políticos han perdido toda la credibilidad que tenía la población en ellos. Hoy defienden una postura y mañana la contraria, según les convenga, como ha ocurrido con el tema del aborto en Castilla-León y pasa todos los días con mil cuestiones diferentes. Ese cambio de discurso permanente genera inestabilidad e inconsistencia. No hay certezas y si algo necesitamos de verdad las personas para sobrevivir es seguridad», afirma contundente.
Además, el discurso «permanente» del miedo – «lo peor está por llegar»– favorece la inquietud social que genera la política. «Someten al ciudadano a un permanente chantaje emocional. 'Si votáis a otros, allá vosotros'... Yeso hace mucho daño psicológico», advierte la experta.
La psicóloga Itziar Barrenengoa establece un paralelismo entre la esclavitud de los siglos XVIIIy la que la política somete a la población actual. «La diferencia es que los esclavos de entonces llevaban grilletes que les recordaban su condición de siervos y la imposibilidad de escapar. Ahora, como no los tenemos, creemos que somos libres, pero es una sensación falsa. Han conseguido que estemos totalmente manipulados y, lo mejor para nuestros dirigentes, que no protestemos».
Frente al malestar emocional que puede generar la política, la especialista aporta una receta con tres antídotos. Uno, relativizar: nada es tan importante como para poner en entredicho la salud propia. Dos, procurar una información plural, a través de distintos medios de comunicación. Y tres, fundamental, vivir. La vida, «por supuesto», es mucho más que la política.
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